Opinión

Sostener a Kamala Harris

Harris
Ángeles Caso
Actualizado: h
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“La igualdad será real cuando una mujer tonta pueda llegar tan lejos como llega un hombre tonto”. La frase no es mía, sino de la endocrinóloga y feminista estadounidense Estelle Ramey. Nacida en 1917, Ramey sabía muy bien de lo que estaba hablando: había visto una y otra vez cómo, a pesar de su preparación y su talento, se le negaba el acceso a determinados puestos para concedérselo a hombres menos capacitados.

Estelle Ramey se dio a conocer en 1970. Ese año, el doctor Edgar Berman, miembro igual que ella del Partido Demócrata, se atrevió a enfrentarse a las crecientes exigencias de igualdad en el seno de su organización con afirmaciones pseudocientíficas que pasaban —qué raro— por las hormonas femeninas. Según él, las mujeres estamos sujetas “a enfurecidas tormentas de desequilibrios hormonales mensuales”. Pero el colmo de nuestra ineptitud, sostenía el médico, llegaba con la menopausia. En uno de sus discursos, se atrevió a afirmar que una mujer menopáusica no está capacitada para enfrentarse a las crisis políticas.

El doctor Berman no decía nada distinto de lo que cientos y cientos de científicos, pensadores y moralistas de todo tipo habían estado sosteniendo durante siglos. Incluso nada diferente de lo que otros muchos seguirían asegurando después de él. Pero en 1970 ya había mujeres lo suficientemente preparadas como para hacer frente a esas ideas misóginas y falsas. Estelle Ramey fue una de las que le plantó cara con más brillantez, amparándose en datos realmente científicos y no en prejuicios sexistas, y convirtiéndose así en una de las voces más relevantes del feminismo estadounidense.

Mientras observo con emoción la llegada de Kamala Harris a la candidatura a la presidencia de los Estados Unidos, recuerdo la frase con la que he abierto este artículo. No porque crea que Harris es tonta —mi idea sobre ella es más bien la opuesta—, sino precisamente porque, a pesar de lo mucho que han cambiado las cosas desde 1970, estoy segura de que se ha pasado la vida teniendo que soportar que hombres mucho menos capacitados que ella la adelantasen en cualquier terreno por el mero hecho de poseer un órgano sexual que les cuelga entre las piernas: discúlpenme la crudeza, pero esa es la realidad patriarcal.

La actual vicepresidenta —y confío en que futura presidenta— tiene ya sesenta años. Había cumplido los seis en 1970, cuando Estelle Ramey se vio obligada a desmentir las teorías hormonales del doctor Berman y tantos de sus congéneres. Ha crecido y se ha ido haciendo mayor en un mundo en el que ser mujer todavía es una clara desventaja, reforzada en su caso por el hecho de tener sangre afroamericana e hindú y ser, para colmo, guapa: si eres atractiva, ya saben, no puedes ser también inteligente. Para el machismo, la unión de esas dos condiciones es el colmo de la agresividad femenina.

Y lo cierto es que, por muy valiosa que Harris sea, lo que la ha colocado en el lugar que ocupa ahora, al borde de ser la primera presidenta de los Estados Unidos, ha sido una crisis gravísima. De no haberse generado tantas dudas sobre la capacidad de Biden a muy pocos meses de las elecciones, habría seguido oculta, silenciada en ese rincón oscuro de la Casa Blanca al que parecen haberla empujado en estos últimos años, tras haber comprobado que se atrevía a brillar demasiado. Esta es una realidad que se repite una y otra vez en la historia del género femenino: solo cuando las cosas se ponen muy feas, el tonto de turno se desvanece y el sistema le abre paso a una mujer lista. Parece que somos más capaces de reparar los platos rotos, incluso aunque estemos menopáusicas.

Ahora mismo, todo es entusiasmo en torno a Kamala Harris: en el Partido Demócrata se ha abierto una ventana por la que entran rayos de sol y una brisa alegre y fresca. Pero estoy segura de que le esperan tiempos difíciles, que llegarán pronto en forma de tormentas no precisamente de hormonas femeninas, sino de insultos y presunciones misóginas. De momento, Trump ya ha dicho que está loca, una definición que ha servido tradicionalmente para desacreditar a las mujeres que se apartan de la sumisión y la pasividad. Probablemente oiremos cosas aún peores: los tontos se agruparán en su esquina y se unirán para lanzar piedras contra ella. También los de su propio partido, no me cabe duda.

Sé que es radicalmente injusto exigirle a una mujer que nos represente a todas. Pero en este momento, Kamala Harris, lo queramos o no, es la mujer al frente de todas las mujeres. Así que espero que cuando le llegue la lluvia de piedras machistas, seamos capaces de rodearla y sostenerla, porque nos estaremos sosteniendo a todas nosotras.