Era de los pocos dirigentes del equipo más próximo de Pedro Sánchez que permanecían incólumes. Hasta ahora, se había mantenido ajeno a todos los escándalos de corrupción que han ido salpicando al Gobierno en los últimos meses, como el ‘caso Koldo’. Pero también a Óscar López le ha llegado la carroña en forma de sospecha: el Partido Popular ha puesto en la diana al ministro de Transformación Digital y antaño jefe de Gabinete del presidente del Gobierno por su posible implicación en una operación conjunta con la Fiscalía General del Estado para atacar a Isabel Díaz Ayuso.
No obstante, ha sido Juan Lobato, líder del PSOE madrileño, quien ha empujado a López al cadalso con una maniobra de lo más controvertida: como desveló ABC, llevó a una notaría unos whatsapps que el pasado mes de marzo le envió la que era mano derecha del entonces jefe de Gabinete de Sánchez sobre la situación procesal del novio de Isabel Díaz Ayuso, para que pudiera neutralizar a la baronesa popular durante una sesión de control en la Asamblea de Madrid.
Según la versión oficial de Lobato, los mensajes eran recortes de prensa. Pero, por elipsis, el socialista madrileño ha dado a entender que levantó acta de sus conversaciones con el núcleo duro de la Moncloa para cubrirse las espaldas, por si, en lugar de ser publicaciones periodísticas, lo que obraba en su poder era la información sensible de un particular que procedía directamente de la Fiscalía. La tesis del PP es que “trató de protegerse a sí mismo”.
Del incendio que se ha originado en orillas socialistas, donde se ha desatado una guerra sin cuartel entre Lobato y la Ejecutiva Federal, en la dirección popular extraen una conclusión: “Óscar López también está en entredicho”. Es más, según avanzan fuentes de Génova a Artículo14, el grupo popular en el Senado ya baraja la opción de incluir su nombre en el listado de comparecientes de la comisión parlamentaria que investiga la corrupción del Gobierno.
Además, el Tribunal Supremo, que tiene imputado al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por un presunto delito de revelación de secretos en la investigación judicial al novio de Ayuso, ha citado este viernes a Lobato por sus WhatsApps con la que era número dos de Óscar López. Ironías del destino, satirizan en las filas del PP, ahora “Lobato tiene en sus manos la cabeza de Óscar López”. En sede judicial está obligado a decir la verdad y, para más inri, tendrá que enviar copia del acta notarial.
Visto lo visto, los populares ya creen que el titular de Transformación Digital puede acabar imputado en el Alto Tribunal por formar parte de “un complot” entre la Fiscalía y el Gobierno para derribar a una contrincante política. “Hay ‘lawfare’ en la Moncloa”, denuncian en el entorno de Alberto Núñez Feijóo. “Se están usando estamentos judiciales para hacer política contra personas que ni siquiera son familia de Ayuso, porque ella no tiene un vínculo legal con su novio”.
En todo caso, si finalmente es López el recambio de Lobato en la Comunidad de Madrid, tanto en Génova como en la estructura regional se muestran taxativos: “Aquí les esperamos”. “La puesta de ministros se mide en fracasos”, resumen las fuentes consultadas por Artículo14. “No tendría ninguna posibilidad”, añade un diputado regional.
Pleno en el Congreso
En paralelo, este miércoles, en la Cámara Baja, vuelve Pedro Sánchez tras casi un mes ausente por sus compromisos internacionales. En el orden del día, una comparecencia para dar cuenta ante el Pleno de la gestión del Gobierno durante la DANA más mortífera de la historia reciente de España y, posteriormente, la tradicional sesión de control.
Fuentes de Génova avanzan a este diario que Feijóo se centrará inicialmente en el papel del Ejecutivo en la catástrofe medioambiental que ha castigado como nunca antes a la Comunidad Valenciana. Después, eso sí, azotará con “Lobato, García Ortiz, Aldama, Begoña…”. Los populares creen que “la situación judicial del Gobierno se va agravando” y que “la muerte de Sánchez es a pellizcos”. A escasos días del Congreso Federal del PSOE, no hay duda, dicen en Génova de que la “fiesta de fin de semana queda emponzoñada”.