Opinión

Serendipia Digital: cuando el error te lleva al amor

Phil González
Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

¡No le des al like, esto no es para ti!

Hace unos días me encontré con este llamativo comentario bajo la foto de una simpática pareja.

Saúl y María no son una pareja cualquiera. Son de esas personas discretas a las cuales pillas enseguida afecto. Llevamos años sin vernos, pero les sigo teniendo mucho aprecio.

Hace una década ya de los acontecimientos del siguiente relato, me encontraba redactando mi primer libro sobre Social Media y decidí dedicarles un capítulo. Hablamos siempre de Redes Sociales y de sus efectos perversos, pero hoy os vengo a contar una historia con final bonito.

¿Fue por error o por pura casualidad?, ¿fue una señal del destino o un mensaje del universo? Algunos lo llamaréis serendipia digital. Ocurrió a raíz de un sencillo despiste, de una anodina interacción. Hace justito once años, sus destinos se cruzaron. Sin saberlo, sus vidas y sus corazones iban a dar un vuelco para siempre.

Cuando el error te lleva al amor

En esa época la joven María se dio de alta en Instagram. Poco conocedora de la aplicación, quería dejarle un comentario a un amigo. Ella tecleó una búsqueda y la app hizo milagrosamente el resto. Sin darse cuenta la puso erróneamente en contacto con Saúl, y así empezó todo. Le había escrito un comentario a un desconocido. Saúl se sorprendió primero, contestó muy cómodo y dejo fluir la conversación.

Solo se habían cruzado unos cuantos mensajes, pero les fue poco a poco apeteciendo seguir hablando. A los dos días de ese agraciado imprevisto de la vida, él se iba de viaje a China. “No sé lo que me está pasando, ni lo que le pasa a ella, pero está claro que algo muy diferente está ocurriendo…”

Siempre pasa igual. Conoces a esa chica o a ese chico que te llama la atención a la hora del cierre de un bar, al despedirse de una fiesta, al acabar el curso universitario o al consumirse las vacaciones de verano en la playa. Saúl, él, no tiró la toalla.

Se fue a Asia. Durante los quince días de su viaje no paró de mandarle misivas a las cuales ella, contestaba emocionada. Él contaba sus aventuras mochileras por oriente y ella las suyas por la capital. Era como si ese viaje lo hicieran juntos. Ella acompañaba virtualmente al viajero a todos lados y lo compartían todo.

Por las mañanas, al despertar le podía el ansia. Antes de salir de ruta, se apresuraba en descargarse los mensajes con la wifi del hotel. Ella, con el cambio horario, ya le había dejado un cariñoso mensaje nocturno. Saúl los descargaba y los leía y releía mientras sus trenes cruzaban la geografía mandarina. Lo hacía con tanto fervor que todo se evaporaba a su alrededor. Lo grandilocuente de los paisajes y de las ciudades chinas ya ni le conmovía. Sin conocerse, se buscaban diariamente uno al otro. Sentían esa sensación de conocerse “de toda la vida” y “para toda la vida”.

Del amor virtual al amor real.

A su vuelta quedaron con algo de miedo. ¿Habrá química entre nosotros?, ¿nos gustaremos tanto como lo pensábamos? A todos nos ha pasado alguna vez ese miedo escénico a enfrentarnos al primer abrazo, a las primeras miradas y al temor a no sentir “lo mismo”. Todo había sido un sueño y así, sin más, pudo haber quedado.

Lo primero que Saúl se llevó fue una gran sorpresa. Curiosamente era una conversación que aún no habían tocado, y se encontró con una “niña” de 21 años. Él tenía 36 y muy poco tenían que ver sus “momentos vitales”. A pesar de todo le entusiasmó la risa de la joven madrileña. Era abierta, grande, sincera y sonora.

Las dudas y la diferencia de edad se disiparon. Se dejaron llevar por los acontecimientos y los sentimientos se dispararon. Consiguieron borrar de sus mentes los días de nacimiento y crear sus propias normas. Marcaron en el calendario sus propias fechas, y rellenaron sus vidas de referencias y anécdotas genuinas. Un, hasta entonces, ensimismado Saúl, empezó a descubrirlo todo con otros ojos. Gracias a las ganas de comerse el mundo de María él empezó a beberse la vida.

Por supuesto, no todo fue de color de rosa. Como miles de parejas, tuvieron que enfrentarse un día a una maldita enfermedad. María pasó por situaciones muy difíciles, pero con amor, cariño y fuerza lograron superar esas circunstancias adversas juntos.

Después de esos momentos complicados en los que ella no dejó de sonreír nunca, decidieron celebrar la vida. Ella siempre había soñado con ir a Manhattan y ver la Estatua de la Libertad. Se fueron a Nueva York y compartieron una foto en el puente de Brooklyn en plena Navidad. Fue donde Saúl le pediría matrimonio como manda la tradición y por sorpresa. En junio del año siguiente decidieron celebrar este amor cibernético con una gran fiesta.

Hoy siguen ahí agarraditos por la noche en el sofá. Y cómo en las novelas románticas, no podía acabar este cuento sin tener como invitadas dos pequeñas criaturas más.

Como lo deja intuir Saúl en su última publicación, vivieron de todo juntos. Momentos duros, bonitos y apasionantes también. Hubo bancarrotas, pero también viajes. Se sucedieron alegrías e incertidumbres, pero siempre las afrontaron muy felices.

Cupidos virtuales

Lanzada en octubre del 2010, Instagram significó “un antes y un después”. Nos trajo algo diferente a las redes “de antes”. Nos abrió de par en par, y por primera vez, las puertas a vidas desconocidas. De forma totalmente aleatoria, aparecían idas y venidas de existencias de las más rutinarias a las más curiosas, de las más cercanas a las más remotas.

Por aquel entonces, no existían aún los selfies. A menudo nos relacionábamos con individuos sin foto de perfil. Empatizábamos a través de instantáneas filtradas con su potencial misterio y su toque emocional. Se iban creando lazos, desde amistades a imprevistos flechazos.

Es cuando empecé a reunir a gente en Barcelona y Madrid. Esos primeros instameets en España, dieron luego lugar a quedadas virales por todo el planeta. Reuníamos a toda esa gente desconocida, con quién nos habíamos topado, de forma total y digitalmente fortuita. En esas inusitadas reuniones sociales fue donde se veían por primera vez las caras, se dejaban los números, y en alguna boda o algún instababy acababa.

Según un informe de eHarmony, el 59% de los estadounidenses opinaba que las citas virtuales eran una buena forma de conocer gente. Las apps especializadas y redes sociales juegan hoy un papel importante en el desarrollo de relaciones sentimentales.

Otro estudio de Pew Research recalcaba que el 72% de los adolescentes usaban Instagram para ligar y un 69% prefería Snapchat, aunque en comprometerse se mostrasen más reticentes. A este ritmo, podrían desaparecer pronto los amores verdaderos y duraderos. Algo que, a María y a Saúl, afortunadamente ya se les quedó lejos.

TAGS DE ESTA NOTICIA