El difícil papel de los consortes de las futuras reinas

En la UE, el título para la mujer del Rey es “Reina Consorte”, pero si el Jefe de Estado es mujer, su marido será “consorte de la Reina”

La princesa Leonor - Casa Real

La princesa Leonor sonríe a cámara durante la jura de la Constitución (EFE)

El antiguo sistema paternalista respecto a la mujer, o la caballerosidad vista con ojo amable, puede estar en vías de extinción. Sucede que, en aras de una consideración hacia la Reina en la Monarquías europeas, para protegerla ante la posibilidad de un marido con ínfulas arribistas que se exceda en el papel de soporte de su mujer, se da la siguiente discriminación del varón respecto a la mujer: el consorte de la Reina no tiene tratamiento de Rey Consorte, como sí lo tiene, en el caso contrario, la mujer. En concreto, este artículo es el 58 en nuestra Constitución, y dice así: “La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia”.

Al igual que nuestro país no ha sido un caso aislado en Europa respecto a la ley de sucesión a la Corona, en la que predominaba el varón a la mujer, en esto tampoco. Si uno se fija, el marido de la Reina Isabel II de Inglaterra, además de caminar en público unos pasos por detrás de su mujer, durante 69 años fue Felipe de Edimburgo, o Príncipe de Inglaterra -dado que la Soberana tuvo a bien darle ese “regalo”-.

Dentro de nuestras fronteras hay un precedente: el caso de Francisco de Asís de Borbón, a quien Isabel II elevó a rango de Rey consorte. Pero, salvo contadas excepciones, el marido de la Reina ha tenido que conformarse con el tratamiento de Alteza Real, en lugar del de Majestad que sí ostenta la Reina consorte. Y así será en el caso del marido de la Heredera de no cambiar las cosas.

“Son los hábitos de una época”, explica Rafael Spottorno para Artículo14, ex Jefe de la Casa del Rey. “Igual que en la sucesión prevalece el varón a la mujer, lo que en en este momento se considera inaceptable”.

El papel de consorte no está definido en nuestra Constitución, al igual que tampoco lo está el del Príncipe de Asturias. Como se diría en jerga militar, “no tiene puesto en formación”. La única referencia se recoge en dicho artículo 58, en el que aclara que no podrá asumir funciones constitucionales. Bien es cierto que su apoyo a distintos proyectos en beneficio de la sociedad ayudan a dar visibilidad, por lo que tienen una agenda propia a tal fin. Siempre que no interfiera en su función principal, que como afirma Spottorno, “debe ser apoyar al Jefe de Estado y contribuir a la solidez de la Corona que encarna su marido o su mujer”.

¿Cuál es el motivo de que se produjeran estas diferencias entre hombres y mujeres dentro de la Monarquía? Según el doctor en Historia, y uno de los mayores expertos en Monarquía europea, Amadeo-Martín Rey y Cabieses, la explicación es la siguiente: “En un mundo en el que ser Reina titular era muy poco habitual, se interpreta que había que darle la suficiente autoridad para que el varón, que antiguamente tenía tendencia a sobreponerse a la autoridad femenina, no tuviera opciones para utilizar el título”. A su juicio, “era una forma de protegerla”. Ante la pregunta de si actualmente es una práctica que debe replantearse, considera que sí. “Pienso que debe cambiar, porque si estamos en el igualitarismo lo estamos en todo”.

El debate está servido: actualmente, hay cuatro mujeres herederas al Trono en Europa. La Princesa Leonor en España, la Princesa Victoria de Suecia, la Princesa Isabel de Bélgica, y la Princesa Catalina Amalia en los Países Bajos. Dado que, por edad, la heredera sueca es la que más próxima está al trono, en el país nórdico ya se ha puesto sobre la mesa qué tratamiento debería recibir su marido, Daniel de Suecia.

Conflictos conyugales

Pese a que para Spottorno la cuestión en sí “no tiene mayor importancia, ya que es una cuestión de terminología”, esta situación sí ha provocado más de un disgusto en los consortes afectados, así como más de una pelea conyugal. Uno de los mayores tormentos que sufrió el marido de Isabel II de Inglaterra fue que sus hijos no tuvieran su apellido, en lo que finalmente la jefa de la Commonwealth cedió, así como en el papel de “segundón” que le hizo pronunciar la famosa frase de: “¡No soy más que una maldita ameba!”. El salir vencedor de esa “batalla” conyugal, así como la deferencia de su mujer para que recibiera el tratamiento de Príncipe de Inglaterra tapó aquel socavón matrimonial.

Otros casos no han terminado tan bien. Enrique de Dinamarca, marido de la Reina Margarita y amante de las polémicas, no pudo soportar el complejo de inferioridad que le suponía su papel. “Hoy la mujer de un rey recibe el título de reina, pero el marido de una reina no se convierte en rey al casarse. Así la pareja queda desequilibrada a ojos de la opinión pública”. Lo que al padre del Rey Federico le parecía “traumático”, según aseguró en 2002 al diario danés ‘BT’. La situación llegó a tal punto que se negó a recibir sepultura junto a su mujer, en el sarcófago que la Reina María tenía preparado para pasar juntos al otro mundo.