Si preguntamos por la calle a cualquiera sobre el estado de la política española, seguramente podremos agrupar las respuestas en dos grupos: por un lado los hastiados, los que “pasan” olímpicamente de todo el barullo; y por el otro los que han entrado de lleno en la confrontación, comprando marcos mentales, posicionándose en una de las “cajitas” en las que algunos quieren reducir a la sociedad.
La realidad es que tenemos tanto ruido encima, que ni siquiera nosotros mismos podemos controlar los temas de los que hablamos; nos están guiando en el mensaje. Desde hace años, casi todo lo que se proyecta desde la política es división y sobreactuación de lo que sucede alrededor. Parece que en lugar de en un Parlamento y sus sesiones de control, estuviésemos asistiendo a una obra teatral con actores en lugar de representantes del Estado, y en la que el fondo y el objetivo quedan difusos. Al salir de la obra, muchos nos preguntaríamos ¿de qué iba esto? ¿entendiste algo? O quizás muchos simplemente abandonarían la obra en el intermedio, con un intenso dolor de cabeza.
Esto sería simplemente un comentario si no existiese, cada vez con mayor peligro, la banalización de la representación pública. No se respeta, no se representa, incluso en ocasiones parece que no están orgullosos de estar dónde están (orgullo del lugar y no orgullo narcisista).
Desde el punto de vista del ciudadano, podríamos decir que cada vez interesa menos la actualidad política (salvo que te encuentras en una de esas cajitas ideológicas
dispuestas para dividirnos); pero a nivel de análisis, todo es pura “fantasía”. Hemos asistido a campañas que nos han “colado”, sin que nadie lo advirtiese, grandes iniciativas que orientan la opinión y que manipulan deliberadamente los discursos, metiendo y sacando temas de interés de la agenda pública para, seguramente, desviar la atención de lo realmente importante. ¡Y las hemos comprado!
Desde hace años vivimos en una campaña electoral sine die, en la que siempre las máquinas están en marcha y que cada vez son algo más “oscuritas” y sucias. Tirar barro en la pared, como se dice comúnmente, es una rutina diaria. Las falacias son el nuevo lenguaje, y las disculpas y la verdad hace mucho @empo que dejaron de existir. Vivimos un ciclo del “y tu más”, quedando lejos ya los momentos del “avanzamos”.
Las pinzas electorales siempre son buena cosa en materia de estrategias de campañas, lo vimos en su momento con el Partido Popular de Rajoy haciendo pinza con el Podemos de Pablo Iglesias (para debilitar al PSOE), y lo vemos ahora (bastante sobreactuado) con la “pinza de moda” del Partido Socialista de Pedro Sánchez y el VOX de Santiago Abascal, que @ene como objetivo: debilitar y desdibujar al PP, además de movilizar a sus bases electorales.
Estas estrategias son difíciles de contrarrestar sin sobreactuar, pero sobre todo son imposibles de paliar si no existe una estrategia fuerte y solvente. Cuando un partido está desdibujado y deja que otros marquen su mensaje, el daño a su marca y valor es muy complicado de recuperar. El abrazo del oso (o del doble oso) solo lo evitas si eres ágil y si sabes cuál es tu juego.
- Se podrían enumerar algunas de las diversas estrategias que se están aplicando y que, aunque desde tu mente racional puedas pensar que no van a funcionar, la visceralidad del ecosistema nos ha demostrado que son muy factibles. La mentira como estrategia. Desde que eliminamos el término “verdad” de la ecuación todo, absolutamente todo, puede pasar. La verdad ya no suma, el compromiso es efímero y la palabra ya no le importa a nadie. Todo esto abre un nuevo “marco” sobre el que desarrollar estrategias políticas y campañas.
- ¡Que viene el coco! Permíteme que use esta expresión para referirme a la técnica de generar miedo a que tu adversario alcance el poder. Cuanto peor retrates al contrario, cuanto más temor despiertes sobre el adversario, es más sencillo capitalizar el voto tembloroso.
- Generación de conflictos estériles para distraer la atención. El mejor ejemplo de esto es lo que sucede estos días con el presidente de Argentina, Javier Milei, en quien Sánchez ha encontrado a su adversario perfecto en esta precampaña electoral europea. Se genera un conflicto innecesario para la sociedad y la política real, pero centras el foco informativo y cuelas tu mensaje.
- El victimismo como herramienta. Está demostrado sociológicamente que la población desarrolla simpaeas por aquellos a los que ven en una posición más vulnerable, aunque esta sea artificial. La política se ha convertido en un gran reality show, con un único inconveniente: está pagado por todos nosotros. Un ejemplo claro y cercano ha sido la “reflexión de estado” que vivimos hace unas semanas; salió bien, se consiguió un subidón en tendencia de votos, y se comenzó a preparar el discurso para la siguiente contienda electoral.
Cualquier creador de campañas electorales te dirá que estas pautas son básicas y que no son las únicas; pero son las que tenemos a mano por hechos muy recientes y que nos permiten describir mejor la realidad. La comunicación lo es todo, aunque eso suponga desinformar y manipular la opinión de la sociedad. Aunque eso suponga mentir (actualmente la mentira ya no existe) o dar datos falsos. Aunque eso suponga no dar ejemplo y fracturar cada día más la sociedad.
Las elecciones se resumen en captar votos y, sobre todo, gobernar. La estrategia del ¡que viene el coco! es efectiva y rentable a corto y medio plazo. El problema es que tenemos tantos “cocos” en el ecosistema que ya uno pierde de vista qué es real y que no lo es; y aún más importante, uno ya no sabe si merece la pena escuchar.
¿Quién es el “coco” para ti?