Los discursos

Los silencios del Rey

Eva Pérez, experta en filología hispánica, analiza la oratoria del monarca gracias a algunos de los discursos más destacados en estos diez años de reinado


Aristóteles, fundador de la Retórica clásica, consideraba a esta como un arte que cuenta con sus métodos y objetivos. El miércoles 19 de junio se cumplen 10 años del discurso de proclamación de Felipe VI como rey de España ante las Cortes Generales en 2014. Podría presumirse que la variedad discursiva de textos que se han sucedido —casi mil— pronunciados por el rey, han seguido a Quintiliano en su obra De instituo oratoria, quien otorgó las siguientes cualidades al buen orador, todas presentes en las palabras del monarca.

En primer lugar, una inventio, porque ha buscado y hallado argumentos convincentes para persuadir al «público»: “Hoy puedo afirmar ante estas Cámaras -y lo celebro- que comienza el reinado de un Rey constitucional”. En segundo lugar, la dispositio, porque ha ordenado y distribuido los argumentos verdaderos y verosímiles: la unidad, “unidad que no es uniformidad”, “nuestra diversidad como una característica que define nuestra propia identidad”. Y, en tercer y último lugar, la elocutio, porque utiliza las palabras y frases más oportunas de manera que se adaptan a la invención y la memoria, ya que quiere dejar una impresión en la mente de los que los escuchan resaltando, por ejemplo, “un gran respeto hacia nuestra historia; con espíritu de superación de lo que nos ha separado o dividido; para así recordar y celebrar todo lo que nos une y nos da fuerza y solidez hacia el futuro”.

Si analizamos la dispositio, el centro del mensaje, en las alocuciones del rey, es significativo que en su primer discurso de proclamación comience, en el primer párrafo, pidiendo benevolencia (captatio benovolentiae) en primera persona: “Inicio mi reinado con una profunda emoción por el honor que supone asumir la Corona, consciente de la responsabilidad que comporta…”. Este hecho confiere identidad, peso y gravedad a sus palabras, nacen de un yo que es protagonista de la historia que narra.

Bien es verdad, que, lingüísticamente, también suele alternar la primera persona del plural sociativo, incluyéndonos a todos de manera afectiva, como lo hizo tras la Covid-19: “Una nueva y gran incertidumbre se sumaba y superponía a las ya numerosas que tenemos que confrontar a diario en nuestros días”. Se incluye él, y a su familia, como ciudadanos (Princesa de Asturias 2021). También lo hizo, de manera tajante en su denuncia explícita al maltrato a la mujer: “Esta noche no quiero olvidarme de las mujeres que, en un silencio tantas veces impuesto por el miedo, sufren la violencia de género. Una lacra inadmisible que nos hiere en nuestros sentimientos más profundos y nos avergüenza e indigna. Mantengamos la firmeza y el apoyo político para ayudar y defender a las víctimas y concienciemos a toda la sociedad contra esa violencia, criminal y cobarde, que degrada nuestra convivencia”. (Mensaje de Navidad 2017).

Igual de contundente se ha mostrado en la ceremonia de entrega XVIIº del premio europeo Carlos V a Mario Draghi (2024) con respecto a la defensa de la igualdad entre el hombre y la mujer, con las mismas marcas lingüísticas: “…la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el estado de derecho, el respeto a los derechos humanos, el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre hombres y mujeres. Son, precisamente estos valores los que nos definen como sociedades libres, abiertas y plurales. Los valores que definen lo que somos; los valores que definen lo que queremos seguir siendo; los valores que necesitamos preservar y defender”.

Si tenemos en cuenta la elocutio, palabras y frases oportunas, contamos con un rey que sabe perfectamente cómo acercarse verbalmente a todas las realidades personales y sociales. Ya lo adelantó en su hoja de ruta, que fue su discurso de proclamación: “En esa España, unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos; caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español. Porque los sentimientos, más aún en los tiempos de la construcción europea, no deben nunca enfrentar, dividir o excluir, sino comprender y respetar, convivir y compartir”. Y no lo hace solo con sus palabras sino con el uso que hace de ellas. Recurre al término “señorías”, femenino plural, gramaticalmente, que nos incluye a todos; pero en ocasiones hay una `querencia´ a referirse primero a las mujeres y después a los hombres (“Señoras y Señores”).

No se repite, de manera cacofónica y redundante; pero sí lo hace de un modo efectivo e inclusivo en momentos muy pensados. Por ello, en su afán de ser el rey de todos los españoles, no desestima unirse a todas las «sensibilidades» con el lenguaje, apostando por esa «unidad que no es uniformidad»; ya que lo hace respetando su propia personalidad individual en la manera de expresarse.

Su tono es pausado, tranquilo, verdadero y honesto. Y en ocasiones, vale más por lo que calla que por lo que dice… Decir esto en un artículo sobre sus discursos en diez años de reinado parece incongruente; pero el silencio también es palabra; y en eso, su majestad, es un experto. Sus miradas, sus gestos y su presencia han comunicado, en algunas ocasiones, mucho más que sus discursos. Al igual que ceder peso y presencia a su mujer e hija. Sabe bien cuándo callar, en medio de sus parlamentos. Ya lo dijo el gran Mayorga en su discurso de entrada en la RAE en 2019: “El silencio nos es necesario, desde luego, para un acto fundamental de humanidad: escuchar las palabras de otros. También para decir las propias. El silencio, frontera, sombra y ceniza de la palabra, también es su soporte. Por eso, los que hablan bien dominan, tanto como la palabra, el silencio, estructurador fundamental del discurso, cuya arquitectura, atractivo e incluso sentido dependen en buena parte del saber callar. Los elocuentes saben que, si la sigue o la precede un silencio, el valor de una palabra se transforma”.

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