Yo no tenía ni idea de quién era Carlota Corredera hasta que empezó a aparecerme en las redes sociales por unas declaraciones que había lanzado opinando sobre si se debía celebrar o no el Día del Padre. Por si tampoco les suena esta señora, al parecer presentaba Sálvame (un programa de cotilleos) y logró notoriedad también por los altibajos que sufría a causa de su peso. Y otra de sus virtudes, que es ahora la que nos interesa, es que es una feminista militante del tipo woke (progre también vale), perfil con tirada misándrica y tendente a atribuir al hombre aproximadamente todos los males de la sociedad. Tanto que, estos días post Día del Padre, sugería durante una intervención en 59 segundos que se suprimiera esa celebración totalmente. ¿Los motivos? Ninguna novedad: “para tener empatía con la gente que no tiene padre”.
De original, nada. Recuerdo que, el Día del Padre del 2023, una profesora de Jerez desató una polémica idéntica al difundirse un audio de WhatsApp escolar en el que comunicaba la decisión de no festejarlo por la supuesta aflicción que recordar su existencia podría causar a algunos niños del colegio. Vamos, como dice la misma Corredera en las redes: hay familias en las que el padre no está presente por diversas cuestiones como fallecimiento, abandono o que simplemente el niño puede “tener dos madres”. O sea, esa «diversidad familiar» de la que la profesora de Jerez también hablaba. Esa que, no nos engañemos, significa mayormente que muchos niños no conocen o no tratan con su padre. Y para enmascarar lo que no es la mejor de las situaciones, la jerezana, por ejemplo, proponía que pasase a llamarse «Día de la persona especial» y así no «herir ninguna sensibilidad».
Para el “progreísmo”, se de en el ámbito educativo o, en el caso de la presentadora, en el mediático, lo que debería hacerse es apartar esa molestia perturbadora que representa el padre que ejerce como tal. ¿Pero es eso un avance? ¿Tan prescindible es esa figura? No es lo que dicen ni la psicología ni la antropología evolutiva. Ni tampoco, por cierto, algunos usuarios de las redes que le han dedicado a Corredera todo tipo de comentarios sarcásticos. Y es que el feminismo progre (ahora hegemónico), con su obsesión con erosionar la imagen del hombre y, especialmente, la del padre, se ha infiltrado en todas partes. Tristemente también, como en el caso jerezano, en los colegios públicos a través de un profesorado y una administración ideologizada. ¡Incluso en algún colegio religioso! El pretexto de quienes desean eliminar esa celebración puede sonar compasivo y generoso: hay niños en la escuela que no tienen padre porque hay madres solteras o hijos de parejas lesbianas. Transmitir a un niño la idea de que su familia es rara porque tiene dos padres o dos madres es una forma de “señalarles”, dicen. ¿Pero se protege a unos niños sin padre impidiendo que los que sí lo tienen lo celebren?
No. Aceptar la normalidad biológica de centenares de miles de años no es «señalar”. Si dejar de ser el «raro» implica que el «normal» se difumine sintiéndose injustamente “privilegiado” no me parece muy honrado. Las familias «alternativas» son un lujo que ahora nos permitimos porque nos sobran los recursos, pero no pidamos a los padres de familia «normativos» un perfil bajo para no agraviar a nadie, pues son la base para que otros puedan desarrollarse y prosperar.
Sí. En muchas momentos históricos ha habido niños que han crecido sin padre. Después de la Guerra Civil en España, por ejemplo. O tras el “holocausto masculino” de las contiendas mundiales. Es lo que está ocurriendo ahora mismo por culpa de la guerra en Ucrania, tanto por el lado ucraniano como por el ruso. Siempre ha habido hijos sin padre, y nadie ha tratado de ocultarles que otras familias sí lo tenían y que eso era un motivo de celebración (aunque fuera una vez al año) para todos. Prescindir del padre por una pretendida compasión más parece una excusa de mal pagador. O la proclama beata de quien utiliza el feminismo para una especie de revancha o para seguir medrando.