Parlamentarias de PP y Sumar

Ana Beltrán y Aina Vidal: rivales en política, aliadas contra el cáncer

Las dos parlamentarias comparten con Artículo14 su experiencia desde su diagnóstico hasta hoy. Confiesan sus miedos, regalan consejos y tratan de aportar su “granito de arena” para arropar a quienes sufren la enfermedad

Hay una suerte de “conexión”, una corriente de empatía especial, algo íntima, entre dos personas que padecen o han padecido cáncer. Es el diagnóstico que comparten la senadora Ana Beltrán (PP) y Aina Vidal (Sumar-Comunes), reunidas en la semana contra el cáncer de mama para trasladar sus experiencias y sus consejos. Para visibilizar cómo impactaron sus respectivos diagnósticos en sus vidas (el de Beltrán sí fue de mama).

Son dos mujeres fuertes, dos políticas de distinto signo y generación, que posan juntas ante la cámara de Javier Cuadrado para Artículo14, en el Congreso de los Diputados. Comparten una conversación privada, se escuchan. Después abordan, por separado, derrochando personalidad y algo de emoción, cómo es su día a día tras el diagnóstico.

Cómo han cambiado sus expectativas vitales, cómo construyen una nueva forma de relacionarse con sus cuerpos o parchean la ya existente. Insisten, cada una a su manera, en que no hay una única forma de afrontar la enfermedad y todo lo que conlleva, en que todas son válidas. Las dos son vehementes oradoras, las dos razonan sus posiciones, pero también abren algunas ventanas más personales, que acostumbran a mantener cerradas.

Con sus palabras, Beltrán vuelve a la mesa en la que compartió con sus cuatro hijos la noticia de la que quería protegerlos. Vidal recuerda al camillero, a las auxiliares de enfermería y al resto de profesionales de la sanidad pública que la levantaron cuando no se tenía en pie. Tenían, tienen, “ganas de vivir”. Y hoy, además, voluntad de concienciar y ayudar a quienes puedan estar en estos momentos en la misma piel, leyendo estas líneas.

“No están solas; la supervivencia del cáncer de mama es muy alta. Nos puede pasar a cualquiera”, anima la senadora del PP. Empezó a temer el diagnóstico cuando le hicieron repetirse una mamografía. “¿Por qué a mí?”, se preguntó tras la confirmación. Hasta ese momento únicamente había compartido su inquietud con su marido, y entonces decidió confesársela a sus hijos. Recuerda esa conversación en la cocina, la necesidad de amortiguar el golpe para que siguieran con sus estudios y sus trabajos. “Obviamente, claro que les afectó”, reconoce.

Decidió contarlo también en redes sociales: iba a tener que ausentarse en algunos plenos (entonces era diputada), y consideró que sería bueno explicarlo. También fue su manera de aportar un “granito de arena” para superar tabúes a la hora de hablar del cáncer. Hoy cree que hay menos barreras para abordar la enfermedad, y asume que no todo el mundo puede ni tiene que seguir sus mismos pasos. “ Entiendo a las personas que no lo quieren contar, a mí me alivia”.

Hace casi cinco años, Vidal también acogió con cierto “alivio” su diagnóstico. Por fin había una explicación para el dolor, una hoja de ruta para combatirlo. Sostiene que esa fue la parte “más fácil”; que básicamente consistió en “sobrevivir”. “Simplemente, aguanté. Luego fue más complicado”, abunda. En su caso, decidió contarlo porque tuvo que ausentarse de la primera votación para investir a Pedro Sánchez (enero de 2020), toda vez que inevitablemente tendría que producirse la segunda.

Cree que este paso contribuyó a ayudar a algunas personas, pero rechaza que una “responsabilidad” de este calibre deba “recaer” sobre quienes están enfermas, “extremadamente vulnerables”. “Creo que hay que dejar aire y que cada cual haga lo que considere, cuando lo considere”, abunda. La enfermedad lo ha cambiado “todo” en su día a día. Pasó de sorprenderse porque algunas personas se definieran como “supervivientes” al cáncer en sus redes sociales, a asumir que la enfermedad “sin duda” le define. “Me cambiaron el cuerpo, me devolvieron un cuerpo sin instrucciones. Y aún a día de hoy estoy intentando entender qué pasa, cómo tratarlo y cómo volver a recuperar cierto control sobre él”, confiesa.

