Ana Beltrán (Zaragoza, 1966) se sube a un taxi para acudir al Congreso apenas acaba la reunión de una de las comisiones en las que representa al PP en el Senado. Se encuentra con Aina Vidal (diputada de Sumar-Comunes) en uno de los edificios del complejo en el que ambas ya coincidieron como parlamentarias en la anterior legislatura.
Fue entonces cuando Beltrán fue diagnosticada de cáncer de mama (2023). Poco después lo hizo público en redes sociales. Y ahora, con motivo de la semana contra esta enfermedad, la senadora del PP posa junto a la diputada de Sumar para Artículo14. Asiste pacientemente a la entrevista con Vidal, y después se coloca el micrófono y se sienta en la misma silla de la sala Pérez Llorca. Le alivia conversar sobre la enfermedad, naturalizarla. Ha descubierto que es mucho más “valiente” de lo que pensaba, aunque desde el principio trasladó a los suyos que saldría de ésta.
Habla de cómo afrontó su diagnóstico, de qué efectos tiene la medicación en su día a día. De cómo le inquietan las dudas sobre si logrará asistir a las bodas de sus hijos. De su preocupación por mantenerles informados, pero a la vez de su voluntad de protegerlos, de amortiguar el impacto del diagnóstico en sus vidas. “Obviamente, claro que les afectó”, reconoce con una media sonrisa. Se muestra positiva y comparte consejos para ayudar a quienes puedan estar pasando por algo parecido: “No están solos. Nos puede pasar a cualquiera”.
¿Cómo fue recibir la noticia de que tenía cáncer?
La verdad es que casi lo estaba esperando. Me llamaron desde la Clínica Universidad de Navarra porque tenían que repetir una mamografía rutinaria. Cuando llaman para repetirla sorprende, preocupa. La tuvieron que repetir bastantes veces, y gracias a la perseverancia de la doctora Isabel Rubio y de la radióloga, consiguieron detectar lo que ellas ya sospechaban, aunque estaba muy escondido. Eran dos nódulos mamarios cancerígenos. Después de varios días preparándome para ello en soledad, recibí esa noticia. Lo primero que pensé fue ‘¿Por qué me ha tocado a mí?’. Porque toda la vida, y más con determinadas edades, piensas que te puede tocar. Hay mucha gente alrededor que tiene cáncer, del tipo que sea, y piensas que en alguna ocasión alguien de tu familia cercana puede tenerlo. O piensas, ‘me tocará a mí’. Y en ese momento me tocó a mí.
Esa fase preparatoria, antes de que se confirme el diagnóstico, ¿se vive siempre en soledad o depende de cada una?
En mi caso lo quise hacer en soledad. Sabía que las repercusiones a nivel familiar iban a ser muy dolorosas, y hasta que no tuviese la confirmación completa del diagnóstico no quería adelantarlo, sobre todo a mis hijos. A mi marido sí le comenté desde el principio que podía ocurrir, aunque él decía que no. Que no, que era imposible, imposible. Al final ocurrió. Cuando tuve el resultado, lo primero que pensé fue: ‘¿Cuánto tiempo me queda de vida?’. Es cierto que el cáncer de mama, afortunadamente, tiene un altísimo porcentaje de supervivencia. Pero siempre piensas ‘¿voy a vivir hasta el final?’. Coincidía también que se casaba mi hija cinco meses después de que me lo diagnosticaran. Pensaba en cómo podría ayudarle, en cómo iba a llegar. Eso fue al principio. Luego se evidencia que, gracias a los avances tecnológicos y de la ciencia, se puede ser superviviente de un cáncer de mama. Pero antes, cuando tuve el resultado, cogí a mis cuatro hijos con mi marido y los reuní alrededor de la mesa de la cocina. Mi objetivo fundamental es que ellos no sufrieran. Que el dolor lo lleváramos mi marido y yo, y yo lo llevaría por dentro. Pero, sobre todo, les dije que no quería que interfiriera para nada en su vida ordinaria. A los que estaban estudiando les dije que siguieran con sus estudios; a los que estaban trabajando que pusieran toda la cabeza en su trabajo, porque su madre se iba a curar. Les dije que esto tenía solución. Intenté que supieran la verdad desde el principio, pero que no afectase a su vida ordinaria. Claro que les afectó, obviamente. Pero quise que ellos pudieran llevarlo de la mejor manera posible.
Usted lo hizo público con un mensaje en la red social X, en 2023. ¿Le ayudó contarlo? ¿Por qué decidió hacerlo?
Tomé la decisión porque, como tendría que dejar de asistir al Congreso durante una temporada para recibir el tratamiento, y para la operación, consideré que era lo adecuado. Por un lado, y al tener una vida pública, para que la gente supiera por qué no iba a asistir durante una temporada a los plenos. Por otro lado también me parecía importante comunicar a otras personas que tienen cáncer, en este caso cáncer de mama, que no están solas. Que nos puede pasar a cualquiera. Si con eso podía ayudar, colaborar para evidenciar que nos puede pasar a muchas, que la supervivencia es muy alta, ese era mi granito de arena.
¿Hay hoy menos tabúes para hablar de cáncer? ¿Cree que se trata de la forma adecuada, tanto en el debate público como en el día a día?
Creo que hay menos tabú. Entiendo a las personas que no lo quieren contar, yo no soy así y desde el principio lo conté. Es una palabra que efectivamente lleva aparejado respeto, preocupación y dolor, pero creo que es mejor cuando lo cuentas. También es mi forma de ser. Soy una mujer valiente, he descubierto que soy más valiente o más fuerte de lo que pensaba. Me alivia el hecho de tratarlo, de comentarlo sin tapujos. Y creo que también ayuda a los demás.
