Pedro Sánchez ha esquivado una nueva bala. El Gobierno ha logrado aprobar este jueves su paquete fiscal en el Congreso de los Diputados, y este conjunto de medidas ha pasado de ser rechazado por Podemos a ser considerado “progresista”, en cuestión de unas horas. Como informó Artículo14, el miércoles el Ejecutivo ya esperaba su abstención. La “cesión” de los morados, en palabras del PSOE, ha llegado a cambio de una promesa del Ejecutivo que apenas supone cambios con respecto a lo pactado el lunes con ERC, Bildu y BNG.
En concreto, el Ministerio de Hacienda se ha comprometido por escrito a sentarse a negociar, en un grupo de trabajo entre varios partidos, una proposición de ley que establezca un impuesto permanente a las empresas energéticas. De no lograrlo un acuerdo antes del 31 de diciembre, el acuerdo pasa por instaurar este tributo –sobre el que Junts ha impuesto serias limitaciones-,a través de un real decreto ley.
Las novedades son, en primer lugar, que el objetivo es que el tributo sea permanente y no temporal, y que según los morados el Ejecutivo ya ha contactado con el resto de fuerzas -varias lo niegan- y alude a su voluntad de sentarse a negociar. El hecho de que se tramite como proyecto de ley o real decreto -que entraría en vigor mucho más rápido– no supone cambios significativos, porque los dos requerirían de una mayoría que hoy no tienen. Ganan tiempo para negociar, afirman, y les prometen que el resto de actores, salvo PP y Vox, se sentarán al otro lado de la mesa, sin números que aterricen este compromiso.
La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, aseguró el jueves estar “satisfecha”, si bien escasas horas antes de hacerlo también había criticado al Gobierno por no garantizar “un mínimo de recaudación” de este futurible impuesto. La noche antes, la número dos del partido y eurodiputada, Irene Montero, acusó al PSOE de “hacer creer a la gente” que habrá un impuesto a las energéticas, cuando “saben” que Junts votará en contra.
Fue el partido de Carles Puigdemont quien exigió la retirada de este impuesto del paquete fiscal aprobado el jueves, y fue su portavoz, Miriam Nogueras, quien enfrió hasta la mesa de partidos comprometida, poniendo en duda su propia convocatoria. “Los acuerdos anunciados cuando lleguen, si es que llegan, los valoraremos”, afirmó durante la mañana.
Fuera de cámara, los socios a izquierda y derecha destacan que Podemos se ha visto obligado a asumir un escenario parecido al que despreciaban hace escasos días, que la “presión” que reconocen los morados les ha torcido el brazo. Para unos partidos han actuado como unos “pardillos”; para otros son protagonistas de un “despropósito”. Han pasado de marcar perfil duro a avalar la norma, así como a apoyar algunas de las enmiendas de los socialistas.
“Se han metido en su propio hoyo, cavando, y al final han preferido dejar de cavar”, diagnostica una dirigente de izquierdas. La lectura de la mayoría de los socios del Gobierno, a izquierda y derecha, es que los morados han hecho “el ridículo”. Creen que se precipitaron al criticar el acuerdo de ERC, Bildu y BNG con el Ejecutivo para aprobar un nuevo impuesto a las energéticas a través de un real decreto.
Que ahora los morados argumenten que Junts se va a sentar a negociar, cosa que antes no tenían garantizada, no garantiza nada, afirman. “Se lo han comido con patatas”, “les ha vencido la presión”, resume otro parlamentario. Que Belarra presumiera de que sólo Podemos “aguanta la presión política y mediática hasta el final” les parece una forma de intentar camuflar su derrota.
En esta ocasión, además, tampoco se han andado con sutilezas en público. “Nadie ha hablado con el PNV sobre lo acordado entre PSOE y Podemos”. “El PNV verá cuando se cree esa comisión negociadora que al parecer han pactado”, reza un escueto comunicado del partido de Aitor Esteban sobre esta materia. Como el PNV, Bildu ha emitido otro comunicado en el que da por “conocido” el acuerdo entre el Gobierno y Podemos, y en el que celebra que los morados “se hayan sumado al acuerdo” que el lunes alcanzaron con el Ejecutivo.
“Habrá impuesto a las energéticas”, afirmó Irene Montero en la red social X, el jueves, recuperando un fragmento de la intervención de Belarra. No pueden asegurar que dispondrán de los votos para rechazar un tributo que Junts ya ha rechazado, sólo que habrá negociación, y hasta en este punto Junts arroja dudas. El hecho de que el mensaje con el que lo han anunciado aludiera al compromiso de Hacienda con los independentistas catalanes, enfatizado con un comunicado al filo de la 1 de la madrugada del martes, ya daba cuenta de las “presiones” a las que se han visto sometidos.
“En cualquier caso, esta estrategia habrá de ser compatible con no gravar las inversiones que se comprometan con la descarbonización, en línea con el comunicado publicado por el Ministerio de Hacienda el lunes 18 de noviembre”, reza el texto. Los de Belarra repiten que confían en el ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, con el que su secretaria general cerró el acuerdo, y se aferran a su palabra.
Montero, achicharrada
Precisamente, Bolaños ha ido ganado protagonismo en la escena desde el lunes, cuando ya hubo voces críticas con la gestión de María Jesús Montero en esta negociación. La vicepresidenta primera y titular de Hacienda ha sido cuestionada a izquierda y a derecha, incluso entre sus filas.
Sale “achicharrada” de una negociación especialmente caótica y precipitada, en la que ven que ha introducido un nuevo modo de proceder que consideran muy peligroso. Además de correr primero a contar con los votos de sus aliados a la derecha del hemiciclo, PNV y Junts, enfadando a toda la izquierda, entre sus socios creen que Montero ha jugado a enfrentar a rivales electorales de “dos comunidades autónomas muy concretas”. A confrontar entre partidos antagónicos, que tienen muy poco margen político para moverse en cuestiones concretas que les enfrentan entre sí.
Esto es, el PNV y Bildu en Euskadi, y ERC y Junts en Cataluña. “¿A qué mente privilegiada se le ha ocurrido esto?”, plantean desde la izquierda. El enfado es evidente, en este caso por los mensajes confusos y los giros del Ejecutivo. Incluso en el PSOE aceptan que el rol de Montero es más que cuestionable, pero se aferran al “bien está lo que bien acaba”.
Nadie puede obviar que Bolaños ha estado presente en la fase crítica, ni que las relaciones con los aliados llegan más que desgastadas al momento en el que retomarán las conversaciones sobre la senda de déficit y los Presupuestos Generales del Estado para 2024. Han logrado 178 votos a favor del paquete fiscal, pero lo han hecho entre sacudidas, tensión, prórrogas y silencios. A la izquierda del hemiciclo advierten de que seguir a este ritmo supondrá reventar los puentes y, de facto, la legislatura.