Opinión

Vocación

María Jesús Güemes
Actualizado: h
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Pedro Almodóvar contó en el Festival de San Sebastián que nunca se paró a pensar si tenía o no talento. Por lo visto, fue otra cosa la que siempre le impulsó a ser director de cine. “Tengo una vocación que es más fuerte que yo mismo”, confesó en rueda de prensa. También comentó que él tenía muy claro que si no se dedicaba a hacer lo que le gustaba iba ser “la persona más desgraciada del universo”.

Vivir esa pasión es una suerte. Los elegidos se sienten plenos y dichosos cuando la pueden expresar. Sólo así un trabajo se convierte en pasatiempo. Las personas que aman su profesión son afortunadas. Su entrega es incondicional y no esperan nada a cambio. Tal vez por eso también sufren mucho. Uno lo da todo y se olvida de sí mismo. Deja de lado la comida, el sueño, las necesidades más básicas… Es contradictorio manejar ese pálpito.

La primera vez que escuché hablar de una vocación fue la sacerdotal. El tema salió en una conversación entre mi abuela y mi madre. Estaban cuchicheando sobre el hijo de la vecina que se había hecho cura. La confidencia tenía un halo de misterio porque, por supuesto, ambas lo atribuían a una intervención divina. A lo mejor todas las inclinaciones tienen algo de eso: una energía especial que no sabemos expresar y que nos empuja hacia adelante hasta que logramos sentirnos realizados.

Eso me pasó a mí con el periodismo. Respondí a una llamada interior que otros experimentan en muchos campos. Conozco a arquitectos, profesores y médicos que la reconocen. Todos tenemos algo en común: echamos mil horas, sacrificamos muchas cosas por el camino y, cuanto más difícil nos lo ponen, más nos motivan. Los políticos dicen que también les ocurre algo similar. En las entrevistas hay quien suele recordar las ansias que conducían sus primeros pasos y ese afán por resolver problemas sociales. No sé yo si se trata de lo mismo porque pronto descuidan su meta.

El otro día, al ver comparecer al presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, no dejaba de pensar en Mariano Rajoy clamando al cielo: “¡Son las 3 de la tarde y Bermejo todavía no ha dimitido!”. Se refería al exministro de Justicia que estuvo envuelto en una polémica por coincidir en una cacería con el juez Baltasar Garzón. Con esa cantinela nos tuvo varios días, hasta que por fin se cumplió su demanda.

Ahora mismo se le podría aplicar al PP. Cuando han transcurrido 21 días desde la catástrofe causada por la DANA, los ciudadanos observamos atónitos la lenta agonía del paso de las horas y los minutos.

Seguramente las cesiones de Pedro Sánchez a los catalanes sean agua pasada cuando tengamos que ir a votar, pero no esta tragedia que se ha cobrado más de 200 muertos. En Génova, 13 no deben minusvalorar sus efectos. De momento están respaldando a su compañero y centrando el tiro en la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera. Aunque saben perfectamente que la estela valenciana lastra la acción de partido y que Alberto Núñez Feijóo corre el riesgo de que a él también le arrastre la corriente.

Está claro que fallaron muchas cosas, pero mi hija de 10 años hizo el mejor análisis que he escuchado. “¿Por qué ese señor lleva una camisa tan blanca?”, preguntó al ver a Mazón en el informativo luciendo un chaleco rojo de emergencias sobre su blusa almidonada. Su imagen contrastaba con la del lodo. Es una lástima que no siguiera con su carrera de cantante.