En 1984, cuando la Gabarra del Athletic salió a navegar por la ría para celebrar su penúltimo título, la composición del Parlamento vasco era la siguiente: PNV, 32 escaños; PSE, 19; Herri Batasuna, 11; Coalición Popular, 7 y Euskadiko Ezkerra, 6. El PNV triplicaba a Batasuna.
Mutatis mutandis, el próximo domingo Bildu y PNV pelean por ser la fuerza más votada. Será la culminación de un imparable proceso de euskaldunización en el que, a diferencia de la dinámica catalana, la lógica de la gestión se ha impuesto con claridad a la identitaria.
En la próxima legislatura, tres de cada cuatro diputados vascos tendrán ADN independentista, pero no parece que los votantes estén hoy por aventuras procesistas. Los vascos, por ahora, parecen inclinarse por la continuidad: solo un 24% de los votantes quiere una coalición entre PNV y Bildu, pero para completar la foto hay que añadir el 17% de electores que quiere una coalición de Bildu y PSE. Es decir, 4 de cada 10 vascos ya quieren a Bildu en el Gobierno, según datos de Metroscopia.
Bildu y el papel clásico del PNV
Quizá uno de los hitos más decisivos en la cristalización de este fenómeno de transformación fue la negociación de la quinta prórroga del estado de alarma en 2020: aquel pacto de PSOE y Podemos con Bildu a cambio de la abstención abertzale no era un simple movimiento táctico para superar una concreta votación parlamentaria. Suponía, en palabras del entonces vicepresidente Pablo Iglesias, “la incorporación de Bildu a la dirección del Estado”, es decir, entrar a competir en el puente aéreo parlamentario entre Madrid y Euskadi, que hasta entonces operaba el PNV en régimen de monopolio.
Esta naturalización de Bildu se fundamenta en la habilidad de los abertzales de ser el partido que mejor habla “vasco”, no me refiero al euskera, sino al “vasco”: Bildu es el partido que más y mejor habla de los temas que preocupan a los ciudadanos (27% frente a 21% que identifica al PNV).
Los respaldos de Bildu y PNV
Esa es su principal baza para poder disputar la victoria el próximo domingo. Una disputa que en estas elecciones se librará en múltiples escenarios, por ejemplo, los hombres y los asalariados apoyan más a Bildu, y el PNV tiene más respaldo entre mujeres y jubilados.
El verdadero alcance de esta reconfiguración electoral, sin embargo, se produce en el terreno generacional. Al dividir el censo en tres grupos de edad de similar tamaño se desvela la fuerte asimetría en la composición del voto de los dos principales partidos vascos. En el segmento de edades intermedias, es decir, el que va de los 45 a los 64 años, la distancia es muy ajustada: Bildu obtiene el 25% de intención de voto frente al 22% del PNV.
Entre los electores veteranos los alineamientos resultan ser diametralmente opuestos a los del tercio más joven: el PNV es primera fuerza destacada entre los mayores de 65 años con el 31% y Bildu queda descolgado con el 18%. Hegemonía que se invierte en el tercio más joven: Bildu sube hasta el 32% y el PNV cae hasta el 17%.
El tercio más joven
Esta tijera generacional proyecta a Bildu como un partido de Gobierno en el medio plazo: entre los votantes de más edad, un amplio 69% de los votantes prefiere hoy al PNV en el Gobierno y solo un 24% aceptaría a Bildu en el poder. Sin embargo, entre el tercio más joven la preferencia se iguala: un 62% quiere a Bildu en el Ejecutivo vasco y un 61% al PNV.
En definitiva, aquella ruptura del límite habilitó políticamente a Bildu y abrió una puerta a la articulación de mayorías alternativas a la actual. Quizá no sea en esta ocasión, pero, con presumida paciencia estratégica, la Gabarra de Bildu ya está calentando motores.