Disculpen que arranque con una perogrullada: todo Homo sapiens que es reo de su ideología no suele patalear o escandalizarse con el qué, sino con el quién. Los presuntos fustigadores libertarios de lo políticamente correcto suelen sufrir un shock anafiláctico en cuanto escuchan un chiste rancio de Lalachus; los apologetas woke, especie menguante, le montan un consejo de guerra mediático a Ágatha Ruiz de la Prada por decir no sé qué de los gitanos, etcétera.
Los torquemaditas de la pureza, diestros, siniestros y pedocentristas, poseen un catálogo enciclopédico de vetos, y pretenden inocular su enfermizo sectarismo en los gustos del personal. Así, el opositor a Urtasun mira con cara de pedo al lector de Bernal Díaz del Castillo porque, claro, su mirada enfangada no refleja el genocidio sufrido por los mexicas, y demás chorradas. Por su parte, el carcamal que ilustra su perfil de X con una imagen generada por IA de Trump abrazando a Blas de Lezo se cisca en el jurado del Princesa de Asturias por su premio de las Artes a Serrat.
A Marc Giró (Barcelona, 1974) le están curtiendo el lomo –al menos, lo intentan– algunos medios de derechas por su ascenso a La 1 de RTVE. Alegan que Telesánchez va a por todas en su guerra total contra Pablo Motos y que, por ello, ponen toda la carne en el asador recurriendo al talento huracanado y magnético de Giró y, son rumoreh, son rumoreh, cocinando el fichaje de Andreu Buenafuente. Habrá quien se extrañe.
Esta columna no va sobre la supuesta utilización espuria de RTVE –menuda novedad, en fin–, ni sobre esa tribu de bienaventurados consejeros que se levantan 125.000 euros brutos al año, ni sobre la guerra civil entre El Hormiguero y La Revuelta. Este artículo se limita a ser un brindis por el reciente y exitoso desembarco del Late Xou de Giró en la noche de los martes de La 1, que, en su última emisión, ha liderado su franja y ha cosechado un 13,4% de audiencia, con 1,2 millones de espectadores de media.
Descubrí a Giró hace ocho o nueve años, en Ilustres ignorantes, y me hizo una gracia tremenda. Me gustan su histrionismo verdulero, su ingenio supersónico, ese fondo vasto de cultura destilado en un alambique de frivolidad. Me gusta que no trate al espectador de forma ovina y/o caprina. Que no lo tome por gilipollas. Y va otra obviedad, ya puesto: como entrevistador, da sopas con honda a Broncano y a Motos.
Este licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona, exeditor de moda de Marie Claire y admirador de folclóricas, ha declarado que escribe sus monólogos con la intención de “crear un espacio de diálogo” y sabiendo que tiene delante a gente que no comulga con sus ideas. El martes replicaba irónico a Okdiario –que señalaba en una noticia que “es conocido por su ideología de izquierdas”–, indicando que sus dudas tiene porque sus dos perros son comprados, porque no recicla y porque felicita la Navidad, entre otras razones. “De izquierdas, de izquierdas, no sé si seré, lo que sí que soy es antifascista. ¿Y tú?”, concluyó.
Igual suena paradójico, pero las sociedades que incurren en la endogamia ideológica me preocupan tanto como me aburren. Creo que juzgar a los cómicos, actores, escritores, músicos y derivados por la pierna de la que cojean y no por el producto que ofrecen es propio de patanes. Así pues, vivan Giró y su Late Xou, que me agradan por las razones antes expuestas, y abajo las hemofilias mentales.