Opinión

Un año y un vuelco después

El beso de Rubiales a Jennifer Hermoso - Deportes

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Al cumplirse un año del hito conseguido por la selección femenina de fútbol, es inevitable echar la vista atrás y repasar todo lo que la celebración posterior trajo consigo.

Un terremoto desencadenado por el beso no consentido —y aún no juzgado— del entonces presidente de la RFEF, Luis Rubiales, a la futbolista Jenni Hermoso. Además de eso, la “celebración” al lado de la reina  del susodicho, tocándose sus partes en un último alarde de grosería y machirulismo sin precedentes.

Es conocido todo lo que vino después. El escándalo social mundial, las presiones y hostigamiento en el vuelo de vuelta por parte del entorno del presidente, según consta en el informe fiscal, para que la jugadora hiciera una declaración conjunta, quitándole hierro al asunto y salvando a Rubiales. La negativa de ella y posterior denuncia ante la Fiscalía General del Estado tras abrir la Audiencia Nacional diligencias por un presunto delito de agresión sexual. La Asamblea posterior con el terco Rubiales aferrándose  al cargo gritando “no voy a dimitir”, los aplausos del seleccionador masculino en primer plano, la inhabilitación de FIFA mientras el CSD buscaba la fórmula para sacarse de encima el problema que el gobierno no había querido afrontar antes, la politización del “piquito”, la división social en España ante lo que estaba ocurriendo y la destitución del seleccionador Jorge Vilda como primera medida de Pedro Rocha, el interino (elegido por Rubiales) que solo llegaba para regenerar la RFEF  y acabó quedándose como presidente.

Pocas semanas después del escándalo las futbolistas de aquel equipo, que ni siquiera habían podido disfrutar de su Mundial, robado por el desgraciado beso, abrieron una crisis sin precedentes al negarse a acudir con la selección hasta que no se apartara de la misma a las personas que habían tenido que ver en el incidente.

La escena de Oliva, la noche del 19 de septiembre, con Víctor Francos, entonces presidente del CSD, mediando entre la RFEF y las futbolistas, queda para la historia negra del fútbol español.

¿Qué hubiera pasado si ellas  no se hubiesen mantenido firmes, si hubiesen aceptado que con la salida de Jorge Vilda y la inhabilitación vía FIFA de Rubiales estaba todo resuelto?

Un año después, con una Nations League ganada en febrero y cierta decepción por el cuarto puesto en los JJ. OO. de París, hay muchas aristas en todo este proceso que no han sido explicadas.

El gran error de este grupo de futbolistas, tan grandes en lo deportivo como en su determinación para desterrar comportamientos machistas enquistados durante años y años, fue sin duda la comunicación. O mejor dicho, su pésima gestión.

Nunca explicaron qué estaba ocurriendo ahí dentro, por qué 15 de ellas renunciaban a la selección en un momento tan prometedor, con un Mundial en puertas en el que intuían que podían hacer algo grande, como acabó sucediendo.

Con su silencio permitieron que la opinión pública legitimase la versión que filtró a los medios la RFEF, con la intención de manejar el relato y describir a las internacionales como unas niñas caprichosas que querían cargarse al seleccionador porque no les caía bien. Y desgraciadamente eso caló en los medios y en los aficionados.

Y así se llegó al beso, que abrió los ojos de muchos. En los meses que pasaron desde el plante de las 15 hasta la noche de Sídney, cualquier periodista deportivo escuchó preguntas del tipo “pero ¿qué pasa ahí dentro? ¿Es que las acosaban? ¿Es verdad que no quieren a Vilda porque no las deja dormir con la puerta de la habitación cerrada?”.

Sí, algunos necesitaban una respuesta de índole sexual para justificar un plante. Como si pelear por ser respetadas, por tener los mismos medios que sus compañeros y recibir el mismo trato, sin desdén, sin ninguneo, con la profesionalidad debida, no fuese una cuestión lo suficientemente importante.

Tampoco fueron capaces de explicar qué las unió y qué las desunió. De las 15 rebeldes, solo 3 fueron al Mundial, Aitana Bonmatí, Ona Battle y Mariona Caldentey, junto con Alexia, que por estar lesionada nunca se incluyó en las 15.

Casi dos años después del conflicto, aún quedan dos futbolistas por volver a la selección. Mapi León y Claudia Pina, que junto a Patri Guijarro fueron las tres  que se mantuvieron en sus trece hasta que los cambios que pedían no se produjeran. El regreso de León, complicado por lesión de menisco esta temporada, es una incógnita. Pina, ya disponible, solo estuvo en la grada de Nantes como aficionada.

Tampoco Jenni Hermoso ha explicado todo lo que vivió en aquellos días. Su aparición en TVE en las campanadas del 31 de diciembre, más allá de una suculenta cifra, alimentó aún más el discurso envenenado que la acompañó desde el fatídico beso.

Un juez dictaminará si Hermoso sufrió acoso y coacciones, tal y como solicita la Fiscalía, que pide 2 años y medio de prisión para Rubiales, año y medio para Jorge Vilda, el ex director de marketing Rubén Rivera y Albert Luque, exdirector de la selección masculina.

Seguramente ninguna condena puede compensar lo que vivió esta futbolista, ni este grupo, ni la renuncia de algunas, ni el dolor de todas. La otra condena, la social, la de las dudas y acusaciones de politización y oportunismo, se combate con la verdad de lo que ocurrió, y eso merece la pena ser contado, cuando la herida haya cicatrizado. Ojalá más pronto que tarde.