Acusada nada menos que de “salvadorismo blanco” (white saviourism). ¿Qué tiene de malo, dirán? Salvar es bonito, ¿no? Cristo era “el Salvador”, ¿recuerdan? Pues de eso, nada. Desde cierto marco mental, “salvador” ya no es bueno si va unido a “blanco”. Ni siquiera en el caso de Dolly Parton. La cantante, que ha estado regalando millones de libros a niños pobres durante años, obtuvo el sello de aprobación Good Housekeeping y el galardón a las mejores prácticas de los premios de alfabetización de la Biblioteca del Congreso de EE. UU. Pero en esta ola woke que nos ahoga si no eres un apocalíptico climático, un cultivador de agravios históricos (aunque sean imaginarios), un defensor de los mil y un matices del género y no defiendes que el blanco (sobre todo si es hombre y hetero) es un ser racista y malvado por naturaleza vas a ser “cancelado”. Cualquier cosa que hagas, aunque sea tan encomiable como lo de Parton, será mala si no disfrutas del color de piel adecuado: anidará en su intención el abominable supremacismo.
En España, la obsesión racial aún no ha despegado. No voy a entrar en los motivos: quizá estamos ocupados en otras disquisiciones sobre identidades locales o no hay suficiente masa de gente de color. Desde el punto de vista del rencor social nos movemos más en lo clásico: el rico versus el pobre de toda la vida. Este es el antagonismo ganador. Por eso a Amancio Ortega le reprochó el galapaguiano Pablo Iglesias que fuera dando aparataje médico “salvador” al servicio español de salud. Aseguró que “una democracia digna no acepta limosnas de multimillonarios”. Pero no añadió nada sobre los blancos heteros. Entonces se hubieran reído hasta los suyos.
Ahora vete a saber. La tontería ha ido a más. Sigamos con la historia que les cuento. Inspirada por su padre, Robert Lee Parton, quien nunca asistió a la escuela ni aprendió a leer, su hija Dolly puso en marcha hace más de tres décadas un plan para ayudar a aumentar las tasas de alfabetización. Con la idea de que los niños de entornos desfavorecidos tuvieran el mismo acceso a los libros que otros alumnos de clase media, creó un programa de lectura con un bonito nombre: Imagination Library. Su admirado padre desempeñó un papel importante en la organización desde su lanzamiento en 1995 hasta su muerte en 2000. Los primeros libros se distribuyeron a niños que vivían en el condado de Sevier, en la zona rural pobre de Tennessee, donde ella creció. Desde ahí se extendió al Reino Unido, Irlanda, Canadá y Australia.
Pero vete aquí que la “patóloga del habla y el lenguaje”(language and speech pathologist) Jennifer Stone, de la Universidad de Carolina del Norte, decidió que la filantropía de Dolly Parton era “potencialmente peligrosa”, y para demostrarlo ha publicado un trabajo con pretensiones de seriedad en el que acaba tildando de “salvadorismo blanco” su real intención. Desde esa absurda “filosofía” DEI (Diversity, equity, and inclusion, traducido como Diversidad, igualdad e inclusión), abomina de que la cantante anime a los niños a “leer para tener éxito”, y le parece que todo eso de “perfeccionar la crianza de los hijos” que se pretende es “opresivo”. ¿Por qué? Pues porque ese enfoque subyuga a los niños y “privilegia una norma blanca, de clase media, cisgénero, heteronormativa e ignorante de las discapacidades”. Además, según ella, no representa suficientemente la diversidad cultural, las identidades de género trans y bisexuales y las estructuras familiares no tradicionales. O sea, las obsesiones de esa DEI que tantos estragos está causando en la operatividad y desempeño intelectual de unas universidades americanas que ahora están tratando de reparar sus daños.
La cantante, que ha invertido millones en la Imagination Library, dijo una vez: “Si dentro de 100 años me recuerdan, espero que no sea por la apariencia sino por los libros”. No calculaba cómo se degradaría el ambiente de las élites progres y el universitario. Sí, es una desgracia, pero, hoy en día, hay facultades en Estados Unidos donde los aspirantes a profesores reciben cursos para hacerles saber que bases fundamentales del aprendizaje y de la formación científica como el pluralismo, la objetividad, el mérito o la diversidad de opiniones son realmente grotescas manifestaciones del… Supremacismo blanco. Me pregunto cómo se recordará a esa patóloga resentida dentro de 100 años.