En otoño del 2019 un ataúd desmadejado tras 44 años bajo tierra volvía a ver la luz del sol. El féretro con los restos de Francisco Franco abandonaba primero a hombros y luego en helicóptero el valle de Cuelgamuros. El desalojo de lo que queda del dictador fue un evento televisado a nivel nacional que tuvo su eco en los sumarios y las portadas internacionales para satisfacción de Moncloa.
Aquel traslado cadavérico fue uno de los mayores hitos del primer Gobierno de Pedro Sánchez, que lo aprobó en febrero de aquel año. Las dilaciones del proceso, provocadas por argucias judiciales, evitaron que el PSOE pudiera utilizarlo como bandera en la convocatoria electoral de abril. El movimiento culminó a finales de octubre, justo medio mes antes de la segunda ronda de generales que se celebró ese año. Tan satisfecho acabó Sánchez con el resultado de la maniobra que el hombre que la orquestó (el secretario general de Presidencia, Félix Bolaños) terminó convirtiéndose en uno de los ministros más poderosos del Gobierno.
Para este 2025 no quedan huesos de Franco por mudar, pero el Ejecutivo de coalición volverá a hablar mucho de él. El centenar de actos proyectados para conmemorar el 50 aniversario de la muerte del sátrapa persigue luchar contra la banalización que a juicio de Moncloa hacen los jóvenes de la dictadura. Entre los socialistas la mayoría aplauden el despliegue, pero a la vez hay algunos que lo ven desorbitado. El primer evento tendrá lugar este miércoles día ocho en el auditorio del Museo Reina Sofía de Madrid y en él no estará el Rey que recibirá ese día credenciales de los nuevos embajadores que desembarcan en España.
El PP acusa a Sánchez de acudir al Francomodín o al comodín de Franco para tratar de echarle sordina a los jaleos judiciales o a la ausencia de cosecha parlamentaria. Algo de ello hay; fuentes socialistas reconocen que la figura de Franco sirve para cambiar el debate, poner en un brete a Feijóo, alejarlo del centro y agitar el avispero de Vox.
Pero la carta de la dictadura no será la única que utilice en este 2025 un Gobierno que desea recuperar esa sensación ya casi olvidada de que marca el paso en la partida de la legislatura. Sumar, su compañero de naipes apremia y Sánchez tendrá que sacarse algún as más de la manga. Las buenas notas económicas por si solas no valen para llevar la iniciativa de la agenda política y tocará intentar desplegar soluciones efectistas (como el recurso del aniversario de Franco) y también medidas con aroma a izquierda.
En este punto uno de los primeros pasos irá por intentar pacificar el frente de la reducción de la jornada laboral para dejar empaquetada esa promesa cuanto antes. Poder encarrilar ese compromiso y apagar el fuego entre Yolanda Díaz y Carlos Cuerpo dejaría la pista de despegue libre para perseguir avances en materia de vivienda, regeneración democrática, salario mínimo, inmigración o educación.
El principal hándicap para que empiecen a rodar los engranajes gubernamentales sigue siendo el mismo; el complicado andamiaje de las mayorías en el Congreso, un laberinto que hace que algunos ministros ya relativicen la importancia de luchar por unos presupuestos.
Cada vez más gente en Ferraz y Moncloa cree que el bazar en el que convierte Junts cada negociación hace casi imposible lograr acuerdos y provoca una erosión enorme al Gobierno. Por ello va cobrando fuerza la idea de seguir negociando, pero no poner todos los huevos en la cesta presupuestaria; “medio PP está prorrogando las cuentas, así que no tendrán fácil afearnos a nosotros el hacerlo”, recuerdan desde el puente de mando del PSOE.
A pesar de la ausencia de PGE y de las dificultades que entraña para Sánchez y los suyos hacer ver que están en movimiento, el presidente no piensa pulsar el botón de ignición electoral. Por el contrario, el jefe del Gobierno y del PSOE seguirá intentado recuperar el timón del debate político y tratará de hacerlo con políticas de izquierda, golpes de efecto y con la ayuda de la efeméride de Francisco Franco.