Vea el editorial de Ana Rosa Quintana de este viernes, 5 de abril, en Artículo14.
Buenos días. La Bolsa o la vida. Al final fue la vida, porque las Bolsas de todo el mundo se han hundido con los aranceles de Trump y la vida continúa. Tras el día de la liberación, llega el día de la ruina. Nada bueno vaticina este crack bursátil. El dinero es miedoso y ha salido corriendo para huir de los siete jinetes del Apocalipsis que van a llegar con la autarquía de Trump a Estados Unidos: recortes, paro, inflación, involución, carestía, pobreza y déficit. Trump se ha convertido en Puigdemont cuando dice eso de “el mundo nos roba” y se ha hecho un harakiri económico en el que ha impuesto aranceles hasta en dos islas habitadas solo por pingüinos y focas.
Sánchez ha aprovechado de nuevo una crisis para ponerse bajo el foco y desplegar el gran escenario que ya desplegó en la crisis del COVID. Un ecosistema en el que adopta el rol de líder protector. Entonando una voz aflautada y solemne, el presidente se presenta como la némesis de la ultraderecha. Como si fuera el Capitán América nos anuncia un escudo para protegernos de los aranceles. Un escudo de cartón, porque de los 14.100 millones más de la mitad son créditos que hay que devolver. Para ello se quiso poner el traje de Churchill, pero en realidad apareció vestido de Mr. Wonderful lanzando mensajes dignos de un libro de autoayuda. Sánchez dijo: “No está en mi ánimo maquillar la situación de las cosas”. Sin embargo, anunció ayudas que ya estaban destinados a otras partidas, como un plan para el automóvil que ya había aprobado el Consejo de Ministros.
Hemos vivido un déjà vu que recordaba a los “Aló Presidente” de la pandemia. El mensaje más motivador fue “nuestros principios no están en venta”. ¿Qué principios? ¿Los de nunca habrá amnistía? ¿Los de nunca habrá indultos? ¿Los de nunca pactaré con Bildu? Sus principios sí están en venta. Sus principios tienen unos aranceles. Exactamente un precio de siete votos. Sánchez pactaría hasta con los pingüinos.