El Ala oeste de Moncloa

El PSOE andaluz espera que Montero sea la doctora que les saque de la UCI

La federación más numerosa del PSOE se muerde las uñas a la espera de que Sánchez tome una decisión, pero tanto en Sevilla como en Madrid se empieza a dar por cantado la llegada de Montero

Desde la facultad no ha tocado un bisturí, pero tras años siendo la cirujana de complicadísimas operaciones parlamentarias, ahora muchos quieren ponerla a revivir un PSOE andaluz sin constantes vitales. María Jesús Montero ya ha dicho varias veces en el pasado que no estaba por la labor de enfrentarse a Juanma Moreno por la presidencia de la Junta. Tampoco se veía volviendo a muñir un partido que antaño fue el mascarón de proa del socialismo y ahora navega en cada cita electoral como una chalupa a la deriva.

Algo ha cambiado en estas últimas semanas; cuando antes había un descarte rotundo y unas puertas cerradas ahora hay un silencio y una mirilla abierta que avienta todos los titulares y todas las conspiraciones que hace bien poco se descartaban por imposibles. Ya hay ministros que confiesan sottovoce que creen que “Pedro ha convencido a María Jesús”.

Montero sería el sumun de la estrategia de poner a titulares de ministerios a dirigir marcas socialistas regionales. Se ha logrado con Illa, con Morant, con López, se pretende con Alegría, no funcionó muy allá con Maroto y se hizo a la inversa con Ángel Víctor Torres. Estas maniobras le garantizan a Sánchez teledirigir los satélites socialistas con el mando a distancia desde Moncloa y le darán un chute de foco a los futuros candidatos llamados a tratar de recuperar terreno para el PSOE en las autonómicas del 27.

De momento lo único que está claro es que Juan Espadas está entre el filo y la pared. El actual máximo dirigente de los socialistas andaluces salió del último Congreso Federal prometiendo batalla, pero parece que empieza a asumir su sino. Las incógnitas de la fórmula para descabalgarle están por despejarse y de momento se especula con varias opciones.

Montero podría ser la secretaria general y aglutinar todo el poder o podría quedarse en la sombra y dejar paso a otro afín a Ferraz (también suena la mano derecha de Cerdán, Juanfran Serrano). En este segundo supuesto Montero desembarcaría en Sevilla como candidata cuando empezaran a encenderse las almenaras electorales.

Hay muchos en la antaño todopoderosa federación que le hacen ojitos a la posibilidad de que la exconsejera de Hacienda ponga en orden la casa. Les gustaría que fuera nombrada secretaria general por aclamación y cuanto antes para suturar desgarrones y pacificar a la familia. La propia Susana Díaz no se cansa de dar su bendición a la actual vicepresidenta en los pasillos del Senado, dibujándola como una invención suya. Lo cierto es que Montero descolló con Díaz, pero antes ya llevaba un sólido recorrido.

María Jesús Montero es licenciada en Medicina, pero lo suyo nunca fueron los quirófanos de los hospitales, esta sevillana del barrio de Triana prefería la oficina y la gestión sanitaria. Tan ducha era en la materia que el presidente de la Junta de Andalucía Manuel Chaves puso sus ojos en ella. Empezó por la viceconsejería, pero pronto se puso la bata de jefa y estuvo nueve años al frente de una de las carteras estrella de cualquier Ejecutivo. Depende a quién preguntes su legado fue un bálsamo o un veneno para la sanidad andaluza.

Dando muestras de su habilidad para politiquear se mantuvo en el gabinete con Griñán y con Susana Díaz, aunque esta última le quitó el maletín del fonendo y le encomendó vigilar el libro de cuentas. El reto la asustó al principio, pero como guardiana de la Hacienda consiguió que Andalucía sorteara los números rojos, aprobó un manojo de presupuestos con Ciudadanos y al tiempo su estrella iba brillando cada vez más en el partido. Ella que al principio se resistió a llevar carné termino metida de lleno en las luchas intestinas del PSOE. En los tiempos del pulso entre Sánchez y Díaz, Montero se mantuvo fiel a su baronesa. No era la susanista más entusiasta, pero como integrante del comité de garantías socialista puso un clavo en el ataúd de Pedro Sánchez al firmar un escrito que consideraba disuelta la ejecutiva federal y reclamaba la puesta en marcha de una gestora.

El hasta hoy presidente del Gobierno salió de ese ataúd y dio un aldabonazo en las puertas de La Moncloa. Conquistado el palacio eligió caballeros para su mesa redonda y entre el plantel estaba ella; Montero abandonó a Díaz, cogió el AVE en Santa Justa y se plantó en Madrid. Del grimorio de cuentas andaluz saltó a la contabilidad nacional. En la moqueta del Congreso pronto se dejó escuchar su taconeo. El desparpajo comunicativo de la sevillana, su mano izquierda para las negociaciones y su habilidad para cerrar las cuentas “en tiempo y forma” han hecho que se mantenga en la mesa del Consejo de ministros capeando todas las crisis de Gobierno. El PP viendo su ascendencia dentro del ecosistema político madrileño enseguida la tomó con ella. Las burlas por su forma de expresarse (algunos como Rafa Hernando la llaman la “chiquiministra”) pronto evidenciaron que los populares veían en Montero a una amenaza creciente.

Creciente era también su prestigio y la confianza que Sánchez depositaba en ella. La puso al frente de la comunicación del Gobierno en los tiempos más tenebrosos de la pandemia y debió terminar satisfecho con su desempeño porque no tardó en elevarla a los altares de Ferraz y Moncloa. La mujer con más poder político en España, situada como número dos del partido y del Ejecutivo.

Las voces críticas que ya la colocaron en una supuesta picota por dejarse querer en exceso como heredera durante la reflexión de Sánchez señalan ahora la desconexión de Montero desde hace años con la vida diaria del PSOE andaluz. También recuerdan que será difícil que la que ha diseñado los acuerdos con Junts o ERC pilote un partido que defiende que Andalucía no debe ser menos que ninguna otra autonomía. Las voces afines remarcan que Montero ha salido de operaciones muy complicadas y ha cuadrado libros de cuentas mucho más complejos.

Lo cierto es que el presidente sigue manteniendo su confianza en ella y buena prueba de ello es que esté manejando su nombre para resucitar una federación cuya buena salud es prioritaria si quiere seguir de inquilino en La Moncloa.