Cada fin de semana encontráis en esta columna opinión sobre cuestiones deportivas, en especial sobre deporte femenino. Hoy no toca. Mi cabeza lleva desde el martes en Valencia, y mi corazón con todas las familias que han perdido a sus seres queridos, hijos, padres, abuelos, amigos. En la Comunidad Valenciana, Albacete y en el resto de zonas afectadas por esta trágica catástrofe.
Primero fue el asombro, luego la preocupación por familiares directos que viven en Valencia, por amigos de toda la vida. Llegó el miedo y el alivio al saber que los míos estaban bien. Después vino la tristeza y la impotencia, y en las últimas horas, a todo eso se ha sumado la indignación.
Es vergonzoso asistir al “espectáculo” que estamos viviendo. Después de la catástrofe del martes la pregunta que muchos nos hicimos es cómo es posible que los valencianos no recibiesen la alarma de emergencia que, por ejemplo, los madrileños sí recibimos en las horas previas a la DANA de septiembre de 2023. Cómo es posible que se permitiera que los ciudadanos circulasen con sus coches ajenos a la tragedia que se les venía encima. Que los trabajadores del los polígonos industriales, como por ejemplo el de Alfafar, no fueran obligados a desalojar cuando el agua ya avanzaba por los barrancos sembrando destrucción y muerte a su paso.
Es incomprensible entender cómo las autoridades no se tomaron en serio lo que era alerta roja de la AEMT avisando a los ciudadanos. Incomprensible recordar que el gobierno de la Comunidad Valenciana decidió nada más llegar, en noviembre del año pasado, suprimir la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE) que el gobierno anterior había creado con el fin de “mejorar la coordinación autonómica en la respuesta de catástrofes naturales como incendios forestales o inundaciones” por entender el ejecutivo que acarreaba un gasto innecesario.
Y después de la tempestad, no vino la calma, vino la impotencia y la desolación al comprobar la descoordinación entre el gobierno autonómico y el gobierno central, más preocupados de lanzarse culpas que de salvar a sus ciudadanos, que se estén dedicando a situar la responsabilidad de la inacción en el otro. ¿Por qué el ejercito no acudió hasta el viernes? ¿Cómo es posible que siga habiendo zonas a las que nadie ha podido acceder, vecinos con cadáveres en casa mientras miles y miles de ciudadanos cruzan a pie los puentes entre la ciudad y las zonas más afectadas para llevar agua y comida a las víctimas de la DANA que aún no tienen agua ni luz, ni internet en sus casas? ¿Cómo es posible que tres días después de la tragedia haya gente que pueda morir por falta de atención, de agua o de comida?
Mientras escribo, la cifra de muertos supera los 200, pero la de desaparecidos alcanza los 1900. “Las muertes evitables”, titula la edición del fin de semana el diario francés Liberation. Desde lejos se ve nítido lo que no se asume dentro.
La situación es dantesca y choca con la celebración de una jornada de liga (salvo los partidos aplazados por motivos obvios) con el estado de ánimo que muchos entrenadores, jugadores y demás actores del show tienen en este momento. No es de recibo. ¿Cuántas muertes hacían falta para la suspensión? Hemos visto el llanto desgarrador de Vicente Moreno, entrenador de Osasuna natural de Massanassa, a Luis García, entrenador del Alavés pero valenciano de adopción, “este partido no hay por donde cogerlo” y hasta a Pecco Bagnaia, que antes de anunciarse que no se correrá en Cheste, dio una lección de humanidad “no correré en Valencia, incluso a costa de no ganar el título”. Sensibilidad frente a negocio. El deporte es lo más importante de lo menos importante. Y todos estamos de luto.
Solo la solidaridad es luz en la tiniebla, y el deporte en estos casos, siempre arrima el hombro. Donaciones importantes, 1 millón de euros el Real Madrid, medio millón el Villarreal son dos ejemplos de muchos, cada uno en la medida de sus posibilidades. Los clubes coordinándose con Cruz Roja para canalizar la recogida de ayuda, jugadores en primera línea ayudando a desescombrar, a limpiar. Clubes organizando recogida de alimentos, agua, mantas o ropa para destinar a los afectados. El Valencia abrió Mestalla como punto de recogida con la colaboración del Banco de Alimentos. Lo mismo hizo el Levante, cuyo presidente, Pablo Sánchez se subió a una furgoneta para repartir la ayuda en Picanya, una de las localidades devastada por la DANA. Y algo que hasta ahora no había sucedido, el grito de algunos deportistas que han roto una norma no escrita pero habitual, la de no pronunciarse, no alzar la voz, por temor a recibir críticas de unos o de otros.
Bien claro ha escrito en “X” la reciente Premio Princesa de Asturias Carolina Marín. “Frente a los políticos, el orgullo de la gente. Unos eliminaron recursos y fallaron en la prevención, otros tampoco demuestran estar a la altura. Mientras, las personas dando lo mucho o poco que tienen por ayudar a los demás. Solidaridad” . Qué razón tiene Carolina y qué buen ejemplo , el contenido del mensaje y la valentía de lanzarlo. Más voces como la suya.