Opinión

Ricos pobres

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Últimamente nos levantamos cada día con noticias nuevas, no todas verídicas, no todas sensatas.

El echar la culpa al otro es un deporte que lleva de moda mucho tiempo. El problema con las modas, es que nunca se sabe si son buenas o malas; o cómo las recordaremos cuando miremos atrás en nuestro álbum de fotos.

Lo que podemos sacar en claro es que lejos del barullo, la situación de nuestra sociedad no va bien, ni la economía va como un cohete, ni la gente vive mejor, ni los anuncios políticos que se llevan haciendo desde hace tiempo, nos están ayudando en demasía.

Hablemos de los problemas del día a día de la sociedad; los precios de la vivienda, la imposibilidad de emanciparse, la imparable subida de la cesta de la compra, la desaparición paulatina de la clase media española, …

Para la ministra de vivienda, la señora Rodríguez, el problema de la escasez de vivienda es que los propietarios (esos seres oscuros y que dan miedo) no dejan de subir el precio de alquiler o prefieren usarlos para fines más rentables.

Llámenme loca por pensar que una persona que invierte su patrimonio en algo, tiene todo el derecho a sacarle la mayor rentabilidad posible, sobre todo cuando en general, nos regalan bastante poco. Parece utópico pensar que un gobierno pueda descargar la responsabilidad del actual sistema de vivienda en la población trabajador; pero las utopías en ocasiones se convierten en realidad. Tapar el sol con un dedo, o crear corrientes de humo funcionan en ocasiones, pero no siempre.

Si falta vivienda, la parte política, de este y anteriores gobiernos deberán reflexionar y asumir sus culpas. ¿Desde hace cuánto tiempo no se construye vivienda pública? Lo que no se puede aceptar es que descarguen la responsabilidad de la falta de vivienda y de los precios en el propietario, cuando es el estado el que tiene la responsabilidad de desarrollar bolsas de viviendas para aquellos que necesiten. En lugar de planificar, desde hace años se culpa al que trabaja, al que compra, y al que se esfuerza.

Las ideas felices de capar precios, de intervenir el mercado, … son propias de regímenes poco democráticos.

Han tenido una oportunidad de sacar pecho tras una tragedia en materia de vivienda, en la isla de La Palma, por ejemplo, en la que la gente sigue viviendo en contenedores, o casas de familiares. Una pequeña población en la que un proyecto de vivienda social hubiese representado un “todo”, y sin embargo, se sigue mirando hacia otro lado.

A pesar de estar en momentos de elevada recaudación, los impuestos siguen subiendo, y si esto tuviese incidencia directa en los servicios prestados todos lo aceptaríamos, pero cada vez tenemos una sanidad más defenestrada, una educación más manipulada, y un estado del bienestar más débil.

Para la ministra de hacienda sabemos que dos millones arriba o abajo no es mucho, pero ¿cuánto supondría eso para la sociedad?

El problema según los gobernantes son los propietarios, lo empresarios, los autónomos; el problema son todos aquellos que se esfuerzan para avanzar e intentar vivir mejor. Es más fácil culpar a los de enfrente que asumir que no se está haciendo lo suficiente.

Un claro ejemplo de la desconexión con la realidad de la parte política, es que centran todas sus medidas en discursos populistas.

La subida del salario mínimos acabará con la precariedad, por lo menos esa es la línea de la ministra de trabajo. Lo que quizás no se cuenta es que las cotizaciones cada vez son mayores y que los trabajadores necesitan saberlo de manera directa; o que las cuotas de autónomos cada vez son más elevadas (se paga para poder trabajar).

Lo que nos debe llevar a la reflexión de todo esto es que: por mucho que suba el salario mínimo o intervengan el precio de la vivienda, llevar una vida digna se presume cada vez más difícil. Si los impuestos siguen subiendo, si las cotizaciones siguen al alza, y si la cesta de la compra sigue disparándose; no habrán medidas que consigan que se mejore el nivel de vida.

La clase media está desapareciendo porque se está creando una burbuja de ricos pobres. Podemos subir el salario mínimo a 5.000€ al mes, pero si no atacamos a la raíz confiscatoria y de inflación de precios que vivimos, nunca tendremos una población con poder adquisitivo.

La responsabilidad no es de la sociedad, es de los que no planifican, no ejecutan y sobre todo, de aquellos que creen que las recetas milagrosas existen.