El 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, el papel de la mujer en nuestra sociedad es máximo foco de debate, también entre las mismas féminas. La escritora y periodista Rebeca Argudo, la escritora Carmen Posadas y la ex eurodiputada Teresa Giménez Barbat critican un feminismo politizado y distorsionado que debilita a la mujer al dibujarla, a su juicio, como un ser débil y permanentemente victimizado, que la coloca en una posición de inferioridad al no hacerla responsable de sus actos y necesitar una protección sobreañadida.
“El feminismo es un movimiento que busca la igualdad de derechos y libertades entre hombres y mujeres”, afirma Giménez Barbat. “Ahora es un arma que utiliza la izquierda contra sus adversarios. Pasa en la mayoría de democracias, pero en España de forma exagerada e intolerable”. Este sábado, las manifestaciones estarán divididas en dos, representadas por el feminismo más de izquierdas y el clásico.
“El problema es que el feminismo hegemónico ha universalizado su marco de debate y se ha instalado en las instituciones, los medios y la academia imponiendo su discurso”, considera Argudo. “Es adanista, porque se comporta como si hasta su aparición nadie hubiese detectado ningún problema al respecto, ni se hubiese reflexionado sobre ello ni se hubiesen tomado medidas. Ha universalizado traumas individuales, sobredimensionado incomodidades para elevarlas a problemas de estado, instrumentalizando todo sentir social al respecto en beneficio propio, sin ningún escrúpulo”, critica.
Lo que, a su juicio, tiene origen en una perspectiva simplista. “Reduce problemas muy complejos a un asunto de hombres contra mujeres en el que los primeros, por defecto, son opresores y victimarios y, las segundas, oprimidas y víctimas. Si perdemos de vista, por resta reducción interesada y sesgada, los diferentes motivos que infieren en un problema, erramos en el diagnóstico y, por lo tanto, dificultamos la prevención y la solución”.
En este sentido, considera pernicioso que se coloque a la mujer como un elemento de la ecuación “débil, digno de tutela y amparo. Lo despoja, por lo tanto, de toda responsabilidad, de toda libertad y de toda capacidad para pensar por sí misma“.
Contra esta sobreprotección que denuncian, “hace falta un equilibrio. Ahora el feminismo parece más una reclamación perpetua de privilegios”, asegura Giménez Barbat. Argudo va más allá: “Mi idea de la libertad pasa también por ser las malas de la película: las mentirosas, las torpes, las incapaces, las culpables, las abusadoras, las interesadas… Y por responsabilizarnos de ello y asumir las consecuencias. Y si todas las cosas malas que nos pasan en la vida son única y exclusivamente por ser mujeres, porque somos las oprimidas y las víctimas, lo que nos están diciendo es que somos unas irresponsables, unas incapacitadas y unas mermadas necesitadas de tutela, de auxilio y de caridad. ¿Leyes especiales que sean más severos que ellos, porque hay que cuidarnos especialmente?
En esta línea, analizan la discriminación positiva. “¿Cómo va a ser positiva una discriminación?”, se pregunta retóricamente Argudo. “Yo creo en una rabiosa igualdad entre hombres y mujeres, y en las capacidades de ambos, y también creo en el mérito, el talento y el esfuerzo”.
Por su parte, Giménez Barbat cree que el sistema de cuotas es efectivo durante un tiempo y con razones objetivas. “Cuando fundamos Ciudadanos ya decíamos en nuestro ideario que estábamos en contra de las cuotas. ¡Y hace 20 años! En estos momentos, las discriminaciones positivas, las políticas DEI que dicen en EEUU, están causando daño al conjunto de la ciudadanía ya que quienes podrían hacerlo mejor son dejados de lado. Eso desincentiva el mérito y perjudica al ciudadano”.
Ayudas a la maternidad, la prioridad
Respecto a cuáles serían las medidas que realmente ayudarían a la mujer, la maternidad y conciliación ocupa el primer puesto. “Esa diferencia fundamental, y viva la diferencia”, asegura Giménez Barbat. “Y el cuidado de enfermos y mayores serían muy bien recibidas”.
“Para mí, la última gran conquista pendiente de la mujer hoy en día es que el embarazo y la maternidad no supongan un obstáculo en su carrera”, dice Argudo. “Creo que las políticas en ese sentido están más centradas en “masculinizar” que en facilitar. Es decir, en que la mujer no tenga que preocuparse de los hijos y se concentre en el trabajo. Las propuestas de guarderías gratuitas desde los 0 año , por ejemplo, no creo que ayuden a compatibilizar, sino que ayuda a que una madre deje a su hijo durante toda su jornada laboral sin que eso repercuta en su bolsillo”. A su entender, estas prácticas lo que provocan es que la mujer tenga que elegir entre la vida profesional o la maternidad. “Quizá una solución sería que las empresas, a partir de un número establecido de trabajadores, habilitaran espacios-nido para estos, de manera que en el mismo espacio donde desarrollan su jornada laboral tuvieran a sus hijos hasta la escolarización obligatoria. Pero también que las que quieran dedicarse por completo a ser madres contaran con más apoyo estatal. O que fuesen transferibles los permisos de paternidad”.

Una imagen de una manifestación con la consigna “Hermana, yo sí te creo”
En este sentido, en la cabida que tienen los hombres en este escenario, creen que un giro de 180º no hace justa la balanza. “Las tornas han cambiado de manera alarmante, aunque el feminismo hegemónico no quiera verlo”, explica Giménez Barbat. “Los niños varones se están quedando atrás en muchos aspectos. Y que se está vulnerando la presunción de inocencia no es algo que yo crea: es evidente. Las mujeres no debemos permitirlo”.
Por otro lado, Argudo cree que la tendencia actual no se detiene en la igualdad. “Es revanchista porque ya no busca una igualdad real, deseable y necesaria entre hombres y mujeres, sino la venganza por lo que se supone que es un agravio histórico y estructural, minuciosamente planificado exclusivamente para perjudicar a las mujeres”.
“A veces nos salen mal las cosas porque nos equivocamos, porque lo hacemos mal, porque lo hacemos peor que otros. El feminismo hegemónico, a veces, no es más que el placebo para que mujeres mediocres sientan que nada es culpa suya y que siempre merecen más, que lo valen”.
La escritora Carmen Posadas considera que todo se resume en el artículo 14 de la Constitución, que define como un texto “impecable, tanto la redacción como el concepto”, pero que las políticas actuales ponen en entredicho. “En ocasiones se juzga de manera distinta según sea un hombre o mujer. Por ejemplo, con una mera acusación de una mujer a un hombre ya se le condena, y para mí la presunción de inocencia es la base de toda democracia y lo fundamental para que todos los ciudadanos seamos realmente iguales ante la ley”.