Opinión

Sueños

María Jesús Güemes
Actualizado: h
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La vida se puede resumir en una lista. La gente suele ordenar sus libros, escoge sus canciones favoritas y hasta pone a sus amigos un rango de preferencia. A mí, sin embargo, me cuesta elegir. No es por no tenerlo claro. Más bien me resisto a situar lo que sea en primer lugar. Se le da un valor incalculable y, de ese modo, el segundo puesto desmerece, de forma automática, por mucho que esté bien colocado en el ranking.

Así que no puedo decir que Cinema Paradiso corone mi top 10 de películas, aunque sea una de las que más me gustan. Sin duda, la historia de Alfredo y Salvatore impresiona. A estas alturas, imagino que ya la conoce todo el mundo. Los protagonistas son un hombre mayor que encierra mucha sabiduría y un niño que crece a su lado y la va almacenando. “Hagas lo que hagas, ámalo”, le susurra al oído el viejo al chico en un momento dado. Es uno de los muchos consejos que le da.

Esta producción, dirigida por Giuseppe Tornatore, rinde además homenaje al mundo del cine. Habla de su evolución, de su magia y de lo que significa para muchas personas: desde pasar un simple rato de entretenimiento a experimentar una completa evasión. En este caso, se alcanza gracias a una delicada banda sonora a cargo de Ennio y Andrea Morricone. Ambos encontraron la música perfecta para describir la nostalgia.

Ahora que estamos en época estival y las pantallas se trasladan a las playas, a los parques o a los balcones de las casas, me han venido a la cabeza dos escenas maravillosas de este film. Una de ellas es el instante en el que se proyecta una cinta en blanco y negro sobre la fachada de una de las viviendas de la plaza del pueblo siciliano para que la sigan aquellos que se han quedado sin acceso a la sala. Otra, ya en color, muestra el avance del tiempo y un recinto cercano al mar donde los que pagan su entrada se acomodan para ver a Kirk Douglas, mientras algunos observan sus aventuras desde barcas estratégicamente situadas.

Ambas me transportan hasta nuestros cines de verano donde hemos estado todos comiendo pipas hasta que se nos han cuarteado los labios, removiéndonos sobre esas incómodas sillas blancas de plástico… De niños se nos permitía trasnochar por un día, nos daban un bocata y nos decían que nos echáramos algo por encima si refrescaba.

A mí, desde luego, me influye lo que veo. Si salgo de un musical, salgo bailando. Si es un drama, sufro como nadie. ¿Y qué ocurre cuando llega el fundido a negro pero continuamos dándole vueltas al argumento? ¿Cómo nos afecta, qué huella nos ha dejado, nos sirve para analizar nuestro entorno? En la mayoria de los casos, sea un reflejo de la realidad o una invención, lo que visualizamos nos ayuda a pensar. El padre de la Nouvelle Vague, Jean Luc Godard, decía que “el cine es la verdad 24 veces por segundo”. En su obra, al igual que en Cinema Paradiso, se rinde continuamente homenaje a directores y clásicos.

Esta última es emotiva y bella, pero también creo que la he encumbrado por el recuerdo que tengo asociado a ella. Por supuesto, la he visto en varias ocasiones, aunque una fue muy especial porque lo hice con mi hijo durante unas vacaciones. Sentados juntos en el sofá. Por aquel entonces todas las noches había sesión y era importante poder descubrirle algunas cosas porque ya estaba rozando esa edad en la que no querría que le enseñara nada más.

Le marcó. Creo que dentro de él se activó un interruptor y su sensibilidad afloró. Ahora, como Salvatore, quiere dedicarse a dirigir cámaras para sacudir a los demás. Yo no soy tan sabia como Alfredo, pero tengo también una recomendación. Es muy básica, pero se olvida pronto. Merece la pena perseguir los sueños. Si se consiguen, bien. Si no se logran, uno jamás podrá decir que no lo intentó. Y otra cosa más: los sueños no tienen edad. Algunos seguimos luchando por alcanzarlos.

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