Ahora ha sido Lalachus, por sus curvas, antes fue Itziar Castro, pero también han sido la reina Letizia por su delgadez o por sus brazos fibrados, Cristina Pedroche por mostrarse semi desnuda, incluso Mariah Carey ha sido criticada por su cuerpo. Los comentarios de odio hacia el cuerpo de mujeres mediáticas demuestran que el debate sobre los estándares de belleza, el machismo y la cosificación del cuerpo femenino no solo no está superado sino que goza de una vigencia inquebrantable.
Los comentarios sobre el cuerpo de las mujeres se derivan de la eficaz alianza entre los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales. Los medios perpetúan estereotipos de una manera escandalosa, con una deficiente representación de la mujer real. Se descartan cuerpos no normativos por costumbre y la imagen idealizada, prácticamente única, que se proyecta se convierte en una presión constante para nuestra mitad de la población. Piensen en las mujeres en publicidad o en las presentadoras de televisión, en algunas cadenas podríamos cortarlas a todas con el mismo patrón. Pero esto no es patrimonio exclusivo de una emisora; el canon de belleza impera en la parrilla televisiva global.
Desde este punto de partida, los usuarios de las redes sociales tienen clara la ruta de agresión a seguir. Se trata de vilipendiar a las mujeres que se salgan de los cánones marcados por los medios. En Twitter, Instagram o TikTok, los usuarios amparados por el anonimato se atreven a lanzar un sinfín de comentarios destructivos, creando un entorno tóxico en el que la víctima se ve rodeada de odio, sin ninguna consecuencia.
Es importante destacar que, en muchos casos, el odio hacia las mujeres no solo se limita a una valoración estética superficial, sino que también está cargado de juicios morales sobre la persona y su profesionalidad, algo que pone en evidencia cómo las mujeres son constantemente evaluadas en función de su apariencia.
La cosificación de las mujeres está tan profundamente enraizada en nuestra cultura, que las figuras públicas como Lalachus y Pedroche son percibidas por muchos como un escaparate de lo que la sociedad espera de la mujer ideal y de su cuerpo. Si acabas de parir, no puedes hacer deporte, si estás gorda, puedes hacer chistes, pero no mereces dar las campanadas. Y cuando aceptamos esta presión en el ámbito público, inevitablemente la trasladamos a millones de mujeres que, diariamente, luchan por aceptar sus cuerpos.
Por eso que Lalachus y Pedroche, entre muchas otras, hayan utilizado estos comentarios para empoderarse y desafiar los estándares establecidos, nos hace un favor a todas. Cristina Pedroche ya hace tiempo que subraya que sus elecciones de vestimenta son una forma de empoderarse y desafiar la percepción de lo que una mujer “debe” llevar. Lalachus, por su parte, ha sido firme en su defensa del amor propio y la aceptación de los cuerpos diversos.
Es fundamental seguir visibilizando estos problemas y promover un cambio cultural que permita a las mujeres sentirse libres y seguras en sus cuerpos, sin ser constantemente juzgadas ni reducidas a su apariencia física.
Pero la lucha por amar nuestros cuerpos no debe ser una batalla en solitario. Los directivos de los medios de comunicación deben modificar los criterios de selección de las personas que se muestran en pantalla, y representar los cuerpos no normativos no solo como una cuestión de cuotas. Las mujeres con canas, grasa corporal o diversidad funcional solo serán aceptadas por todos cuando los canales de televisión las prodiguen.
Como esto no parece probable que suceda en el corto plazo, solo nos queda como alternativa perseverar en la lucha por el reconocimiento social de nuestros cuerpos. Y quizás, para ello, hacernos camisetas con la frase: “Yo también tengo gordo el papo”.