Si hay una frase que resuma la actividad política del PSOE o Sumar en el mes de agosto sería la siguiente: “El móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura en estos momentos”. Los dos partidos que ostentan el Gobierno y el propio Gobierno por añadidura están cargando la batería y no volverán a encenderse al completo hasta septiembre. Y cuando toda la maquinaria monclovita se ponga de nuevo en marcha será vital el concurso de cuatro mujeres, cuatro políticas que tendrán en sus carteras el futuro de esta endeble legislatura.
La primera de ellas es María Jesús Montero. Es la mano izquierda de Pedro Sánchez tanto en el Ejecutivo como en Ferraz y en ambos destinos tiene tareas hercúleas esperándola a partir del mes que viene. La más importante pasa por su desempeño como ministra de Hacienda; después de que Junts bateara su propuesta de senda de déficit, Montero tiene que volver a llevarla al Congreso nada más reabra si quiere soñar con tener cuanto antes unos Presupuestos Generales del Estado. Las cuentas públicas son la piedra filosofal de la legislatura, los cimientos que mantendrían en pie al Gobierno hasta 2026 vengan las tormentas parlamentarias que vengan. Todos los partidos que tienen en sus votos aprobarlas lo saben y pedirán en consecuencia. Montero tendrá que ser la que logre conjugar todos esos intereses.
Por si semejantes deberes no fueran ya suficientes, la número dos del PSOE también deberá apaciguar a los barones regionales que amenazan con un motín tras el acuerdo de financiación entre PSC y ERC para investir a Salvador Illa. Desde Ferraz, de momento, no han hecho la pedagogía prometida y se limitan a sacudir el mantra de la solidaridad. Montero ya ha llamado a varios de los líderes autonómicos soliviantados pero en septiembre su papel será clave para pacificar un partido que necesita estabilidad para tratar de reconquistar en el futuro cuota de poder autonómico.
Otra de las mujeres de la que depende el futuro de Sánchez no es de su partido. Yolanda Díaz lleva todo el verano desaparecida, pero cuando vuelva a su despacho tendrá encima del escritorio un par de carpetas que no paran de engordar. También ella tendrá que lidiar con el malestar que ha generado en sus socios de Sumar el acuerdo de financiación singular para Cataluña. Compromís, Chunta e Izquierda Unida ya han dejado claro que no ven con buenos ojos el pacto con Esquerra y sus votos serían irrenunciables para lograr su aprobación en el Congreso. El resultado del debate que se abrirá en el partido de partidos en septiembre marcará además el porvenir de Sumar.
El otro asunto pendiente que tendrá que enfrentar Díaz pasa por lograr sacar adelante una de sus promesas estrella y por ende una de las promesas estrella del Ejecutivo: la reducción de la jornada laboral. Los sindicatos ya amenazan con movilizaciones a la vuelta del verano si no se desbloquea la negociación y la patronal no parece decidida a dar su brazo a torcer. Conseguir poner en marcha esta medida supondría un golpe de efecto para Moncloa y serviría para despejar la idea de que esta legislatura está anquilosada.
Teresa Ribera es la tercera mujer cuyos próximos pasos van ligados a la influencia y el punch del Gobierno Sánchez en Europa. La vicepresidenta tercera tiene un hueco reservado en el equipo de Úrsula Von der Leyen, pero la cartera que ostente y los apuros que pase para conseguirla serán también otro de los temas candentes a la vuelta de este mes de agosto. El PP ya va deslizando que no se lo va a poner nada fácil y el puesto que termine ocupando será un termómetro de la influencia internacional de nuestro Ejecutivo.
Y por último, todos estos éxitos o fracasos tendrán que comunicarse desde la mesa del Consejo de Ministros. Pilar Alegría sigue siendo una de las personas de máxima confianza de su jefe tanto en Moncloa como en Ferraz. La ministra portavoz afrontará una vuelta al cole complicada en las ruedas de prensa de los martes; los viacrucis judiciales del entorno de Sánchez, los Presupuestos, los acuerdos con los independentistas, la amnistía de Puigdemont, la jornada laboral o la crisis migratoria protagonizarán muchas de las preguntas a las que tendrá que enfrentarse. Que pueda responderlas o que tenga que esquivarlas será el mejor indicador de la salud del Gobierno y del papel de sus compañeras.