Opinión

Sustancias

Fotograma de 'The substance' ('La sustancia'), protagonizada por Demi Moore y Margaret Qualley
Actualizado: h
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Seguro que ya han oído hablar de The Substance (película a la que, por cierto, el otro día María Patiño llamó “Sustancias”), el fenómeno gore chic en el que Demi Moore consume un producto que la divide en dos, creando una versión joven, nueva, brillante, de sí misma. De la película no les voy a hablar: véanla. Les quiero hablar de la sustancia en sí. Ya ha habido chistes y comentarios que señalan que la sustancia es en realidad el Ozempic, es decir, la semaglutida. No está probado que, al inyectarlo, se abra la columna vertebral para dar paso a una versión rejuvenecida de uno mismo.

Lo que sí es real es que el Ozempic adelgaza. Pensado originalmente para la diabetes, se ha convertido en un medicamento mágico que suprime las ganas de comer. Puede que usted conozca esta sensación: estar pensando todo el día en comer. Comer sin hambre. Morder, paladear, y tragar sin apenas masticar. Engullir alimentos blandos, suaves, de textura gustosa (siempre hidratos de carbono simples). Notar el chispazo cerebral que produce el azúcar, con su majestuosa pero momentánea sensación de felicidad. El electrizante gusto del glutamato monosódico (con todos sus nombres). El olvido de los problemas, más embriagador que el abrazo de una madre. Y luego, el vacío, la culpa, la duda y la ansiedad hasta la siguiente dosis.

Quizás usted esté familiarizado con la felicidad de pedir un batido de chocolate, meter la pajita, y beberlo en apenas diez sorbos, con el paladar aún helado y anestesiado por la esponjosidad de la nata montada. Si sabe de lo que hablo, se imaginará lo liberador que es tener un medicamento que suprime esa adicción en cuestión de horas. Lo que en principio era para diabéticos es hoy el grial que puede sanar a todos los adictos que la industria alimentaria ha creado. Es milagroso el efecto del Ozempic. Volver a ser uno mismo, libre, delgado, ágil.

Y, como en The Substance, en algún momento habrá una contrapartida. Cada cosa en su lugar, y lo que tomas de un lado, lo devuelves en otro. Ya llegará el momento en el que se asocie el Ozempic con a saber qué efectos secundarios. A lo mejor un día vuelve el ansia por comer, pero multiplicada por diez. A lo mejor surge una nueva adicción. Tal vez una depresión, o un tumor. Quién sabe.

De comida especial a postre diario

Nada es gratis en la vida (en The Substance sí, porque no consta que Demi Moore pague tan aparatoso medicamento). En 1993, cuando el problema de la obesidad era aún una cosa de los Estados Unidos y poco más, un anciano Roald Dahl publicó un pequeño libro llamado Mi año, donde glosaba cada uno de los doce meses. Creo que fue en el capítulo de septiembre cuando contaba cómo, un día, le ofreció a unos niños unas manzanas de su huerto. Ellos rieron y rechazaron las frutas. A ellos no les sabían a nada. Las manzanas, con el paso del tiempo, habían dejado de ser un manjar, sustituidas por una interminable variedad de golosinas, chocolates, y bollitos industriales. Lo que empezó siendo una comida para los días especiales terminó siendo el postre diario, perdiendo su sentido original, y cambiando nuestro paladar.

Yo, que nunca he sido amiga de la fruta (tengo un problema que, si alguien más tiene, pido que se ponga en contacto conmigo: la textura de la fruta me provoca tales arcadas que la tengo que consumir sin que toque apenas mi lengua), veo como un fracaso de nuestra civilización el que la comida natural sea, para empezar, accesible a menos bolsillos que la comida ultraprocesada y , para terminar, que los sabores artificiales nos hayan anestesiado tanto el paladar que no comamos para alimentarnos sino para acceder a esa efímera chispa del sabor artificial.

No es casual que haya intolerancias, cuando prácticamente todos los alimentos ultraprocesados llevan trigo, lactosa, grasa, y azúcares. Lean las etiqueta de cualquier cosa: llevarán estos cuatro ingredientes (atentos también a los químicos que imitan el azúcar).

Si la mitad del mundo que anda sobrealimentada tomase Ozempic para dejar de depender del azúcar, ¿cuánto tardaría la industria alimentaria en crear una nueva adicción, más potente, más inmediata, y más económica? Si todo lo que tomas de más lo tienes que devolver al otro lado, ¿Qué no tendrán que pagar los responsables de este desatino que es la sumisión a la comida basura?