Cuando todavía nos estábamos familiarizando con el concepto de “machosfera”, una palabra más certera que su propio origen: manosphere, ya que pone el foco en el género, ha llegado a nuestras pantallas womanosphere. Algunos medios están traduciendo este término como mujerosfera, pero es una elección desacertada ya que desdibuja e invisibiliza su verdadera naturaleza. Mientras que machosfera no se refiere a todos los hombres sino a un grupo en particular que defiende su identidad en base a la masculinidad tradicional, mujerosfera no señala la feminidad como fuente del problema, sino que se refiere al conjunto de las mujeres, entre las que nos encontramos muchas que no pensamos de esa manera. Sería entonces más adecuado traducirlo como “femiesfera”, que sí hace referencia a que las mujeres que la componen exhiben la feminidad tradicional como su bandera.
¿Qué es la femiesfera?
La femiesfera está compuesta por creadoras de contenidos en el espacio digital (influencers, comunicadoras, youtubers) que reivindican la subordinación de las mujeres a los hombres a través del género. El periódico The Guardian las describe como “antifeministas, delgadas, fértiles y de derechas”. El sueño de cualquier integrante de la machosfera.
Algunos de los nombres más populares de esta femiesfera son: Brett Cooper, actriz estadounidense y creadora de contenido que colabora con medios de comunicación y que con 23 años se define como mujer conservadora de la generación Z. En su canal de YouTube “The Brett Cooper Show” comenta temas sociales y de actualidad desmontando la supuesta trampa del feminismo y reivindicando las mujeres quieran estar en casa cocinando y cuidando de toda la familia como decisión ejemplar.
Candace Owenss es otra influencer de la femiesfera que proviene de Estados Unidos. Es católica, conservadora y cuenta con más de cinco millones de seguidores en Instagram. También es la autora del libro “Make him a sandwich: why real women don’t need fake feminism” (Hazle un sándwich: porqué las mujeres reales no necesitan el falso feminismo”) en el que propone una vuelta al rol de compañera y cuidadora de las mujeres.
Y Alex Clark, creadora de contenido centrado en la salud e impulsora del movimiento MAHA (Make America Healthy Again). Sus publicaciones proclaman la vuelta a familia tradicional heterosexual, la maternidad, los hombres como proveedores de bienes económicos, y también dispara dardos al feminismo.
Todas ellas se muestran firmes defensoras de Donald Trump a quien han apoyado con sus publicaciones en campaña política. Se declaran antiwoke y la palabra “valores” es un must en su vocabulario. No hay intervención, entrevista ni post en el que no la pronuncien. El resto de personas carecemos de ellos porque son distintos a los suyos.
La dimensión política de la femiesfera
Aunque parecen comunicadoras independientes todas se alinean perfectamente con la ideología que representa el actual presidente de los Estados Unidos: quieren eliminar los derechos reproductivos de las mujeres, estigmatizar a las personas del colectivo LGTBI y acabar con las políticas de igualdad y de diversidad en empresas, películas o cualquier tipo de contenido.
Algunos medios como el New York Times, han alertado en diferentes artículos sobre el uso de influencers digitales como parte de las campañas políticas ya que tienen un impacto decisivo en los resultados electorales. Estas figuras aparentemente libres e inocentes llegan a millones de jóvenes que los consumen como entretenimiento. No es ninguna locura pensar que son una vía directa para influir en su ideología y en su voto en un futuro.
Las palabras importan
Es fundamental llamar a este movimiento conservador en el entorno digital por su verdadero nombre: femiesfera, ya que la womanosfera no tiene nada que ver con el movimiento de las mujeres en el ámbito digital sino con el regreso (o el retroceso) de una parte de las mujeres al rol tradicional que impone el género.
Quienes trabajamos desde el feminismo para deshacernos de este mandato arcaico, no vemos en el género nada liberador ni moderno, sino la subordinación de las mujeres a los hombres a través del comportamiento. Un modelo anticuado y limitante que, en muchos aspectos, también conlleva perjuicios para ellos.
La femiesfera puede parecer una opción atractiva por pura comodidad, ya que nadie tiene que esforzarse en cambiar nada. Una mujer que trabaja fuera y dentro de casa puede pensar que su situación es injusta si su pareja no se hace cargo de la parte de cuidados y tareas domésticas que le corresponden. Pero el feminismo no busca que las mujeres trabajen más, sino que los hombres amplíen su rol integrando la faceta de los cuidados (unos bienes inmateriales que también pueden proporcionar) y así las mujeres no tengamos que renunciar a nuestra carrera profesional. Algo que es fundamental para nuestra autonomía y autoestima.