Todos los caminos de la investidura en Cataluña pasan en estos momentos por Ginebra (Suiza), donde reside la secretaria general de ERC, Marta Rovira, la única dirigente que mantiene el control del partido, la única que lidera las conversaciones (sea con el Gobierno, sea con Junts, sea con el PSC), la única que tiene capacidad para orientar la estrategia de la formación a pesar de que, tome la decisión que tome respecto al color político del próximo Govern, será la militancia republicana quien tenga que validarla.
“Rovira no delega”, resumen fuentes de ERC para describir el mando que ha asumido la secretaria general, que ya era enorme mientras Oriol Junqueras ostentó la presidencia del partido y Pere Aragonès la de la Generalitat y que ahora es total, con ambos ya de salida.
Es indiferente que haya que cerrar con el Gobierno los términos de la ley de Amnistía, que haya que buscar un acuerdo con Junts sobre la composición de la Mesa del Parlament o que haya que poner otra fecha al congreso de ERC en Barcelona para validar el acuerdo con el PSC para gobernar en coalición la capital catalana. Sea la carpeta que sea, la administra Marta Rovira. “Abre su oficina a primera hora de la mañana y lo despacha todo”, dicen de ella.
Del cabreo con Junts al cálculo
Rovira tiene ahora ante sí la decisión más difícil que haya tenido que afrontar la dirección de ERC desde que colapsó el procés: ¿A quién entregar la presidencia de la Generalitat? A la secretaria general de ERC le irritó enormemente que Junts maniobrara para que Salvador Illa fuera el primero en someterse al debate de investidura en la sesión del próximo 25 de junio y, por eso, ordenó a sus cuadros que atacaran a Carles Puigdemont por sus contradicciones: el líder huido había repetido en incontables ocasiones que quería ser el próximo president y, a la primera de cambio, pidió ceder el paso a Illa (para, de paso, poner en aprietos a ERC con esta votación).
Pero los ataques a Puigdemont no resuelven los problemas de ERC, que sigue atrapada en una fatal decisión que acabará teniendo costes tanto a corto como a largo plazo. Los republicanos tratan de descifrar la jugada de Junts antes de mover pieza. ¿Qué quiere Puigdemont? “Que el 25J se presente Illa a la investidura o que el presidente del Parlament declare que no hay candidato posible, que se ponga en marcha el segundo (y obligado) intento de investidura el 25 de agosto y que unos días antes regrese Puigdemont a Cataluña en su primer acto electoral antes de unas nuevas elecciones”, opinan en el cuartel estratégico de ERC.
Un pacto y un revolcón
Rovira podría desarbolar todo esto llegando a un acuerdo con los socialistas, pero a ERC le cuesta ver que Pedro Sánchez esté dispuesto a hacer una gran oferta respecto a la “financiación singular” para Cataluña. Con lo cual, la maniobra de entregar la presidencia de la Generalitat a bajo coste al PSC para luego sufrir un revolcón de las bases tampoco parece la más adecuada.
Así que la secretaria general de ERC trata de administrar el tiempo que le queda a la negociación sin precipitarse y sabiendo que en estos momentos nadie urge una decisión a nivel interno. Junqueras ya está fuera y solo le queda su acidez en los medios de comunicación (“En Esquerra hay gente muy preparada, gente con muchos méritos, Marta Rovira especialmente”) y el congreso de los republicanos en Barcelona (que amenazaba con desestabilizar el partido) no se celebrará hasta que la secretaria general haya dilucidado el desenlace de la investidura. Así es ahora Esquerra Republicana de Ginebra.