La cohesión y el status quo europeo se ha mantenido con grandes referentes de políticas al frente. Angela Merkel marcó el rumbo de la UE durante una década, dirigió las políticas de Jean-Claude Juncker en la etapa de la austeridad; pero también impuso los valores de la UE en la crisis de refugiados siria. Las herederas en tiempos mejores fueron Ursula Von der Leyen como presidenta de la Comisión y Christine Lagarde al frente del Banco Central Europeo. Fue la ex canciller quien movió ficha para desbancar a Manfred Weber a favor de su exministra de Defensa. Y aunque a la UE le faltan muchas presidentas y primeras ministras en países clave, de España a Francia, la construcción europea se ha levantado con pioneras de peso que se enfrenta ahora a la irrupción de la extrema derecha. Cómo votarán las mujeres en esta cita electoral será clave para la configuración del nuevo parlamento, epicentro de poder que dará forma a la próxima Europa.
En esta coyuntura, se mantiene el mantra electoral que nunca falla: no se ganan elecciones sin las mujeres. El 23-J Pedro Sánchez sumó un millón de papeletas gracias al voto catalán y el femenino. Antes de esa cita, los socialistas estaban perdiendo a las mujeres y las recuperaron. Desencantadas por los enfrentamientos en el seno del ministerio de Igualdad y una mala gestión de la ley del sí es sí, desde las autonómicas a las generales, el PSOE y Sumar las trajeron de vuelta con una buena campaña y la irrupción de la ultraderecha.
El PP arrancó esa campaña convencido de que necesitaba el voto de la mujer joven, liberal, incluso progresista. Esa transferencia de voto que decanta unas elecciones. Los pactos con VOX dieron al traste con la estrategia y con ese voto. Nada se ha movido desde entonces.
El sesgo del CIS no sirve para saber quién ganará estas europeas pero sí para observar los microdatos. La tendencia de EEUU y Europa se está consolidando en España, según el último barómetro. La brecha ideológica, inédita en otras generaciones, separa cada vez más a hombres y mujeres por su voto, con una distancia incluso mayor entre los jóvenes. A VOX le votan más hombres menores de 35 años y a Sumar las mujeres. Por bloques, ellas votan más a la izquierda y ellos a la derecha.
Según los últimos datos de cara al 9-J, la intención de voto de las mujeres entre el PSOE, Sumar y Podemos es del 35% y baja al 28,7% en hombres. En la derecha, el 40,4% de electores masculinos tienen intención de votar al PP, VOX y Se acabó la Fiesta. La cifra se desploma cuando les preguntan a ellas: solo un 26,6% dice que votará esas opciones. Por edades, el 17% de los más jóvenes prefiere al PSOE. Por bloques, un 35,4% eligen las tres marcas de derechas (VOX supera el 12% entre los nuevos votantes), y el 24,2% las de izquierdas. Unos porcentaje que se traducen en miles de votos en las urnas.
Conclusión, las mujeres votan menos a candidatos de extrema derecha y conservadores. Esto no es un problema para VOX, con una agenda marcadamente anti feminista. Pero sí lo es para el PP, un partido de gobierno que necesita evitar que la tendencia se consolide.
En este contexto, la exministra de Exteriores, Arantxa González Laya, analiza en un artículo reciente en Le Grand Continent cómo el voto femenino refuerza las democracias y hace ganar las elecciones a los partidos que vuelcan la balanza femenina a su favor. Lo hemos visto antes en Brasil, en los EE.UU. de Joe Biden y en la Francia de Emmanuel Macron. Para la exministra y decana de la Escuela de Asuntos Internacionales de París (PSIA), “de entre los casi 600 millones de electores, las mujeres, a ambos lados del Atlántico, jugaremos un papel fundamental” en las elecciones europeas y norteamericanas. Y confirma la tendencia del CIS, esa doble paradoja donde el voto femenino es un factor determinante y, por otro lado, las mujeres jóvenes son cada vez más progresistas y los jóvenes más conservadores. “Por ejemplo, en Polonia, sólo el 16% de mujeres jóvenes votaron a los partidos de derecha. En España –uno de los países donde el feminismo está más politizado– esta brecha ideológica es de las más altas”, detalla.
Las tendencias que no se rompen tienen consecuencias. Lo que se disfraza de guerra cultural es en realidad una amenaza a la consolidación de derechos. González-Laya da tres razones para votar en las europeas: “El feminismo debe contraatacar; en una Europa en transición, las mujeres deben impulsar las Directivas de Igualdad en las grandes empresas, en los centros de poder tecnológicos y en el ámbito de la Inteligencia Artificial; y tres, el voto de las mujeres también es geopolítico. Elegimos el orden internacional basado en reglas en el que queremos vivir”.
Por volver al CIS, si el PP está perdiendo voto femenino, solo el PP puede redirigir su agenda y estrategia. En este caso, las estadísticas desde 2019 son elocuentes. El acercamiento a VOX le aleja de esa mayoría. En medio de esta tendencia, será importante analizar cómo votan las mujeres del 6 al 9 de junio y si vuelven a ser el dique en este caso para los 27.