Tras los cadáveres, tras los desaparecidos, tras el barro, los destrozos, los llantos, los voluntarios, la indignación, la solidaridad, el dolor, los palos, las visitas, las cámaras de televisión, los periodistas estrella, la desolación, … llega la hora de la cartera, del bolsillo, del dinero. Es el momento de evaluar el coste de los daños y de crear los mecanismos financieros para intentar volver a eso que llamamos normalidad.
En la catástrofe de Valencia ya están apareciendo las primeras cifras tanto de los daños, como de las ayudas y del coste para la recuperación. Luego volveremos sobre ello. Pero antes, merece la pena mencionar que existe como disciplina académica una materia que se llama “economía de las catástrofes”, que se suele estudiar como postgrado en estudios sobre políticas públicas, gestión de riesgos o medio ambiente. Lo ofrecen en Harvard, en Columbia, en la London School of Economics, en Stanford, en la Universidad de Copenhague o de Kioto, el Banco Mundial, en Wharton School o la HEC de París. No es cualquier cosa. La disciplina analiza cómo las catástrofes afectan los mercados, la producción, el empleo, el comercio, las infraestructuras, intentando mitigar el daño y favorecer la recuperación. Por ejemplo, se enseña que en el corto plazo destruyen infraestructuras, viviendas, y talento humano; mientras en el largo, se depende de la inversión para la reconstrucción, la existencia de seguros y el apoyo estatal o internacional. La economía de las catástrofes persigue reducir la vulnerabilidad, con buenas infraestructuras; fomentar la recuperación rápida, con mecanismos financieros de apoyo a empresas y particulares, y construir resiliencia, mediante estructuras económicas solventes.
Vayamos con los daños de la DANA en Valencia. El diario Levante ofrecía el pasado jueves una exhaustiva información sobre su impacto: 68 municipios y 845.371 ciudadanos expuestos, 32 municipios y 535.479 habitantes con alta afectación, 75.000 personas sufrieron el cauce del agua, 650 kilómetros de carreteras, 20 kilómetros de ferrocarril, 220.000 empleos, un PIB de 13.307 millones, 4.119 empresas industriales, 6.000 de construcción, 38.431 firmas de servicios y 18.500 comercios. Sigamos con la lista. El Consorcio de Compensación de Seguros ha recibido ya 72.125 solicitudes de indemnización. En estas demandas se incluyen 44.203 vehículos, 21.405 viviendas, 4.635 comercios y almacenes, 1.535 industrias, 307 oficinas, 12 obras civiles.
El Banco de España, por su parte, ha establecido unos primeros cálculos que indican que la exposición de la banca a la catástrofe se estima en 20.000 millones de euros. En préstamos a hogares, 13.000, y a empresas, 7.200 millones de euros. Han identificado 23.000 empresas afectadas y 472.000 créditos, con 150.000 titulares de hipotecas.
La Generalitat valenciana estima en 10.000 millones de euros las pérdidas que sufrirán las empresas. Reclama un “Plan Marshall” formado por un conjunto de 136 medidas que suman un total de 31.402 millones, entre las que destacan 7.000 millones para polígonos industriales, 2.700 para infraestructuras, 2.200 para cauces y 1.500 para la adquisición de vehículos.
También ha empezado el reguero de ayudas para los afectados. La Generalitat ha aprobado ayudas de 6.000 euros para las familias con casas destrozadas, que espera que se complete con otros 15.000 aportados por el gobierno de la nación. Ha anunciado una línea de ayuda de 250 millones de euros para los municipios.
El gobierno no se ha quedado atrás. El presidente, tras su accidentada visita a Paiporta, se vistió de presidente en Moncloa para anunciar un paquete de 10.600 millones de ayudas entre ventajas fiscales, créditos ICO y el pago del 100% de los daños a los ayuntamientos. Todos los afectados física o psicológicamente percibirán el 75% del salario y para los que sufran una incapacidad permanente una ayuda de 72.000 euros. No habrá que pagar IBI, exenciones fiscales y de la Seguridad Social para las empresas en ERTE, reducción del impuesto de actividades económicas, del IRPF y del IVA, aplazamiento del segundo pago de la declaración de la renta y del pago de la hipoteca o del crédito al consumo. Ayudas de 20.000 a 60.000 euros para reparación de viviendas y hasta de 10.300 para la renovación de muebles y electrodomésticos y de hasta 37.000 a las comunidades de vecinos. Los autónomos recibirán 5.000 euros y las empresas entre 10.000 y 150.000. Todas las ayudas se tramitarán bajo el criterio de urgencia. En fin, una pasta, un dineral que saldrá de dónde siempre: impuestos a sociedades y particulares.
Un informe de la OCDE puso de manifiesto que el cambio climático está aumentando los desastres naturales y, en consecuencia, su impacto económico, llegando a representar el 0,22% del PIB mundial. El coste se ha más que duplicado desde 1980. La Organización Meteorológica Mundial señaló que entre 1979 y 2021 los fenómenos extremos provocaron 11.000 desastres, 2 millones de muertes y pérdidas de 4,3 billones de dólares.
Un informe de Swiss Re indicaba que las pérdidas económicas ocasionas por catástrofes en el mundo en el año 2023 se situaron en 270.000 millones de euros, lo que implica que fueron un 10% superiores a la media de los últimos 10 años. Estados Unidos es el principal perjudicado. Por su parte, la Agencia Europea del Medio Ambiente cifró el coste en la Unión Europea entre 2021 y 2023 en 162.000 millones de euros, elevando el mundial a 358.000 millones. En el caso de España, el Barómetro de las Catástrofes de la Fundación AON cifró en casi 3.000 millones su coste en el ejercicio de 2022.
Las cifras hablan por sí solas. El coste económico de los desastres naturales es enorme. Los expertos establecen que el calentamiento de 1,4 grados del planeta fruto del cambio climático nos aboca a una gestión profesionalizada de las catástrofes. Las inundaciones formarán parte de nuestro día a día. La DANA de Valencia, con sus enormes destrozos, nos obligaría a todos, empezando por nuestros dirigentes, da igual que sean valencianos o nacionales, al estudio de la economía de las catástrofes. Estas desgracias muestran las costuras del sistema.
Todo hubiera sido distinto en Valencia si los sistemas de alerta hubieran funcionado y se hubieran activado a tiempo. Todo hubiera sido distinto en Valencia si las infraestructuras hidráulicas se hubieran modernizado, desviando el cauce natural de barrancos y ramblas y aumentando su capacidad de drenaje. Todo hubiera sido distinto en Valencia si se hubieran ampliado los sistemas de alcantarillado. Todo hubiera sido distinto en Valencia si carreteras y ferrocarriles estuvieran preparados para aguantar estos envites. Todo hubiera sido distinto en Valencia si las viviendas estuvieran preparadas para aguantar estas crecidas repentinas del agua. Todo hubiera sido distinto en Valencia si existiera un sistema de evacuación de la población y unos equipos profesionalizados de intervención inmediata para atender los desastres. Pero nada de esto se tenía. En su lugar, improvisación, falta de respuesta inmediata y reproches entre unos y otros. Valencia es una lección para todos que habrá que incorporar a los estudios de economía de las catástrofes.