Era mayo de 2018, recién estrenado el gobierno saliente de la moción de censura, y la principal negociadora del Departamento de Estado norteamericano en materia climática, Susan Biniaz, se refería a “la española Teresa Ribera” en la Universidad de Yale (cuna de los Clinton) como una de las mejores expertas mundiales en transición ecológica desde la firma del primer Acuerdo de París en 2015. Allí coincidieron y Ribera destacó por su capacidad negociadora con una correosa China. Era ya facilitadora de consensos y se ganó un sitio en los despachos de Washington y Bruselas. Seis años después, en la alta política no pilla por sorpresa que la presidenta de la Comisión Europea haya elegido a Ribera como escudera y número dos de facto.
No son fáciles -ni propias- las loas a miembros de un gobierno pero en este ejecutivo Nadia Calviño y Teresa Ribera se lo han ganado por méritos propios. Han dirigido bien sus carteras en la arena nacional y han dado un salto sin precedentes en la maquinaria del gobierno europeo. Pura marca España cuando más falta hace la influencia en Bruselas. No es el ‘momento Joaquín Almunia’, el primer español en ocupar la cartera de competencia. La Europa de los próximos cuatro años es infinitamente más compleja y con más fuegos cruzados gane o no Donald Trump.
Teresa Ribera no ha presidido las cumbres mundiales para el cambio climático, las famosas COP, pero en todas ha sido nombrada facilitadora, una imprescindible con capacidad para desbloquear vetos entre países y negociaciones difíciles con los países más duros y resistentes a la agenda verde. La excepción ibérica fue su gran éxito. Un mano a mano con Pedro Sánchez que supieron ganar. De aquellos meses en plena guerra de Ucrania quedó la foto que escenifica su peso. Ribera con las manos abiertas rodeada de los ministros de energía de la UE escuchándola con atención en torno a una gran mesa oval. España no está igual de interconectada en la UE y por tanto no nos podía afectar lo mismo. Hizo falta mucha pedagogía y presión, mano dura y flexibilidad en el tira y afloja. Entonces era tabú hablar de topes al precio de la luz, defender el aislamiento geográfico frente a Francia o Alemania con una rebaja a la factura de casi el 25% de ahorro por familia. No entró demasiado al trapo cuando la oposición lo llamaba el timo ibérico. Tampoco se colocó demasiadas medallas.
En la legislatura más polarizada de todas, Ribera ha cerrado acuerdos con gobiernos del PP ante la resistencia incluso de la dirección nacional de Génova. De aquí dos fotografías. Junto al presidente murciano, Fernando López Miras, en el Mar Menor en la firma del acuerdo para mejorar la coordinación entre administraciones y el paseo por Doñana con Juanma Moreno Bonilla. El presidente andaluz retiró su ley a cambio de un plan millonario para la protección de la zona y se frenó el procedimiento sancionador de la Comisión Europea. Con ese paseo ambos recordaron la virtudes de la política.
Ribera ha demostrado que sabe pactar con sus adversarios en un contexto adverso, lanzar los mensajes adecuados en el momento preciso, no entrar al trapo en la guerra cultural ni las provocaciones estériles de la ultraderecha. Ha sabido exprimir el refrán ‘de la necesidad virtud’ y es disruptiva desde los marcos del poder, una tarea nada fácil. Si logra que se confirme su vicepresidencia, su legado nacional parecerá pequeño en la nueva etapa. Será un suma y sigue hacia arriba. Es la segunda de la presidenta Ursula Von Der Leyen con diferencia respecto a Frans Timmermans, el vicepresidente ejecutivo saliente a quien sustituirá. El peso específico de su vicepresidencia multiplica al de Timmermans. Se ha asegurado llevar transición y competencia, la cartera clave donde se va a jugar la partida de la transición verde y llevará la batuta que controla el sector. Pilotará el Informe Draghi, la hoja de ruta económica europea en un punto de inflexión vital para la UE. En la Comisión Europa más escorada a la derecha, Teresa Ribera es un contrapeso ideológico y la mejor posicionada si Ursula Von der Leyen deja la presidencia.
La postura del PP, el anuncio de su voto en contra en la votación del nombramiento de Ribera, es impropio de la alta política que necesita Europa. Luces cortas para un partido de gobierno y segunda delegación del Europarlamento. Además es inútil, porque en la composición de la Comisión, puede salir elegida incluso con el rechazo de los de Feijóo. Ribera ha sido elegida por una de las suyas, la conservadora Ursula Von der Leyen, molesta con los gobiernos europeos por saltarse la paridad al mandar a demasiados comisarios. Lanzar el barro de la política nacional al gobierno de Europa no aporta nada a la influencia que necesita España; y algo más injusto, desmerece el trabajo y los méritos que han conseguido mujeres como la más que posible vicepresidenta Ribera.