Se hizo el milagro: el PP ha acordado con el PSOE la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Sí, el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha pactado con el mismísimo Pedro Sánchez y la sede nacional de los populares de la calle Génova sigue en pie. Ni el edificio se ha derrumbado ni nadie ha ido a sacar al líder gallego de la planta séptima del mismo. El temor que existía a represalias -por parte del sector duro político y mediático- se ha disipado. Liderar es marcar el rumbo y ponerse al frente y existe alivio en la dirección nacional tras el primer pacto de Estado de era Feijóo.
La realidad es que durante las últimas semanas todos los análisis coincidían en que Feijóo debía enfrentarse a su gran dilema: tenía que decidir si acabar con el bloqueo del CGPJ después de más de cinco años, y aguantar el posible chaparrón que le iba a caer, o no. Y lo cierto es que el único chaparrón que ha caído fue el reventón de verano que sorprendió a Madrid a la hora exacta en la que el presidente del PP anunciaba -mediante una comparecencia de prensa en la sede nacional- el pacto alcanzado. Un pacto que se había cocinado discretamente entre el popular Esteban González Pons y el ministro de la Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, y que ambos habían rubricado en Bruselas un par de horas antes.
Así, un Feijóo crecido en su papel de hombre de Estado, ofreció los detalles del acuerdo y, de paso, se anticipaba a las posibles críticas: “En este asunto he recibido presiones de todo tipo y escuchado afirmaciones diversas, incluso contradictorias. Mantenerme firme en la defensa de la independencia judicial no ha sido fácil(…) Asumo todos los costes que significa la coherencia política”, dijo el popular que, además, recordó que los límites pactados en la renovación correspondían a los que él había verbalizado durante su discurso de debate de investidura.
Cierre de filas en torno a Feijóo
Tras esa comparecencia, Feijóo abandonó la sala de prensa de Génova 13. A los pocos minutos un mensaje llegaba a los móviles de los periodistas. Eran fuentes directas del equipo de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que se encontraba de viaje en Alemania. El mensaje aseguraba que el pacto “era un auténtico éxito de Feijóo” y que la presidenta apoyaba el acuerdo alcanzado: “Es lo que la presidenta pedía”.
Empezaba así la escenificación de un cierre de filas rotundo en torno a Feijóo.
Despejada la incógnita de Ayuso faltaba la otra pata del sector duro: José María Aznar. El expresidente bendecía a Feijóo a la mañana siguiente a través de un comunicado de su fundación FAES: “El PP ha evitado la toma de control de la Justicia por el Gobierno (..) Feijóo ha hecho lo que tenía que hacer y lo ha hecho muy bien”, sentenciaba Aznar.
Ambos mensajes son un tanto para Feijóo, si bien es cierto que ese apoyo público y sin fisuras resultaría más creíble si la hemeroteca traicionera no fuera tan reciente. El pasado 19 de junio, Ayuso ponía límites a la renovación del CGPJ: “A la democracia le quedan las horas contadas. Sería la estocada final a la separación de poderes y contra el poder judicial”. Sólo seis días después ha declarado estar “más tranquila” por el pacto del CGPJ y ha elogiado a Feijóo por el mismo. Ayuso era partidaria de renovar siempre y cuando se cambiase el sistema de elección de los jueces previamente, algo que no ha ocurrido.
Dudas en las filas del PP
La realidad es que Ayuso se enteró del acuerdo que se iba a pactar a la vez que el resto de los presidentes autonómicos del PP. Fue a través de un WhatsApp interno que Feijóo envió 25 minutos antes de que González Pons y Bolaños entrasen a la reunión final en Bruselas. El presidente del PP ya había tomado la decisión. Fue una comunicación, una información del presidente del PP, pero en ningún caso una consulta. En el mensaje, extenso, Feijóo les informó a todos los líderes autonómicos de los pormenores del acuerdo y lo dejó en el tejado en el partido. Las respuestas fueron llegando. Unas más efusivas que otras. Ayuso respondió cuatro horas después.
Y es que la discreción, según la dirección nacional, ha sido clave para que el pacto fructificase: “Ha habido comentarios, muchos de buena fe, otros quizás no tanto, sobre si este acuerdo era o no posible, que el gobierno nos volvería a intentar engañar. Una de las cosas que ha hecho posible el pacto es que no se filtró”, explicaba Feijóo en Al Rojo Vivo, en la Sexta, el jueves.
Tras el cierre de filas público existen dudas en sectores territoriales: “A ver cómo explicamos esto a los votantes. Nos van a dar”, aseguran desde el PP de Madrid. A su vez, un barón autonómico explica: “En este marco de negociación el PP ha logrado que se aborde un cambio de sistema de elección (sin garantías de que se hará), Sánchez puede hacer de las suyas”, alerta este líder territorial. La desconfianza es mayúscula si se trata del presidente del Gobierno. Otros recalcan que quizá se haya esquivado un escenario peor: “La idea es que puede que se haya evitado un mal mayor. La alternativa era una reforma de la ley por la izquierda y su control habría sido absoluto”, reflexiona otro barón del PP.
Es cierto que durante las últimas semanas voces internas ya alertaban de que sus votantes necesitarían una “explicación muy convincente” si se producía dicho acuerdo. Ahora toca hacer “mucha pedagogía”, explica un miembro de la cúpula. Consciente de ello, Feijóo se ha lanzado a ello en las últimas horas: “Hay gente de buena fe que cree que con Sánchez no se puede pactar nada. Pero yo no he pactado con Sánchez (…)He pactado un asunto de Estado”, se dirigía así a un sector crítico del PP y también, claro está, a VOX.
En la misma línea insistía Ayuso: “No hay que menospreciar a los ciudadanos que no se fían de Sánchez y no entienden el acuerdo(…) No hay que tildar de extrema derecha a aquellos que no confíen del pacto, porque Sánchez les ha dado motivos para desconfiar. No son ‘extrema’ nada. Lo que hay que ver es cómo evoluciona esto, con Europa sentada”.
Lo que está claro es que no es sencillo explicar que hayas pactado con aquellos a los que llevas llamando “terroristas y dictadores” durante toda la legislatura, aunque haya sido cumpliendo con un mandato de la Constitución. Un deber que VOX (en privado) entiende, pero que aprovecha para meter el dedo en el ojo a Feijóo: “Es un traidor. Ha estafado a sus electores negociando mientras sacaban a la gente a manifestarse (…) Ha consumado la traición”, sentenciaba el líder de la formación, Santiago Abascal.
Se dice que Feijóo ha heredado dos cuestiones de la etapa pasada del PP: la independencia y rebeldía de Ayuso y la relación ‘tóxica’ con VOX. La primera parece haberla aplacado con el golpe de autoridad que hemos visto en la última semana. O al menos calmado. De momento. La segunda es, sin duda, su asignatura pendiente.