Opinión

Todos juegan

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El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha desencadenado más movimiento del que se esperaba. Estos días hemos visto caer las bolsas mundiales como respuesta a las nuevas políticas arancelarias anunciadas por el presidente de Estados Unidos.

Para los más entendidos, hablar de aranceles no es nada nuevo. Este instrumento ha servido en la historia reciente como moneda de negociación entre países, para moderar y calcular su fuerza, además de fomentar la inclusión de otras economías, imprescindible en estos tiempos de mercado globalizado.

Se habla de un 20% generalizado para la Unión Europea, pudiendo alcanzar estos hasta un 25% -o más – en productos y sectores específicos, como el de la automoción. Desde la Casa Blanca se habla de “aranceles recíprocos”, según su punto de vista, surgen como respuesta a los costes que ya soportan los productos americanos en otros mercados.

La realidad es que la presión sobre la industria europea no es algo nuevo, y esto debería de hacer reflexionar a la UE sobre si el exceso de regulación está acompañando al crecimiento de los diferentes sectores o si, por el contrario, nos está haciendo más débiles ante las políticas arancelarias.

Por el año 2021, un ejecutivo estadounidense encabezado por Joe Biden culminó una promesa del primer mandato de Trump y asestó un duro golpe al sector industrial eólico español: EEUU impuso un arancel del 73% sobre el precio de venta de estos productos. En España se fabrica un 50% de las torres de acero que se manufacturan en toda Europa. Esta medida provocó una escalada de decisiones como la de cerrar el mercado americano y centrarse en otros de proximidad, que pudiesen dar a los fabricantes más seguridad jurídica.

Trump ha anunciado nuevos aranceles para las torres de fabricación europea de más del 28%, pero este golpe será esquivado gracias a que los propios fabricantes cerraron ese mercado tras la subida arancelaria de hace 4 años.

Cada país está en su derecho de imponer los aranceles que estime convenientes, es parte del ejercicio de la soberanía y se viene haciendo desde hace décadas. Quizás no estamos tan acostumbrados como sociedad a que esto sea tan público.

La Unión Europea ha movido ficha con propuestas como la de abrir canales de diálogo para alcanzar un posible arancel cero a la industria. Comienza la dialéctica y la negociación.

Aunque la lucha política a través de los aranceles no es nueva, es devastadora por las consecuencias que pueden producir, especialmente en estos tiempos de la política del espectáculo.

No se puede responsabilizar a los países por aprobar aranceles “recíprocos”. Pero sí podemos exigir a nuestros dirigentes que hagan todo lo posible para que la situación sea llevadera y se establezcan mecanismos que propicien el crecimiento de la economía y nuestros sectores.

Los aranceles anunciados no son una sorpresa, pero sirven de advertencia ante las deficiencias en cuanto a las capacidades políticas de los estados y de la Unión Europea. Nos enfrentamos a grandes retos ante los que nos sabemos si estamos preparados.

En este tablero todos juegan, pero solo los más preparados sobreviven.