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Beltrán destaca los efectos secundarios de la medicación: “el cansancio, el cambio físico, se suele engordar”. En su caso, para informarse. se nutre de la experiencia de quienes han pasado por una situación parecida. “Parece un poco frívolo, pero la verdad es que cuando sientes que no eres la única, al final socializas el dolor y la preocupación. Y eso, en mi caso, lo hace más liviano”, resume. Asegura que no le importa que le pregunten por la enfermedad, que le hablen de otros casos, porque entiende que siempre se hace “de buena fe”, “con buena voluntad”.

La diputada de Sumar-Comunes, sin embargo, pide algo más de empatía, y menos “miedo”. Ni le gusta que las definan como heroínas –“Me molesta muchísimo”-, ni cree que sea “necesario” que constantemente compartan con ellas historias de personas que han superado la enfermedad. “Si no sabes qué decir, no hace falta que digas nada. Puedes abrazar, puedes dar la mano. Simplemente puedes dejar constancia de que vas a estar ahí”, reclama.

“A algunas no nos ayuda”, apunta, “que nos digan lo bien qué nos quedan el pañuelo o la calva”. “Si tienes un mal día, llegas a casa y te pones a llorar. Hay momentos en los que hasta los piropos te sientan como cuchillos”, comparte.

A la senadora del PP no le molesta la palabra “superviviente”, aunque inicialmente le sorprendió su uso. “Si los médicos y la ciencia nos tratan como supervivientes, y ellos saben más, por algo será”, afirma. El problema es que no todo el mundo puede ser superviviente. Comparte que lo más duro es conocer que otra persona que padeció cáncer “ha recaído”. “Recuerdo a una compañera diputada que había estado ocho años o más sin tener una recaída, y ahora ha vuelto a tener cáncer de mama. Creo que, en mi caso, si vuelvo a tenerlo, será cuando ya me caeré de verdad”.

Ana Beltrán (PP), junto a Aina Vidal ( Sumar-Comunes)

Hay cuestiones en las que sus posiciones son lejanas, o en las que se centran en distintas cosas; Vidal critica los sueldos de los profesionales de los centros sanitarios, la situación de las mujeres que son invisibles cuando reciben estos diagnósticos. Afirma que el cáncer golpea con especial crudeza a las mujeres. Beltrán no aprecia una diferencia en lo que a hombres y mujeres se refiere; también pide más recursos y celebra los avances logrados. Las dos defienden que la mayoría de sus señorías saben separar estas cuestiones de las habituales batallas políticas, cada una con su letra pequeña.

La diputada de Sumar pone el foco en cómo se sufre cuando termina el tratamiento, “cuando te vuelve a crecer el pelo”, “desaparecen los síntomas” y “esperan de ti exactamente lo mismo que antes”. No es sólo el diagnóstico, la medicación o el quirófano, es todo lo que viene después. “He descubierto que hay cosas que no sé si podré hacer”, apunta la senadora del PP. “No sé si podré hacer determinado viaje, si veré a todos mis hijos casarse”.

En este punto, Beltrán recomienda no dejar pasar un solo control rutinario. También pide afrontar la enfermedad “con fortaleza”, “con ganas” de superarla. “Me lo propuse desde el principio, y me lo sigo proponiendo”, abunda. Vidal aconseja explorar el propio cuerpo –“Tocaos las tetas”-, pero también acudir a los médicos y al psicólogo. Rodearse de un núcleo duro de amigos y familiares que ayuden a mantener el equilibrio. “Lo mejor que hice fue confiar en mi equipo médico, en mis amigos y en mi familia”, recuerda. Comparten algunas recetas, difieren en otras, pero insisten en que sus visiones son personales. Contra el cáncer, dicen, cada una tiene que recorrer un distinto camino, con su propia brújula. Y todas son legítimas.

El timbre que convoca a votar a los diputados está a punto de sonar. Vidal deja el micrófono en la silla y acude a saludar a Beltrán. Se desean suerte. La despedida es más cálida que el saludo inicial, menos de una hora antes. No revelan de qué han hablado durante las fotos. Las dos conocen en esa corriente, esa “conexión” entre quienes han mirado al cáncer a los ojos y quieren seguir viviendo para contarlo.

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