“La hemos apartado un poquito”. Corría marzo del 2023 y Miriam Nogueras trataba de jugar al escondite con la bandera de España de la sala de prensa del Congreso de los Diputados. Hacer numeritos era lo único que le quedaba a Junts, que entonces estaba un poquito apartado, pero del foco político y mediático. No han pasado dos años, pero parecen varias edades; Pedro Sánchez gobernaba sin apenas holgura parlamentaria, aunque en el escenario actual aquello se evoque con nostalgia como una mullida mayoría, Esquerra mandaba en la Generalitat y se permitía afear a Nogueras sus performace y Puigdemont languidecía olvidado por todos en Waterloo. Unas elecciones generales después, el PSOE peregrina de forma regular a Suiza o Bélgica para tratar de estar a buenas con el expresident, del que depende por entero el futuro de la legislatura.
Este fin de semana Santos Cerdán ha vuelto a embarcar camino Ginebra. El verano pasado llevaba en la maleta el mandato de lograr una investidura y ahora viaja cargado de incertidumbres. Lo lógico sería que las delegaciones de PSOE y Junts hablaran de Presupuestos, pero hay otro diálogo más prioritario; saber realmente en qué punto están sus relaciones.
Esta semana ha demostrado que, si los puentes no están rotos, al menos amenazan ruina. Puigdemont ha utilizado su púlpito de Twitter para dejar claro que no apoyarán la senda de déficit que el Gobierno ha vuelto a poner sobre la mesa tras el varapalo de julio (cuando ya fue noqueada por Junts). El líder independentista también ha tecleado que ahora mismo no están por la labor de votar nada que venga con el marchamo de Moncloa. Los de Nogueras además le montaron otro descalabro parlamentario el martes a Sánchez y compañía. Después de haber garantizado su abstención a una iniciativa sobre vivienda y alquileres de temporada, Junts cambió de idea a minutos de pulsar los botones. Se unieron a PP y Vox para impedir la tramitación parlamentaria y dejar a Pedro Sánchez compuesto y sin propuesta. El presidente, que había tenido que desplazarse al Congreso a votar debido a las apreturas parlamentarias, vivió en primera fila desde su escaño una nueva derrota.
“Han optado por ponerse en modo troll y así va a ser imposible que Sánchez siga mucho tiempo, aunque no se canse de decir que va a agotar la legislatura”, malician y desean fuentes del PP cuando son preguntadas por el papel de Junts y su reciente apego al bloque de la derecha. Tanto populares como socialistas niegan que Puigdemont esté en comandita con los de Feijóo y Abascal: “No podemos olvidar que son de derechas, pero van a su bola y están disfrutando del protagonismo que llevaban años sin tener”, dicen desde el grupo parlamentario del PSOE, donde no obstante creen que eso puede jugar a su favor y que se puede reconducir la situación.
En el Gobierno también quieren agarrarse a esa creencia. Fuentes de Moncloa sostienen que algo se rompió con Junts cuando vieron que la amnistía iba a tardar en llegarle a su líder y sobre todo el día que Salvador Illa se hizo con el control de la Generalitat, pero piensan que están a tiempo de seducir al clan de Puigdemont: “Ahora siguen incendiados por lo de Illa, pero no pueden seguir así tres años”. El equipo de Sánchez prefiere ver el vaso medio lleno y cree con total convicción que Junts no se subirá al carro del PP y Vox para una moción de censura porque “sería un suicidio político y les compensa más seguir sacándole rédito a sus siete votos hasta el final de la legislatura, que es lo único que les queda”. Esa convicción es el salvavidas al que se aferra el Gobierno, que ya ha perdido la esperanza de que el Congreso de Junts alumbre un nuevo liderazgo más posibilista: “Vamos a tener Puigdemont y Nogueras para rato”, asumen en Ferraz, donde no obstante creen que tras su cónclave interno y tras digerir los resultados de las elecciones catalanas los independentistas mostrarán otro talante.
Traerlos de vuelta para conseguir unos Presupuestos es el reto más importante que tiene Pedro Sánchez si quiere cumplir su promesa de agotar los tres años que le quedan de mandato. Mucho dependerá de la maña negociadora de Santos Cerdán, que tiene como misión atraer a una Nogueras que en su día apartó un poquito la bandera, pero que ahora está más distante que nunca de los intereses y anhelos del Gobierno de España.