Opinión

Románticos y violentos

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Un joven de diecinueve años ha apuñalado a un chico de diecisiete a la puerta del instituto en la provincia de Sevilla. El motivo es, al parecer, un asunto de celos, una riña de patio de colegio. Después de haber leído la misma noticia en muchos medios, sigo sin encontrar un solo indicio de por qué un rifirrafe entre adolescentes acaba en un asesinato. Aarón, menor de edad, natural de Aznalcóllar, no volverá ni al instituto ni a ningún otro sitio. No crecerá. No buscará trabajo. No tendrá hijos. No verá morir a sus padres. A Aarón ya no le pasará nada nunca, porque Javier – el asesino – consideró que Aarón miraba demasiado a su novia. La novia, ahora en el punto de mira de la opinión pública y, sobre todo, de sus vecinos, pudo haber sido la instigadora de la agresión (que no del crimen). Llama la atención ver cómo podemos leer más insultos hacia ella que hacia el asesino. Si bien todos hemos conocido a este perfil de chica, que lanza al novio encabritado contra todo el que le caiga mal, no podemos culpar de algo tan grave a la novia del asesino, ni siquiera presente en el momento del crimen.

No puedo imaginar la escalada de ira que puede haber en el corazón de alguien para pretender zanjar tan pobre afrenta con una navaja. En Puerto Hurraco hubo dos hermanas instigadoras y un asesino, una linde, un amor no correspondido, una herencia de sangre y, como dijo Guillermo Fernández Vara (forense de caso por aquellos entonces), “un primitivismo cultural y un empobrecimiento afectivo que determina el desprecio por la vida humana”. Los hermanos Izquierdo no tenían, por lo visto, un pelo de tontos, más allá de su tosquedad estética. El asesino de Aaron, como los asesinos de Samuel Luz, como el de Marta del Castillo (junto con sus cómplices), tienen la rudeza cincelada con el chándal, la ceja cortada, y la zapa alta. Obcecados por un concepto medieval de la honra, descuidan el del honor, porque no lo tienen. Se consideran los dueños de la calle, de sus novias, de sus hermanas. Herederos por sus cojones de todo aquello que consideran válido, que es precisamente todo lo que no sirve para nada. Son pasto para hampones con más cerebro y más ambición. Son el mensajero que será abatido nada más entregar la carta. Los gallitos del corral que no saben, los pobres, que el corral tiene dueño, y que este no es precisamente el gallo. Este tipo de persona ocasionalmente mata (y, me van a perdonar, pero estoy segura de que el consumo de estupefacientes tiene algo que ver en que se disparen sus peores instintos), pero frecuentemente agrede, hiere, ataca. No sé qué hay, qué hubo, en la crianza de este tipo de individuos. No sé si faltaron los padres, si hubo una madre desesperada, si les pegaron de bebés, o si simplemente hay gente que es mala por naturaleza. Hay gente, lo sé bien, a la que se le cambia la mirada de un segundo a otro y en sus ojos de repente no hay nada más que el odio y el sadismo.

Algunas voces dicen, en este caso, que unas charlas sobre igualdad no les hubieran venido mal a estos muchachos. No sé – no sabemos – si se las dieron. La prensa ni siquiera se pone de acuerdo en detalles determinantes del caso (como, por ejemplo, a quién iban dirigidos esos audios del asesino que se filtraron el viernes), como para indagar sobre las charlas de igualdad a las que pudo, quizás, asistir la chavalada antes de la tragedia. A Aaron desde luego poco le hubiera cambiado su suerte una charla (he cambiado la palabra “destino” por “suerte”; me niego a creer que hubiera un plan predeterminado para segar una vida porque sí, porque a un energúmeno se le cruzaran los cables). Si Javier no hubiera asesinado a Aaron, la asesinada podría sido la novia de Javier. Y si no hubiera sido ella, la siguiente enamorada. Una charla sobre igualdad te advierte de que el control y los celos no son amor. Lo que no puede hacer es cambiar la naturaleza de las personas. A eso ya han tratado de jugar la religión, el estado, la educación, la moda. Quizás – y no lo creo – se pueda erradicar el romanticismo, pero la violencia, ¿qué hacemos con ella, aparte de desear que nos quede lejos?

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