Desapareció el 3 de diciembre de 1926 y en su búsqueda colaboraron más de quinientos policías. Encontraron su coche abandonado con un abrigo de piel y un carné de conducir caducado en su interior. Entonces ya se la consideraba la reina del misterio y por eso la foto de la novelista apareció en las portadas de los periódicos que escribieron todo tipo de hipótesis sobre su desaparición. La imaginación de todo el mundo se disparó. Quizá había sido asesinada, ella que tantos asesinatos había escrito en las seis novelas publicadas hasta esa fecha. Agatha Christie tenía entonces treinta y seis años, un marido y una niña de corta edad.
Once días después de su desaparición, se descubrió el misterio: Agatha Christie está en un balneario donde se ha registrado con un nombre falso. Cuando la encuentran Agatha no reconoce a su marido ni a su hija. Dos años después de este episodio, en una entrevista que concede al Daily Mail, la escritora reconoce que estaba muy abatida y había decidido acabar con su vida. Su madre, a la que la escritora decía estar muy unida, había fallecido, su marido le había confesado que estaba con otra mujer y quería casarse con ella, y la escritora no avanzaba en la novela que debía entregar a la editorial.
Después de ser encontrada, la escritora tuvo que sufrir los ataques de la prensa que además de describirla como mala madre y manipuladora, escribieron que todo lo que había sucedido era un montaje de Agatha para hacerse publicidad.
Con el tiempo la hipótesis más factible de quienes han estudiado la figura de la escritora es que Agatha sufrió un trastorno mental provocado por la presión que sentía. Se cree, además, que la entrevista que realizó donde contó que pensó en el suicidio (entonces penado por la ley) fue una manera de no perder la custodia de su hija y dar su versión de los hechos después de todo lo que se había publicado sobre ella.
Aunque parece que cada día se habla más de salud mental y parece ser un poco menos tabú, la realidad es que muchas veces dejamos que la presión de todo lo que nos rodea llegue al punto crítico donde la reacción en cadena parece incontrolable. No pocas personas se ven desbordadas en su día a día, pero siguen adelante con todo hasta que ese todo hace que se vengan abajo.
Es mediados de junio, las clases han terminado o están a punto de terminar. Los alumnos están agotados, los que han terminado, y los que aún no, están cansados de clases y de exámenes. Los profesores también están deseando acabar. Las madres y padres se encuentran de nuevo con los niños en casa, con nuevas tareas a las que hacer frente además del trabajo y las rutinas diarias. En las oficinas no pocos compañeros hablan entre ellos de las próximas vacaciones, que todo el mundo parece estar deseando.
Hay estudios que indican que casi un 75% de la población española considera que la salud mental de la población ha empeorado. Pero lo peor de todo esto es que, así como hablamos sin tapujos de enfermedades físicas, todavía no es habitual hablar de cómo se siente uno en este campo, el de la salud mental, aún menos contar si uno ha buscado ayuda profesional o si se va al psicólogo.
A menudo se considera como normal lo que es habitual, por ejemplo, sentirse exhausto o mentalmente agotado, si la mayoría de las personas se sienten así también. Pero que algo suceda a una mayoría no quiere decir que deba ser así.
Agatha se marchó al balneario y a su vuelta se divorció. Pero como nunca sabes por donde va a sorprenderte la vida, Agatha conoció a su segundo marido, catorce años más joven que ella, y con el que encontró la felicidad, visitando a unos amigos arqueólogos en Irak después de su divorcio. Max Mallowan y Agatha Christie se casaron a los seis meses de conocerse y estuvieron juntos hasta el fallecimiento de la escritora, a los ochenta y cinco años.
“Hay cosas que están bajo nuestro control y otras que no lo están. Bajo nuestro control se hallan las opiniones, las preferencias, los deseos, las aversiones y, en una palabra, todo lo que no es inherente a nuestras acciones”. Estas palabras dan comienzo al Enquiridion, el libro que resume el pensamiento de Epicteto, uno de los principales filósofos estoicos que, nacido esclavo, llegó a ser uno de los filósofos más célebres de su época, aunque no escribió nada (al contrario del emperador Marco Aurelio, filósofo estoico que escribió sus famosas Meditaciones).
Recordemos a los estoicos y las palabras de Epicteto: no podemos controlar lo que nos sucede, pero sí podemos controlar lo que pensamos y sentimos sobre lo que nos sucede. No dejemos que las circunstancias nos lleven hasta el punto en que uno dice “ya no puedo más” y lo único que quiere es escapar. Y si necesitamos ayuda, pidámosla, a profesionales, a nuestro entorno. A veces el mejor balneario es el salón de un amigo.