Vea el editorial de Ana Rosa Quintana de este miércoles, 19 de febrero, en Artículo14.
Buenos días. Hoy quiero romper una lanza a favor del Ejecutivo. El Fiscal General nombrado por el Gobierno ha demostrado su inocencia en el Senado. Borró sus correos y WhatsApps para evitar el acoso de los medios. Nadie culpable sería tan torpe de borrar mensajes el día en el que te imputan. Como él mismo dice, si no los hubiera borrado “sería una concesión a los delincuentes de verdad”. Y él no es un presunto delincuente de verdad, como mucho sería un aficionado. Pudiera parecer que García Ortiz se hizo ayer un Bárcenas cuando dijo aquello de que “la fiscalía tiene que mostrarse fuerte, fuerte, muy fuerte”. Pudiera sonar a aquello de “Luis, sé fuerte“, con Sánchez enviándole un WhatsApp: “Álvaro, sé fuerte, muy fuerte“. Pero no quedaría rastro de ese WhatsApp. Lo habría borrado con una goma Milán. En el capítulo del material escolar del Gobierno tienen un protagonismo importante los bolígrafos. Koldo lo ha dejado muy claro. La letra de las pruebas caligráficas presentadas contra él no es suya. Le obligaron a coger un bic cristal que escribe normal y escribir en un cuaderno Rubio “adjudicaciones, señoritas, apartamentos, mascarillas” y no parecía su letra. ¡Claro! Tenía pupa en el brazo porque le han operado 21 veces y no puede escribir normal. Cuidado con lo que se escribe a mano. Es normal que entre los 800 asesores del Gobierno alguno escriba con los renglones torcidos. Por eso el Gobierno hace pedagogía. Pedagogía fiscal para poner impuestos al salario mínimo, pedagogía militar para convencer a Bildu o Junts y apoyen más gasto en Defensa y pedagogía dedocrática para entender que el Gobierno necesita 800 asesores. El Ejecutivo necesita a militantes del partido al frente de Correos, el CIS o Telefónica. No se trata de controlar al Estado, no. Se trata de hacer… pedagogía.