En la recta final de la campaña Alberto Núñez Feijóo dio la sorpresa. En una entrevista con Susana Griso aseguró que no descartaba presentar una moción de censura junto con Junts si ganaba las elecciones del próximo domingo. Ante el revuelo, Génova aclaró que lo que se había destacado como noticia no lo era. “Noticia sería que el PP descartase una moción de censura en lo que queda de legislatura”, aseguraban fuentes de la dirección nacional.
¿Pero cómo han acogido la reflexión del líder popular el resto de los actores implicados? En el caso de Carles Puigdemont desde su entorno más próximo trasladaban “asombro”. La tradición manda que las mociones de censura no se anuncian, sino que se presentan. El ex presidente de la Generalitat ha venido manifestando su “decepción” con Pedro Sánchez. Ya ha advertido en público y en privado a los socialistas que, salvo que favorezcan su investidura para volver al gobierno catalán, su intención es no apoyar ni una sola votación más en el Congreso.
El divorcio de Sánchez no presupone el matrimonio con Feijóo. Así lo entienden desde Waterloo donde reconocen que estarían dispuestos a escuchar una oferta de los populares, que no ha llegado ni se espera después de las declaraciones del líder del PP. La lectura que hacen es que el gallego no está dispuesto a explorar esa vía: “O se busca reventar cualquier posibilidad de entendimiento o no se saben medir los tiempos”.
Génova por su parte, no se ha movido de la posición que expresó tras los contactos del pasado verano. No están dispuestos a dar nada a cambio de la abstención de Puigdemont para echar a Sánchez. ¿Qué podría pedirles?
Con la amnistía a la espera de ser publicada en el Boletín Oficial del Estado, previsiblemente después de las elecciones europeas, Puigdemont queda en manos de la interpretación que hagan los jueces. Los fiscales del Tribunal Supremo ya han advertido de que la medida de gracia no sería aplicable a los delitos de malversación. Está por ver también la parte de la acusación de terrorismo que se está instruyendo en el alto tribunal por el conocido como “caso Tsunami”.
Con este horizonte lleno de incertidumbre sobre su futuro judicial y con los ya anunciados recursos contra la amnistía en el Constitucional y en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, el futuro se complica para el prófugo. De ahí que ayer se volviese a especular con que la moneda de cambio para apoyar una hipotética moción fuese un indulto. En primer lugar Puigdemont tendría que ser juzgado, y en segundo, el PP aceptar una transacción que más allá de la charla informal con los periodistas en la campaña de las elecciones gallegas, en Génova ni se ha sopesado.
Los que están cerca del líder de Junts hablan de que podría llegar a dejar caer a Sánchez por “pura venganza”. Si Salvador Illa acaba como presidente de la Generalitat, Puigdemont queda fuera de foco salvo que dinamite la legislatura. De ahí que el primer paso sea armar un frente común con ERC en el Parlamento catalán primero para la Mesa y luego para forzar una repetición electoral y concurrir juntos a las elecciones con la llamada “lista de país”. Cualquier cosa menos perder la Generalitat.
El tercero en discordia, Sánchez, ve prácticamente imposible un entendimiento entre Feijóo y Puigdemont. Un ministro de la máxima confianza del presidente trasladaba ayer la “total tranquilidad” ante una moción de censura. De hecho, algunos en el Consejo de ministros lo veían como un “error” del líder del PP. En Moncloa no descartan incluso que penalice en las urnas a los populares y lo usarán como argumento hasta el último minuto. La victoria, que sólo refleja el CIS de José Félix Tezanos, se traduce para los socialistas en que los conservadores ganen por la mínima.
En el PSOE había sentimientos encontrados tras escuchar la palabra moción. Los hay que comparten el análisis monclovita de que tarde o temprano se acabará reconduciendo la situación con los socios de investidura, y otros que reconocen sentir cierta “inquietud” por el horizonte post 9-J. La ecuación Feijóo-Puigdemont no les suena descabellada: “No es la primera vez que se haría posible lo imposible”. Sánchez lo sabe mejor que nadie.