No hizo falta un nombre. Ni de agresor ni de agredida. La reacción en cadena se activó sin que nadie, al menos en un primer momento, dijera las dos palabras más repetidas en los últimos días: Íñigo Errejón. De repente, el silencio se llenó con palabras, como si solo hiciera falta una grieta para demoler todo lo que estaba establecido.
Desde la política, las mujeres, da igual el color, han hablado. Tejiendo sus palabras podría casi elaborarse un discurso único. Estos serían los puntos.
“Estamos hartas y todos los casos tienen que salir a la luz”, tuiteaba Mónica García, Ministra de Sanidad y compañera de partido del dimitido.
“Nos toca revisarnos. Nos toca demoler las estructuras patriarcales también en lo interno de las organizaciones políticas”, afirmaba la Ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego.
“Quien la haga que la pague. Si se demuestra que es cierto, yo estoy siempre del lado de la víctima”, afirmaba la Ministra de Ciencia, Diana Morant, asegurando que estaba todavía un poco en shock.
“Sea quien sea, aquí estamos para pararles”, decía la Ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez.
“El problema que tenemos es precisamente de infra denuncia. Todas las mujeres que hayan sufrido algún tipo de agresión tienen que denunciar”. La Ministra de Igualdad, Ana Redondo, pedía lo mismo que la de Hacienda, María Jesús Montero: “Invitar a todas las mujeres a que denuncien, sea quien sea el protagonista de ese acoso”.
“Lo que las víctimas necesitan es justicia y es reparación. Lo importante es, ¿desde cuándo lo sabían sus compañeros y compañeras de partido?”, eran las palabras de María Guardiola, presidenta de la Junta de Extremadura.
“Lo que parece es que mucha gente lo sabía desde hace tiempo y no se hizo nada al respecto”, declaraba la vicesecretaria de Igualdad del PP, Ana Alós a Artículo 14.
“Todo apunta a que esto lo sabían, se tapó, se encubrió” era lo que apuntaba Alicia García, Portavoz PP en el Senado.
Unan las negritas y resuman: Muchas veces estos comportamientos se saben, estamos hartas, toca cambiar, hay que denunciar más y quien la haga (sea quien sea), que la pague.
Si todas estamos de acuerdo en esto, ¿por qué todas callamos hasta que una habla?
Romper el pacto de silencio
No es fácil. Denunciar una agresión sexual nunca es fácil, ni judicial ni emocionalmente. Lo explica muy bien la socióloga especializada en psicología social, Olga Herrero Pariente: “Normalmente, todas las agresiones sexuales son difíciles de denunciar por los procesos judiciales, por la revictimización que tienen las mujeres que sufren violencia, por la sensación de culpa, por todo este discurso social que hay dentro de una sociedad muy patriarcal”.
Un sistema que no ayuda dentro de un ecosistema patriarcal. Sumen a eso un agresor conocido, con poder y contactos en las más altas esferas. “En el caso de Íñigo Errejón ocurre por doble partida, porque a todo esto se une el que sea una figura pública con poder. La víctima, la persona que denuncia, se expone a una señalización mucho más importante que si el agresor es una persona anónima; a un señalamiento absoluto, a una exposición en los medios de comunicación y sobre todo a ese cuestionamiento”, recalca Herrero. En ese mismo sentido, opina Ana Sánchez Anegón, Terapeuta y CEO de El Animal Emocional: “Uno de los problemas a la hora de denunciar a personas del espectro público que han cometido una violencia sexual sobre una mujer es la protección que estas personas tienen a nivel social. Muchas veces tienen equipos de prensa, equipos que gestionan la información y que son capaces incluso de parar noticias para evitar dañar su imagen. Se invierte mucha energía en proteger la imagen de las figuras políticas” afirma. Y añade: “Por miedo a represalias, tanto directas como indirectas, suele haber más silencio en estos casos”.
Por no hablar de que la víctima tiende a sentir culpa. La propia Sánchez Angón lo explica así: “Es muy fácil que la mujer se lleve esto a un lugar de culpa. Hay que dar un mensaje a todas las mujeres que han sufrido violencia sexual: no es fácil detectar esto, no os sintáis culpables”. En esto, también coincide con la socióloga Olga Herrero: “Siempre está la sensación de qué igual yo he hecho algo mal y por eso me ha pasado esto”. Añadan a eso el hecho de que, con un protagonista famoso, todo el mundo va a intentar saberlo todo: “Tú vas a ser juzgada públicamente también. No se van a enterar solo tus amigas y tu familia. Se va a enterar toda la sociedad y toda la sociedad te va a cuestionar y van a entrar en todo tu relato biográfico. Pasas a ser una persona pública en el perfil de víctima. Por eso en el caso de alguien con poder, cuesta más todavía”. Y ojo porque la ideología del propio Errejón también es determinante en el silencio de las víctimas: “En este caso existe el doble envenenamiento de que esa violencia que ejerce esta persona que tiene un discurso completamente contrario a las acciones, deja paralizada a la persona que sufre violencia, porque es como que no le cuadra nada. Entra la contradicción de ‘este tipo es un personaje público, un político con un poder determinado, con un discurso feminista en contra del abuso sexual’, con lo cual la sensación de culpa recae más sobre la víctima: se plantea el ‘es que esto no puede estar pasando’. Afecta muchísimo ese rol dominante que ejerce Íñigo Errejón en lo personal, con el acoso y, sin embargo, en lo político es todo lo contrario”, dice la socióloga Olga Herrero Pariente.
Por eso es tan importante esa primera voz, esa primera grieta que deja que el agua empiece a entrar, primero despacio y después a raudales, arrasando con el miedo y el silencio.