Opinión

¿Qué haríamos sin gargantas profundas?

Anabel Pantoja y su pareja David Rodríguez - Sociedad
Actualizado: h
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No se ruboricen, pues estas líneas son mucho más prosaicas. No versan tanto sobre lo que se traga como la importancia que tiene lo que se ‘escupe’. Los periodistas vivimos en gran parte de ello. ¿Cuántas informaciones se habrían quedado en nada sin una garganta profunda a tiempo? No somos conscientes de los riesgos que conlleva calificar una filtración de mala praxis, y hay ejemplos recientes.

Sin ir más lejos, hace tres semanas varios colegas de la prensa del corazón se rasgaban las vestiduras ante la respuesta del alto tribunal canario sobre la información que salpicaba a Anabel Pantoja y su pareja. A saber, que estaban siendo investigados por un posible caso de maltrato infantil. Que la famosa implicada criticase la filtración y el tratamiento era lo previsible, que lo hiciesen periodistas en ejercicio no tanto. ¿Es por empatía, buenismo o una forma de asegurarse futuras informaciones en exclusiva?

Hagan gárgaras. Entre los contactos del fiscal general del Estado la noche de autos -cuando se consumó al parecer la madre de todas las filtraciones en el caso que afecta a la pareja de Ayuso – hubo un periodista que llamó a Álvaro García Ortiz y no obtuvo respuesta. Según ha acreditado la UCO sólo fue uno. Pero se sobreentiende que no sería la primera vez que ese uno timbraba al fiscal. ¿Cuántas consultas anteriores sí fueron atendidas? ¿Cuántas condicionaron el devenir de las informaciones posteriores?

El beneficio de la filtración

Recuerdo que en un foro universitario me preguntaron sobre cuál era el beneficio para los cuerpos policiales cuando nos filtraban detalles de investigaciones en curso; véase un crimen, una desaparición… La duda es comprensible. Y mi respuesta siempre es la misma: toda información ‘buena’ evita futuras invenciones, salvo que por darla se ponga en riesgo una pista, pruebas o hasta una detención. Pasó en el caso de la joven Diana Quer, a la que se buscó durante año y medio: cuando estaban a punto de cazar a su presunto asesino, un medio local lo adelantó y forzó un acelerón en el operativo para detener a José Enrique Abuín, El Chicle. Por suerte, la intervención fue exitosa, pero estuvo a punto de irse al traste por un titular.

¿Quién dijo que no hay líneas rojas en las filtraciones? Como en toda información, depende de las claves dadas por el informante y del marco en el que se mueva el informador. Ambos por igual deberían tener una premisa en la recámara: ¿cómo puede afectar a las víctimas lo publicado? Revisen los casos anteriores con ese foco y comprobarán que a veces no es el periodista quien sobreexpone. Después de todo, ni siquiera Nixon fue víctima del Watergate, sino de sus propias mentiras.