Eran las once menos cinco de la mañana del lunes y los inquilinos de Ferraz mordisqueaban lo que les quedaba de manicura. Tras varias horas intuyendo un final feo, las lágrimas fueron finalmente de alegría. Después del subidón, llegaron la descompresión y la introspección. Ya lo intuían, pero estos cinco días de reflexión han convertido las intuiciones en certezas. Los socialistas han asumido que están enganchados a la bebida energética que supone el liderazgo de Pedro Sánchez. El secretario general ha cincelado el partido tan a su imagen y semejanza que después de él no hay casi nada y eso se ha evidenciado más que nunca en estas 120 horas en las que el PSOE se ha visto (contra su voluntad) haciendo funambulismos en el precipicio.
Esta especie de superproducción de Netflix ha llevado al límite a la formación, por ello hay voces en los virreinatos autonómicos, en la terna de ilustres e incluso en la Ejecutiva que lamentan “el estrés al que el socialismo y el Gobierno se han visto sometidos”. Sánchez ha planeado, cocinado y degustado el plato él solo con su esposa y los hay que no entienden que una maniobra de tamaño empaque se haya manejado lejos de todos los operadores políticos a los que afecta: “Esta decisión no era exclusivamente personal, tenía connotaciones enormes para el partido y sobre todo para el país”. Estas críticas también alcanzan a lo vivido el sábado con un Comité Federal que para algunos se fue un poco de madre.
El presidente dijo anoche en TVE que tuvo clara su decisión el sábado tras ver todo lo que se había montado en las sedes socialistas. Pese a ello prolongó la agonía otros dos días y salvo su guardia de corps (Montero, Bolaños, Cerdán, Óscar López o Puente) que fueron llamados a Moncloa o avisados minutos antes de la comparecencia, el resto del PSOE estuvo en ascuas, temiéndose lo peor cuando se supo que Sánchez había estado a primera hora en Zarzuela.
Ahora es el PSOE el que tiene que reflexionar
Pedro volvió a engañar a los pastores avisando de que venía el lobo, pero en Ferraz hay muchos que sí que le han visto las orejas al cánido. El partido ha mostrado una vulnerabilidad que no se veía desde los tiempos de la gestora o desde la mayoría absolutísima de Rajoy. Acabada la reflexión de Sánchez es ahora el PSOE el que tiene que reflexionar; si el jefe hubiera dado la espantada, tras su mutis habría dejado tierra baldía. Algunos socialistas recuerdan que Feijóo tiene detrás a Ayuso, a Moreno y un plantel de caras alternativas y reconocibles, mientras que en los flancos del presidente del Gobierno además de las vicepresidentas y los ministros de Justicia o Transportes apenas hay nada. Piden por ello volver a reforzar los liderazgos regionales e insuflar aire y autonomía a las baronías.
Los peticionarios reconocen no obstante que el PSOE ha mostrado bíceps en una situación desesperada y que este toque de atención puede ser la excusa perfecta para ponerse manos a la obra con la tarea sucesoria, que había quedado mal aparcada.
Viento de cola para las campañas
Pero antes de ponerse con la plancha acumulada el socialismo tiene asuntos urgentes que despachar. La movilización vista estos días unida al debate lanzado por el presidente y la rabieta de Junts o ERC hacen pensar a la cúpula socialista que Salvador Illa puede subir los últimos peldaños que en el pasado le separaron del bastón de mano de la Generalitat.
La reflexión presidencial ha marcado ya de forma decisiva la campaña catalana y aunque desde Ferraz niegan que todo este serial estuviera guionizado sí reconocen que la onda expansiva de lo ocurrido puede dispararles hacia arriba en los comicios por venir. Está por ver cómo vuelve a encajarse la agenda del boss socialista en una campaña a la que renunció en sus primeros días. También habrá que testar en qué forma vuelve a la arena; si aferrado a su ataraxia habitual o dejando al aire ese flanco vulnerable. Donde no hay dudas es en Ferraz, el partido quiere suturar cuanto antes el desgarrón que le ha provocado el farol de Sánchez. El PSOE ha aprendido en estos cinco días que debe de estar preparado para cuando su líder deje de funcionar como Red Bull y ya no les dé alas.