El Gobierno ha ganado dos días de margen en la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados para extender la agonía de su paquete fiscal hasta la votación en pleno, prevista para este jueves.
El núcleo del proyecto es el establecimiento de un tipo mínimo del 15% en el impuesto de sociedades para las grandes empresas y grupos multinacionales, pero también incluye una prórroga del impuesto a la banca y el destierro del impuesto a las energéticas tal y como está contemplado hoy, como pactaron con Junts. Se dejan pelos en la gatera y tienen que afrontar renuncias, aunque han salvado la parte mollar en un ejercicio de confusión que tampoco han tratado de explicar.
Desvestir a un santo para vestir a otro. Comprometer medidas a cambio de votos que van en la línea diametralmente opuesta a los compromisos alcanzados poco antes con fuerzas políticamente contrarias. Prolongar durante casi 8 horas una comisión parlamentaria, con un receso de cuatro horas sin justificar (un “secuestro” según el PP). Y hacerlo con el presidente de la comisión ausente durante esa pausa, pese a las críticas desde los distintos grupos, con conversaciones y negociaciones en los pasillos, y momentos de tensión entre los diputados.
De postre, un comunicado del Ministerio de Hacienda, al filo de la 1 de la madrugada, que promete cumplir una promesa a Junts per Catalunya que va en dirección contraria a la alcanzada con ERC, Bildu y BNG. Es la reconstrucción de una jornada en la que la palabra “vergüenza” se ha dejado oír en varias ocasiones en la sala Cánovas del Congreso, y en la que los intercambios verbales fuera de cámara entre diputados de distinto signo también han subido del nivel habitual de decibelios. “Si esto fuese al revés, estaría ardiendo esto”; “¿Tú crees que yo no estoy aquí? Esto no es un holograma”.
La debilidad parlamentaria de PSOE y Sumar es palmaria. Después de cancelar dos veces la votación del dictamen, y de dejar pasar el fin de semana sin plantear grandes ofertas para amarrar apoyos, según distintas fuentes, el Ejecutivo ha apretado el acelerador in extremis. Las cuentas le han salido por la mínima en la Comisión de Hacienda, pero no cuadran para el pleno, toda vez que Podemos se niega a prestar sus cuatro votos a una norma que entierra el impuesto a las energéticas.
Que ERC, Bildu y BNG vendan el acuerdo para impulsar un real decreto ley que prorrogue este tributo a las energéticas durante 2025 (a cambio de un incremento del impuesto a la banca) no les basta; ni PP, ni Vox ni Junts lo apoyan. Salvo un cambio de posición de 180 grados por parte de uno de estos actores, el acuerdo nace muerto. Por más que todos los firmantes se esfuercen por obviarlo.
“El Gobierno pacta con Junts y PNV eliminar el impuesto a las energéticas. Ahora acuerda lo contrario con ERC y Bildu, sabiendo que sin el apoyo de Junts y PNV finalmente no habrá impuesto. Si PNV y Junts no lo apoyan, es una trampa para salvar la votación y Podemos no lo apoyará”, advirtió Irene Montero, eurodiputada y número dos del partido, en un mensaje publicado en la red social X.
“Esto es una pelea entre ERC y Junts”
Ganan algo más de 48 horas, como reconocía un parlamentario, pero lo hacen a costa de arrastrar el proyecto de ley sin tener los votos atados, rumbo a un callejón sin salida. El texto ha logrado pasar el filtro de la comisión ya en la madrugada del martes, pasadas las 00.45 horas, pese a que la sesión había arrancado a las 17.00 del lunes.
Poco después de la votación, Hacienda difundiría su breve comunicado sobre el acuerdo con el partido de Carles Puigdemont: “El Gobierno quiere aclarar que mantiene su acuerdo con Junts para no gravar a las empresas energéticas que mantengan su compromiso efectivo de inversión para la descarbonización”, zanjó.
Fuentes del departamento de María Jesús Montero, la principal responsable de la negociación, incidieron en que las promesas a las formaciones independentistas de izquierda y derecha eran “compatibles”. Nadie aclaró cómo podían serlo.
“Esto es una pelea entre ERC y Junts”, resumía otro diputado. Una “pelea” con un “secuestro” al Congreso incluido, sin explicaciones, y con todos los socios desorientados. La sesión fue caótica desde el arranque de las votaciones de más de 130 enmiendas, pero nadie podía imaginar que el espectáculo se prolongaría durante ocho horas seguidas.
Y, si desde primera hora en el PSOE aventuraban una decisión con tintes salomónicos, entre los aliados habituales del Ejecutivo advertían de que están ganado tiempo postergando lo inevitable: que la aritmética parlamentaria también está sujeta a las leyes de la física.
“Esto es como una manta, cuando tapas uno, el otro se destapa”, resumía un diputado de la izquierda con mando en plaza durante el largo receso de la comisión. Entre medias, el PSOE ninguneó a sus socios de Sumar, con los que había anunciado hace sólo una semana un acuerdo fiscal contra el que han votado este mismo lunes, y votó en contra de medidas pactadas con ellos, como la cancelación de las ventajas fiscales de las socimis (sociedades cotizadas de inversión en el mercado inmobiliario).
El enfado entre partidos era evidente, pero eso no impedía al PSOE buscar “la cuadratura del círculo”, como lo definió Idoia Sagastizabal (PNV). Han ganado dos días y protagonizado un “espectáculo”, como lo bautizó otra diputada, para intentar evitar el naufragio. De momento no parece probable. Y ya nadie esconde que es un pésimo presagio para los Presupuestos.