¿Hay un vínculo, una especie de empatía entre personas que padecen cáncer?
Muchísimo, muchísimo. Especialmente entre las de cáncer de mama, porque el cáncer de mama, como digo, tiene una alta tasa de supervivencia y de curación. Pero siempre estás con la espada de Damocles encima. Sabes que durante cinco años tienes que mantener un tratamiento que tiene muchos efectos secundarios, que te limita en tu día a día. Está el cansancio, el cambio físico, se suele engordar más… También sabes que eso dura un tiempo limitado, que acaba. Lo que sí nos hace a todas un daño tremendo es hablar con otra persona con cáncer de mama que ha recaído. Recuerdo a una compañera diputada que había estado ocho años o más sin tener una recaída, y ahora ha tenido otra vez cáncer de mama. Creo que, en mi caso, si vuelvo a tenerlo, será cuando ya me caeré de verdad.
¿Cómo es el día a día después de recibir ese diagnóstico? Usted es hoy senadora y acaba de salir de una comisión.
La medicación para que el cáncer de mama no vuelva a producirse es la que más afecta al día a día. Genera cansancio, estás diferente físicamente, e incluso afecta a la memoria. Hay cambios importantes, pero considero que lo fundamental es no dejar esa medicación porque, al fin y al cabo, es tu modo de sobrevivir.
¿Se destinan suficientes recursos públicos y privados para luchar contra el cáncer?
Creo que hay mucha concienciación, que cada vez se conoce a más personas que tienen cáncer, o que cada vez hay más personas con cáncer en la sociedad. Creo que sí se está yendo por el buen camino. Es importantísima la investigación, pero por supuesto siempre se puede hacer más. Tanto en la sanidad pública como en la privada, y en la colaboración público-privada.
¿Ha descubierto recursos que antes no conociera? ¿Focos de información de los que pueda sacar respuestas una persona que padezca la enfermedad?
Sí, pero fundamentalmente el foco lo encuentro en las personas que han pasado por lo mismo. Ahí es de donde me nutro, de donde consigo la información. Parece un poco frívolo, pero la verdad es que cuando sientes que no eres la única, al final socializas el dolor y la preocupación. Y eso, en mi caso, lo hace más liviano.
¿Cree que las mujeres tienen más complicado afrontar un diagnóstico de cáncer?
No. El cáncer de mama también afecta a hombres, pero el cáncer, la enfermedad del cáncer, afecta tanto a hombres como a mujeres. No considero en absoluto que las mujeres lo tengan peor que los hombres. Los hombres también lo tienen muy mal para continuar en su puesto de trabajo. En esto no considero que haya una diferencia por sexo, en absoluto.
¿Hay alguna pauta, algún comportamiento que le moleste, o que cree que no sea bueno a la hora de hablar sobre el cáncer?
En mi caso, ninguno. Entiendo que cada uno lo vea de forma diferente. Agradezco cuando muchísimas personas, mis compañeros de trabajo y por supuesto mis familiares, me preguntan : ‘¿Cómo estás, Ana?’. Eso significa que están pendientes de ti, que te quieren, que te cuidan, y lo veo siempre en positivo. No me importa en absoluto que la gente me pregunte. Y cuando veo a una persona a la que le está pasando lo mismo también le pregunto, faltaría más. A mí no me molesta que la gente esté atenta a la evolución del cáncer. Cada uno lo hace como mejor sabe; hay gente que lo puede expresar casi dándote sus condolencias. Cada uno somos como somos, y siempre confío en que se hace de buena fe, con buena voluntad. Me parece bien la forma que elija cada uno.
Más allá de comprobar que es valiente, ¿ha descubierto cosas nuevas de usted misma tras el diagnóstico y lo que ha venido después?
Más que haber descubierto, he aprendido que siempre hay que hacerse los controles rutinarios. Los médicos lo descubrieron gracias a un control rutinario. De no haber sido así, hubiese llegado en un estadio más tardío. Y sí que he descubierto, y esto es un poco más triste, que hay muchas cosas que no sé si podré hacer. Siempre lo tienes ahí, en la cabeza. No sé si podré hacer determinado viaje, si veré a todos mis hijos casarse. Esas cosas.
¿Hay algún consejo que le hayan dado o que quiera dar?
Sí. Quiero dar un consejo que a mí me sirvió, que había leído. Es muy sencillo, no tiene ningún misterio. Leí que, cuando un cáncer se afronta con fortaleza, con alegría y con muchas ganas de superarlo, eso influye a la hora de vencerlo. Eso es lo que me propuse desde el principio, y me lo sigo proponiendo. Verlo siempre con interés por superarlo, saber que voy a poder y que seré una superviviente después de unos años. También me impresionó muchísimo saber que nos llamaban supervivientes. Eso sí me impactó un montón.
¿Qué le pareció?
No lo sé. Llegué a casa y les dije a mis hijos: ‘Chicos, que soy una superviviente’. Si los médicos y la ciencia nos tratan como supervivientes, y ellos saben más, por algo será.
¿Nota que estas cuestiones quedan fuera de lo que es el día a día de la política? ¿Hay cierta empatía a la hora de tratar estos temas?
La hay. Cuando hice público mi diagnóstico de cáncer de mama me llamaron muchas personas de otros partidos políticos. Entonces, hace año y medio, estaba en el Congreso, y agradecí especialmente que me llamaran tantos. Ahí vi el entorno humano que también rodea a la política. Es cierto que sabemos distinguir muy bien el político de la persona. O, por lo menos, muchos sabemos distinguirlo.
Gracias, Ana Beltrán.
Quiero agradecer especialmente a Artículo14 esta entrevista. Y, además, que esté tan pendiente del cáncer de mama.