Opinión

“Transmania”, la manía trans que no cesa

Deporte trans
Teresa Giménez Barbat
Actualizado: h
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Dora Mourot es autora junto a Marguerite Stern del libro Transmania: Enquête sur les dérives de l’idéologie transgenre que se publicó el pasado mes de abril y les ha causado innumerables disgustos desde entonces. Ya en el mes de mayo tuvieron que cancelar (“cancelar”, verbo adecuado y más polisémico que nunca) una presentación en Estrasburgo por la virulencia de las amenazas que recibieron por parte del colectivo LGTBI. En su cuenta de X daba la voz de alarma: “Esto está sucediendo en Francia: Cientos de personas piden mi asesinato en Estrasburgo porque sostengo que ser mujer no es un sentimiento sino una realidad biológica. “Dora Moutot en el fondo del Rin”, dicen. Están furiosos por el libro que escribí”. Al poco tiempo, la admirada JK Rowling se solidarizaba con ellas con estas palabras: “Como alguien cuya muerte ha sido exigida en carteles por exactamente la misma razón (saber que “mujer” no es un sentimiento en la cabeza de un hombre), le envío a @doramoutot amor y solidaridad.” Sin embargo, las reacciones en contra de su libro no han cesado y esta misma semana se han visto obligadas a cancelar una conferencia prevista en Bruselas tras ser objeto de violentas amenazas de la extrema izquierda.

Y eso que Dora Moutot y Marguerite Stern provienen del feminismo militante de izquierdas. Marguerite Stern es una ex activista de FEMEN y, no hace mucho, exhibía sus pechos desnudos en Nôtre Dame de París. Dora Moutot es ex redactora jefe adjunta de Konbini, un medio online de estilo japonés super progre. Según afirman ambas, llegó un momento en que las paradojas de los derechos de los transexuales estaban relegando a la nada a las propias mujeres. Y se les ocurrió escribir un libro, mezcla de ensayo y ficción, donde el viaje tragicómico de un tal Robert y su afán en convertirse en Catherine se constituiría en parábola de lo que consideran “una realidad aterradora”.

¿Por qué la ideología transgénero se ha vuelto tan omnipresente en nuestras sociedades? ¿Por qué la discusión de su falta de fundamento científico ha acoquinado a tantos? Lo vimos crecer ante nuestros ojos y pensamos que era cosa de una minoría muy particular. Hasta que empezó a afectar a nuestros hijos. La «disforia de género» no es sólo una cuestión de tratamiento hormonal. El 75% de los niños que experimentan una transición sexual sufren graves problemas psicológicos. Enfrentarse a lo que ha resultado en una ideología poderosa, un conjunto de creencias sostenidas con el mayor sectarismo, es difícil porque hay una minúscula parte de la sociedad con problemas de este tipo que son auténticos. Pero la percepción pública de este fenómeno ha superado la realidad hasta tal punto que se ha convertido en un pánico moral. La ideología del transgenerismo ejerce un terror sobre la mente digno del estalinismo. Sufrimos una nueva policía del pensamiento que ahora persigue los crímenes de género.

Y, no. Un hombre que intenta convertirse en mujer nunca lo consigue por más que se inyecte hormonas y se practique las cirugías más excéntricas. Y no todo el mundo sabe que hay muchas más mujeres que hombres haciendo esa siniestra transición. Existen, por desgracia, muchas niñas y adolescentes que rechazan y desprecian sus cuerpos femeninos hasta este punto. Nos enfrentamos a una ideología muy invasiva que asalta sin cuartel la educación, la medicina, las redes y las leyes. Y es muy doloroso conocer a personas trans que han sido heridas por la vida y a las que ni siquiera se les permite cambiar de opinión. “Detransicionar” es visto como una traición al colectivo. Y no podemos dar tregua: la verdad puede herir a un cierto número de personas, pero la mentira destruye a la sociedad entera.

Desde la publicación en Francia de Transmania: Enquête sur les dérives de l’idéologie transgenre se ha desatado la censura y buscan que el libro sea inaccesible. Dicen las autoras que los libreros lo esconden, intentan colocarlo en lo más alto de las estanterías o simplemente se niegan a encargarlo. No me extraña en absoluto. Las mayores librerías españolas (y alguna francesa) obstaculizaron la presencia del mío. Pero la verdad se abrirá paso. Por desgracia después de haber destrozado muchas vidas.