Escalada en Oriente Medio

Las militares españolas en la primera línea entre Líbano e Israel

Según Defensa, España no reforzará de momento los 622 efectivos en la zona, de los que 57 son mujeres. "Nuestras patrullas y destacamentos siguen cumpliendo sus cometidos con la moral alta, están entrenados"

Una capitán del Ejército, de misión en Líbano
Una capitán del Ejército posa ante su tanque en Líbano Defensa

Líbano es ya el escenario de la guerra que ningún bando quería. El lanzamiento de misiles desde un F-35 por parte de Israel, que ha acabado con la vida de uno de los comandantes del grupo terrorista, es un eslabón más en la escalada que ya es inevitable.

Este medio contactó con el ministerio de Defensa para recabar datos sobre nuestra situación en la Operación Libre Hidalgo -nuestro país participa desde 2006 dentro de la FINUL– semanas antes de los últimos ataques de Israel a Hizbulá en el sur de Líbano. En la actualidad, hay hay 683 militares: 622 de España, 52 de El Salvador, 9 de Brasil y 2 de Argentina; de los cuales, 57 son mujeres.

Según informan, pese al incremento de tensión en la zona, no está previsto un incremento de efectivos. “Las medidas de protección de la fuerza sí han visto aumentadas para garantizar la seguridad de nuestras tropas”, explican fuentes militares, que niegan ninguna modificación de momento en los objetivos de la misión.

El modus operandi habitual en cuanto a comunicaciones y gestiones se resiente. Personas que trabajan en el ministerio informan a este medio que nuestro contingente allí desplazado se encuentra “desbordado”. Según explican, las peticiones solicitadas por los medios de comunicación se amontonan en días que no tienen suficientes horas.

No obstante, la ministra de Defensa, Margarita Robles, lanzó un mensaje de tranquilidad recientemente. Aseguró haber hablado con el general de la Brigada Aragón desplegada allí, y manifestó que los militares en la misión mantienen “la moral alta”.

Este medio pulsó el ánimo de las  tropas españolas allí antes de esta situación a través de la cabo Almudena Llerena Macarro, destinada en la Unidad de Ingenieros de la Brigada Líbano XL (BRILIB XL) dentro del Pelotón de Máquinas de Ingenieros como conductora/operadora de retroexcavadora mixta. La cabo estuvo seis meses allí destinada desde noviembre de 2023, justo después de los ataques del 7 de octubre. “La misión de mi Unidad es la de hacer trabajos de fortificación y protección de la fuerza además de mejoras en las infraestructuras y en las instalaciones de la Base”, informó a este medio. “Es mi cuarta vez aquí, y sí que ha habido un cambio en la situación de seguridad en comparación con mis otros despliegues. Ahora mismo y debido a los últimos acontecimientos hemos incrementado nuestras medidas de protección en los movimientos, que son más restrictivos que anteriormente. No obstante, aquí lo estamos viviendo bien, nosotros ya estábamos mentalizados antes de desplegar de cómo se iba a desarrollar la misión”.

La Fuerza Provisional de Naciones Unidas para Líbano -en inglés, UNIFIL– busca hacer cumplir la resolución 1701/2006 de Naciones Unidas. En este contexto, se trata de evitar que la zona de despliegue sea utilizada para acciones hostiles, apoyar a las Fuerzas Armadas Libanesas y supervisar el cese de las hostilidades, que ahora no se está cumpliendo. “Nuestras patrullas y destacamentos en la zona de responsabilidad (Sector Este de UNIFIL) siguen realizando sus cometidos con la moral alta, están entrenados. También en la Blue Line, que es la línea de demarcación entre Líbano e Israel y, por tanto, una zona especialmente sensible”, valoran desde Defensa.

Los pasos hacia la escalada en Líbano

Desde el pasado mes de octubre, la zona en la que está enclavada la misión de Naciones Unidas en Líbano -en estos momentos bajo el mando del teniente general español Aroldo Lázaro- es uno de los lugares de mayor tensión de Oriente Próximo. El 8 de octubre -apenas habían transcurrido horas desde la incursión en el sur de Israel de Hamás, la cual se saldó con casi 1.200 asesinatos y unos 250 secuestrados– Hizbulá, la milicia chií nacida en 1982 gracias a los auspicios de la República Islámica de Irán, viene atacando con cohetes y drones de manera regular, aunque con intermitencias el norte de Israel.

Por su parte, las Fuerzas de Defensa de Israel han golpeado con dureza a la organización político-militar dirigida por Hassan Nasrallah en Líbano, sobre todo en su feudo en el sur del país de los cedros. También en suelo libanés, concretamente en el distrito de Dahieh, al sur de Beirut, Israel abatió en enero pasado al número dos de la oficina política de Hamás, Saleh al Arouri.

 

señal de peligro en líbano

Una señal escrita en hebreo avisa: zona de peligro por alcance de misiles

Según fuentes militares israelíes, Hizbulá había perdido desde octubre, antes de la explosión de los buscas, más de 430 miembros, incluidos varios mandos (los ataques israelíes han costado además la vida a más de 130 de civiles en el sur del Líbano y Beirut). El mayor golpe sufrido por Hizbulá se produjo el pasado 30 de julio, cuando un proyectil acabó con la vida del número dos de la organización, Fuad Shukr, en un edificio de viviendas del citado distrito beirutí de Dahieh. Al día siguiente, Tel Aviv -supuestamente, puesto que las autoridades israelíes no lo han confirmado- eliminó al jefe político de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán.

La magnitud de la doble operación israelí en Beirut y Teherán hacía prácticamente inevitable una respuesta de Irán y sus fuerzas proxy, entre las cuales Hizbulá -que es en el Líbano una suerte de Estado dentro del Estado- es, sin duda, la más poderosa.

Cancillerías internacionales y especialistas advertían unánimemente que una agresión conjunta de Teherán y sus aliados contra el “ente sionista” podría desencadenar una guerra total en Oriente Medio.

Después de tres semanas de tensa espera en la región, y horas después de un ataque preventivo de Israel contra puntos de lanzamiento de misiles de Hizbulá -hasta un millar de objetivos alcanzados según las FDI-, el 24 de agosto la milicia libanesa ejecutaba su venganza: el lanzamiento de un total de 320 cohetes -tipo Katyusha– contra el norte de Israel.

Aunque desde la organización política y militar se subrayaba el éxito de haber alcanzado las instalaciones del Mosad en Tel Aviv, lo cierto es que el sistema defensivo de Israel fue capaz de interceptar la práctica totalidad de los proyectiles, y el ataque no dejó víctimas mortales.