Opinión

Tertulias para terraplanistas

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En estas semanas de excedencia opinadora —gracias, ARTÍCULO 14, por acoger estas neuras mías— quizá el gran acontecimiento periodístico nacional ha sido la entrevista que Javi Poves, entrenador del Moscardó, concedió a El partidazo de Cope. Lo he escrito con ironía, claro, pero lo peor es que quizá sea cierto. Ahora mismo no me viene a la cabeza ninguna otra que haya gozado de esa viralidad, que haya sido rebotada con tanto entusiasmo por otros medios, incluso por algunos cuyos periodistas criticaban en las redes a Cope por dar a un terraplanista justo lo que quiere: casito.

De entre los motivos más extendidos para ponerse estupendo con la prensa, hay uno con el que no comulgo, y eso que hacerse el digno resulta una fórmula infalible para engatusar al personal: consiste en rasgarse las vestiduras y más allá cuando un medio de comunicación entrevista a un amplio abanico de personajes poco recomendables: de criminales del peor pelaje o activistas de ideologías extremas a meros portadores de paparruchas, como el caso que nos ocupa. Su principal argumento —a esta gente no hay que prestarle un altavoz— se desvanece si enfrente hay un periodista capaz de hacer su trabajo: preguntar, repreguntar, rebatir y, llegado el caso, poner en evidencia. Cuando eso no sucede y todo acaba siendo por las risas, entonces sí, podemos lamentar el tiempo desperdiciado (la entrevista a Poves duró 48 minutos, casi medio programa), que bien podía haberse destinado a personajes con cosas más interesantes que contar. O si no más interesantes, al menos reales.

No voy a dedicarme aquí a repetir y desmontar su catálogo de magufadas. De hecho, mi intención en cierto modo es elogiar al terraplanismo. Llevan siglos redondeando un argumentario que, a estas alturas, no deja ni un cabo suelto. No hay pregunta para la que no tengan respuesta. Son todas ridículas, claro, pero siempre tienen una.

A los oyentes de la radio deportiva esta postura no les habrá pillado por sorpresa. Están acostumbrados a oír cada día a este tipo de personajes: tertulianos que, en sus defensas a ultranza, también tienen siempre respuestas para todo. El mismo penalti que a principios de temporada les parecía “de chiste” puede ser “claro” cinco meses después, dependiendo de si el color de la camiseta les agrada o no. Si alguien les pide explicaciones, siempre tienen una excusa a mano y ni siquiera es necesario que resulte creíble: hablan sólo para los suyos, los que ya están convencidos de que Kepler era un impostor y de que, guiñando mucho los ojos, desde el Puerto de Barcelona se puede ver Valencia.

Estos individuos, más próximos al activismo, proliferan por un motivo escalofriante: la cantidad de gente que prefiere que sus ideas, gustos o intereses prevalezcan sobre los hechos. Dime que la tierra es plana, dime que Stanley Kubrick dirigió la presunta llegada del hombre a la luna, dime que nuestros hijos pertenecen al estado y nos los cede en usufructo… y sobre todo, dime que el segundo gol debió ser anulado por claro fuera de juego posicional.