Opinión

Sigue habiendo esperanza

Teresa Giménez Barbat
Actualizado: h
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A una le cuesta seguir siendo optimista con los progresos de la Humanidad. Y más estos días en que la prensa no puede llevar otra cosa que la actualización de la información de una de las peores catástrofes que ha vivido este país. Sí, hay momentos en los que ansías un rayito de sol o de esperanza. Y, enganchada al móvil, lo he encontrado en un tuit de Steven Pinker en X. Con una cuestión que nos afecta de forma muy especial a nosotras, las mujeres de este planeta. Me refiero a esta maravilla que está resultando ser la vacunación contra el cáncer cervical.

Cuesta ver, como digo, que el mundo mejore ante las imágenes de una desolación de la que gran parte de la culpa la tiene la inoperancia y la falta de racionalidad y de comprensión cabal de todo lo que la ciencia ha puesto en nuestras manos. Hablo de recursos, de medios que ya tenemos. Es incomprensible y desalentador. Pero por suerte están pasando otras cosas en el mundo, y muchas, muchísimas son buenas. Y, hablando de Pinker, no puedo dejar de mencionar unas palabras del prólogo del su esclarecedor En defensa de la Ilustración. Dicen: “Vivimos más años y la salud nos acompaña, somos más libres y, en definitiva, más felices; y aunque los problemas a los que nos enfrentamos son extraordinarios, las soluciones residen en el ideal de la Ilustración: el uso de la razón y la ciencia”. Los titulares alarmistas y las profecías de desastres utilizan nuestros sesgos, nuestros prejuicios psicológicos para ver sólo lo malo. Pero los datos empíricos, leemos, “muestran que la vida, la salud, la prosperidad, la seguridad, la paz, el conocimiento y la felicidad van en aumento, no solo en Occidente, sino en todo el mundo”.

Efectivamente. Cada año, más de medio millón de mujeres son diagnosticadas con cáncer de cuello uterino y más de 300.000 mueren a causa de esta enfermedad. Estas muertes son particularmente trágicas porque podemos prevenirlas mediante la vacunación y la detección temprana. Como he dicho antes, ¡ya tenemos las herramientas! Como saben, el cáncer de cuello uterino es causado por un virus que se propaga a través del contacto físico. El sexo es especialmente transmisor. Puede infectar células en el cuello uterino, la vagina o la boca. Los hombres pueden infectarse en el pene, en la boca y otras partes del cuerpo. Pero ese virus es el VPH, el “virus del papiloma humano“, que es muy común. El vínculo entre el VPH y el cáncer de cuello uterino fue descubierto en la década de 1980 por el científico Harald zur Hausen, que más tarde ganó un premio Nobel. A partir de ese descubrimiento ha sido posible eliminar casi totalmente este tipo de cáncer con las vacunas existentes. Las tasas de cáncer de cuello uterino han disminuido considerablemente entre las generaciones más jóvenes y algunos países ya están en camino de lograr este objetivo en una década. En Inglaterra, por ejemplo, las cohortes más jóvenes vacunadas en la escuela muestran tasas de cáncer de cuello uterino tremendamente más bajas que las cohortes mayores cuando alcanzan la misma edad.

Si lográsemos tasas de vacunación del 80% al 100% tanto para niños como para niñas, con vacunas de recuerdo para adultos, se podrían prevenir casi 50 millones de casos de cáncer de cuello uterino para el año 2100. ¡Esa es una gran noticia! Si invertimos en lo importante, como en vacunación y detección, el mundo podría salvar cientos de miles de vidas cada año, prevenir sufrimiento evitable y hacer que el cáncer de cuello uterino sea una enfermedad del pasado. Por desgracia muchos países todavía están rezagados pues no tienen fácil acceder los a suministros, a veces limitados, de esas vacunas. Y no dejemos de mencionar que otros han tenido bajas tasas de vacunación debido a conceptos erróneos populares, prejuicios e incluso supersticiones. Hay mucho aún por hacer, pero los avances de la ciencia nos dan una gran oportunidad. Sigue habiendo esperanza.

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