Opinión

Realidades de alta mar

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El 2024 terminó con imágenes aéreas de Mauritania en las que se veían playas enteras llenas de cayucos a la presumible espera de partir; imágenes presagio de lo que está sucediendo, de la realidad vivida de nuevo en 2024 y de lo que parece sucederá en 2025. Las mafias campan a sus anchas sin que la autoridad les roce y sin que las instituciones hagan nada más allá que escupir palabras vacías de medidas de acción real.

Los relatos relatos son. Si escuchásemos a los eslabones más débiles de la cadena, seguramente atenderíamos a relatos aterradores en su contenido y en la experiencia vivida, aunque siendo fieles a la verdad, los no contados porque se han quedado en el océano, son los que realmente forman parte de las realidades de alta mar.

El Viceconsejero de Bienestar Social del Gobierno de Canarias manifestaba en un foro sobre inmigración y mujeres el pasado diciembre, que el año pasado llegaron a las costas de las islas alrededor de 44.000 personas y que de estas, 4.000 eran mujeres y niñas.

Ya en 2021 asistimos al ascenso del número de mujeres y niñas migrantes; en aquel año llegó a multiplicarse por cuatro el número de féminas en las embarcaciones lo cual nos debería plantearnos la pregunta de ¿a qué se debe?

La realidad de la mujer migrante en cayuco es muy diferente a priori que la del varón adulto. Mujeres, niñas y niños que se convierten en los más vulnerables de esta asquerosa realidad de la inmigración irregular promovida por mafias.

En su mayoría según datos publicados, las mujeres migrantes que llegan a las costas de Canarias pertenecen al África Subsahariana y deciden emprender el viaje entre otras cosas, huyendo de situaciones de vulneración de los derechos más fundamentales.

Experiencias relatadas a su llegada nos cuentan historias desgarradoras como las de mujeres violadas por varios hombres en el mismo trayecto, en el cayuco, durante ese viaje en el que pretenden buscar un mejor futuro. Violaciones en las embarcaciones como resultado de la extrema vulnerabilidad que afrontan las mujeres y las niñas que deciden embarcarse.

Pero ¿qué sucede al llegar a nuestras costas? Son innumerables los casos de mujeres captadas en origen por mafias que las inducen a realizar la travesía para luego obligarlas a ejercer la prostitución. Una espiral de abusos que parece no tener fin. Una aspiración a una vida mejor que parece nunca llegar a término. La extrema vulnerabilidad la vemos en el círculo vicioso que las atrapa, muchas veces con menores a su cargo, sin entender el idioma del país al que se llega, y sin saber cómo salir y avanzar tras las situaciones vividas.

El pasado 6 de enero despertábamos con la noticia de que una unidad de Salvamento Marítimo rescataba a una mujer en las costas de Canarias que  acababa de dar a luz en una embarcación en precarias condiciones. Madre e hijo estaban bien, pero es imposible no pensar en qué ha llevado a una mujer embarazada en estado avanzado a subirse a una embarcación y ponerse en riesgo ella misma y a su futuro hijo.

¿Miedo a algo en su país de origen que les haga tomar decisiones temerarias? ¿Pensamiento sobre si el arraigo por nacimiento les facilitará una mejor vida para ambos? ¿Necesidad? ¿Mentiras de las mafias que las envuelven mostrándoles una realidad del todo ficticia? Las preguntas son muchas, las respuestas no tantas.

Muchas mujeres, niñas, niños y bebes yacen en las aguas del Atlántico sin que nadie haga nada, muchas historias que jamás nadie podrá contar, muchas  violaciones a bordo de las que nadie se hace responsable, y muchas almas rotas por la travesía.

Cómo sociedad algo no funciona cuando vemos la inacción de nuestros gobernantes y no hacemos nada. Las ruedas de prensa se multiplican mientras las mafias que trafican con personas siguen campando a sus anchas e incrementando su negocio, mientras mujeres captadas dentro de redes de trata a las que se les invita a embarcarse y todo esto no es más que la mezcla de realidades de las que no se puede escapar.

Las realidades de alta mar solo podrán cambiarse si se actúa, si se invierte en origen y si se persigue a los delincuentes. Que las relaciones políticas convenientes no nos cambien el foco sobre lo que está sucediendo; que el ruido no silencie la trata y la barbarie. La dignidad se adquiere enfrentando problemas y solucionándolos. Se puede empezar ya.

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