Opinión

Símbolo

María Jesús Güemes
Actualizado: h
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Verde, morado y rojo. Esos son los colores que aparecen en la bandera que borda Mariana Pineda. También en los tres vestidos que luce sobre el escenario Patricia Guerrero en su interpretación de esta mujer que luchó por la libertad y contra el absolutismo de Fernando VII. Prefirió morir antes que delatar a sus compañeros.

Altiva, racial, poderosa, apasionada, política, combativa, temerosa y rota. No hay calificativos suficientes para definirla, pero todos ellos se plasman en este romance popular en tres estampas con el que el Centro Danza Matadero ha abierto sus puertas. A lo grande: con una representación espectacular en la que el equipo artístico se deja la piel y el público sale contagiado del vibrante taconeo del Ballet Flamenco de Andalucía.

Federico García Lorca se habría sentido orgulloso de la composición. La figura histórica de Pineda inspiró muchas coplas y obras literarias. Entre ellas, una pieza de teatro del poeta granadino. En el texto, al principio, nos presenta a la protagonista a través de sus amigas. Estas le están contando que tiene un pretendiente prendado de su belleza: “Dijo que en tus ojos había un constante desfile de pájaros. Un temblor divino, como de agua oscura, sorprendida siempre bajo el arrayán, o temblor de luna sobre una pecera, donde un pez de plata finge rojo sueño”.

En Matadero no hacen falta palabras. Las pintan 16 bailarines con sus coreografías. Además, la guitarra, un cante desgarrador y un estribillo a modo de rezo, nos resitúan de vez en cuando en la narración.

Alrededor de Pineda hay tres hombres. Está su amigo Fernando, eterno enamorado que ayuda sin ser correspondido. Por otro lado, el amante Don Pedro de Sotomayor, un miembro del movimiento revolucionario que escapa de prisión y prepara una insurrección. Y el alcalde de la ciudad, Pedrosa, que persigue a los conspiradores y pretende que Mariana acceda a sus requerimientos amorosos.

Su autoridad infunde terror y nos recuerda el gran número de mujeres que se han visto sometidas a lo largo del tiempo. Pineda lucha, no cede y le va la vida en ello. Para aquella época fue un símbolo. Hoy en día, reconocemos que, gracias a ella y a otras muchas heroínas, hemos construido un universo femenino bien valiente.

Cuando Pedrosa, encarnado por Alfonso Losa, aparece en escena se extiende un silencio gélido. Impone con su uniforme negro. Sus gestos expresan que aquí se hace lo que yo digo, lo que yo ordeno, lo que yo quiero… Está despechado y es un terremoto -sobre todo en el duelo que mantiene con Pineda- que sacude los cimientos del Centro Danza Matadero.

Este nuevo espacio -dirigido por la coreógrafa y Premio Princesa de Asturias de las Artes 2022, María Pagés, y el dramaturgo El Arbi El Harti– dará a la danza el apoyo que necesita. Hay que otorgarle mayor visibilidad y evitar que sea elitista. A nosotros nos servirá como escape a la rutina, como respiro para los corazones amantes del arte y será un lujo para todos aquellos que buscamos algo de armonía que nos transforme por un instante.

Lorca llega al último acto con una Pineda exaltada ante Pedrosa. “No diré nada, como usted querría. A pesar de tener un corazón en el que ya no caben más heridas. Fuerte y sorda seré a vuestros halagos. Antes me daban miedo sus pupilas. Ahora le estoy mirando cara a cara y puedo con sus ojos que vigilan el sitio donde guardo este secreto que por nada del mundo contaría”.

En el tablao se acercan al final de otra forma, entre susurros que hablan de amor y eternas soledades. Figuras de negro avanzan hacia Mariana y la sepultan, hasta que se zafa y emerge entre enaguas blancas, digna y radiante. Es ajusticiada, pero logra que su nombre perdure para siempre.

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