Opinión

Sin etiquetas mejor

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Vivimos, por suerte, en una era de grandes libertades y posibilidades. Desde la política hasta la moda, pasando por otros sectores culturales y sociales, cada vez más se promueve la idea de la libertad individual y la no imposición de reglas predeterminadas. Sin embargo, es paradójico observar cómo, a pesar de esta supuesta libertad, nos encontramos en un momento en el que todo parece estar cada vez más condicionado por etiquetas y nuevos términos. Esta proliferación de tecnicismos y nombres imposibles parece que, cada vez más, lejos de ayudar, confunde y acaba por limitar la auténtica libertad que verdaderamente se predica. Cada vez veo más banderas, más tribus, más términos y referencias nuevas que, paradójicamente, vienen de sectores que son los primeros que promueven la necesidad de no etiquetar constantemente. Curioso.

La intención de poner etiquetas a todo puede tener origen en un intento de organizar y comprender mejor el mundo que nos rodea. Sin embargo, en el proceso terminamos encasillando y restringiendo la diversidad de experiencias y expresiones humanas. La moda, por ejemplo, que debería ser una expresión personal y creativa, está repleta de términos que etiquetan estilos, géneros y tendencias, a veces tan específicas que resulta, disculpen la expresión, un coñazo seguir el ritmo. Y lo mismo ocurre en la política, donde la terminología se está volviendo cada vez más compleja y en muchos casos para terminar finalmente siendo excluyente, en contra de lo que parece predicarse.

Quizá deberíamos replantearnos o bajar el ritmo de esta tendencia a etiquetarlo todo, ya que, curiosamente, puede terminar por conseguir todo lo contrario a lo que se pretende y acabar por llevarnos a la fragmentación y creación de barreras artificiales entre las personas. En lugar de fomentar una auténtica comprensión y aceptación de la diversidad, las etiquetas, no nos olvidemos, a menudo sirven para segregar y dividir. La libertad real debería significar la capacidad de vivir y expresarse sin estar constreñido por definiciones impuestas externamente. Por cierto, recuerdo que esto es solo una columna de opinión.

Probablemente, la clave para escapar de este sin fin de etiquetas, muchas cada vez más autoimpuestas, radique, como muchas cosas en la vida, en la importancia de desarrollar un criterio propio y una opinión personal fundamentada. En lugar de aceptar pasivamente las categorías y términos que se nos presentan, deberemos probablemente cuestionarlos y formar nuestras propias opiniones. Lo cual implicará siempre un esfuerzo consciente por educarnos y entender las cuestiones a un nivel más profundo.

El pensamiento crítico y la reflexión personal son y serán siempre esenciales. No se trata de rechazar todo lo que viene etiquetado, sino de ser capaces de discernir qué es relevante y qué no lo es para nuestra propia vida y experiencias, para no dividirnos todavía más.

Si hablamos en el fondo de permitirnos una mayor flexibilidad y adaptabilidad en nuestras interacciones y percepciones, creo que poco sentido tendrá el condicionarnos (etiquetarnos) cada vez más. Si bien el individualismo impera y todos queremos, o bien sentirnos parte de un nicho, especiales o diferentes, las etiquetas por su naturaleza son estáticas, rígidas y queramos o no, acaban por condicionarnos, mientras que la vida y las experiencias humanas son, o deberían ser, dinámicas en constante cambio.

Como decía al principio, vivimos por suerte en una era que promueve la libertad individual y la no imposición de reglas, pero que, sin embargo, parece que estamos cada vez más condicionados por una proliferación de etiquetas y tecnicismos o sentimientos individualistas que muchas veces acaban por confundirnos todavía más.

A la moda, la política o la propia sociedad en sí, les sobran etiquetas y les falta más respeto. Quizá no haya que ponerle nombre a todo y simplemente debamos fluir un poco más. Con lo que somos, sentimos o queremos. Simplemente, ser libre de elección sin condicionantes previos. Solo así podremos navegar de manera verdaderamente flexible en un mundo que es, en última instancia, demasiado complejo y rico para ser capturado completamente por cualquier sistema de etiquetado. Si bien como en todo, dentro de un orden siempre serán necesarias y nos ayudarán a vivir mejor, la pregunta es, en cambio, si de verdad necesitamos ponerle nombre a todo. Quizá debería ser suficiente con el hecho de ser y pensar libremente.