Opinión

La estrategia de la mentira

Teresa Giménez Barbat
Actualizado: h
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Lo ha afirmado sobre el comisionista Víctor de Aldama.  Y es un sarcasmo tan colosal que, si no fuera porque estamos sufriendo las consecuencias de su gobierno a un nivel gravísimo, podríamos considerar su acusación como digna de las más excelsas musas. Del asesinato considerado como una de las bellas artes es una obra maestra de la sorna y la ironía. Thomas De Quincey la escribió representando la lectura de las actas de una cena conmemorativa de una tal “Sociedad de Conocedores del Asesinato”. Según De Quincey, el homicidio constituye un arte que ha ido perfeccionándose desde Caín y, como tal, puede ser objeto de un goce estético. En la trama Ábalos, De Aldama, Koldo y, un suponer, Mr.& Mrs. X, aún no se ha matado a nadie, que sepamos. Aunque al parecer hubo un Audi que resultó bastante dañado.

“La estrategia de De Aldama es la mentira”, y lo dice sin rubor el que sí sabemos que ha hecho de la mentira la estrategia de defensa de todas sus políticas. Sin rubor, digo, ha defendido que su Ejecutivo es “limpio” y que su “planteamiento siempre ha sido que cualquier atisbo de corrupción en el Gobierno iba a ser extirpado de raíz. Y eso hemos hecho”. Y, mientras tanto, todo lo que Sánchez y los suyos (ya se verá si más adelante ese “y los suyos” se puede describir con términos prestados de la cosa nostra) han estado calificando como “máquina del fango” ha ido mostrándose mucho menos enfangado y más cercano a los hechos de lo que nos querían hacer creer.

Con unmenuda inventada el presidente ha rechazado cualquier voluntad por su parte en coincidir con De Aldama. Una expresión que no estará en el diccionario (aún), pero que también pasará al catálogo de esa fabulación perversa que es la vida del Jefe del Ejecutivo. ¡Qué fingimiento! ¡Qué cuajo! En La insensatez de los necios, Robert Trivers habla del significado del engaño y de las particularidades de su mecánica. La mentira es una práctica profundamente arraigada en los sistemas vivos y que ha sido seleccionada en el proceso de la evolución. No solamente los seres humanos mienten. Las investigaciones muestran un gran número de ejemplos en que los seres vivos emplean la mentira con el único fin de sobrevivir. Desde las plantas polinizadoras a los animales depredadores, la mentira es clave de supervivencia.

Sabemos que el mejor mentiroso es aquel que se cree las propias mentiras. Existe realmente la conjetura de que la mente puede haber sido “diseñada” por la selección natural para engañarse a sí misma a causa de lo práctica que puede resultar esa habilidad. Para mentir bien, primero hay que interiorizar las trolas, creerlas. La naturaleza diseñó esa guerra de armamentos durante millones de años. El mejor mentiroso no es aquel que simplemente miente, sino quien consigue mentirse primero a sí mismo de tal manera que ya no emita las señales típicas de quien es consciente de que no dice la verdad y que el otro puede leer. Y a ese depredador que es Sánchez le han salido las patrañas a cuenta. Pero ya le delata la saturación. Se nota que sus desagües y cañerías morales están que rebosan. Los materiales fecales y los desechos tóxicos le pasan factura. Acumula más lodo podrido que el alcantarillado de Paiporta, que es mucho.

Desde la emergencia del lenguaje, los humanos vivimos en un mundo altamente complejo formado por mentirosos y por personas que son engañadas por mentirosos. De tal forma que los procesos de identificación y de provocación del engaño están coevolucionando al mismo tiempo en términos de complejidad y eficiencia. El que va a mentir perfecciona sus armas y la potencial víctima las suyas para detectarlo. Nosotros somos las víctimas,  y algunas clichamos a Sánchez desde el primer día. Pero tampoco parecen tontos los miembros de esa trama que hasta hace un par o tres de años (más o menos cuando la dimisión de Ábalos) el presidente consideró segura. Ahora va a ser la verdad el arma letal de los mentirosos contra los mentirosos. Relajémonos y disfrutemos: sin duda estamos ante una de las Bellas Artes.