Opinión

Protocolos de papel

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Que el caso Errejón lleve días en portadas y en todo tipo de tertulias ya se nos ha hecho habitual. Su silencio y posterior desaparición del mapa, además de las surrealistas declaraciones de propios y extraños, no dejan de hacer crecer la sensación de que una inmensa hipocresía ahoga la política española.

Me gustaría lanzar una pregunta al aire. ¿Cuál habría sido la reacción política de Errejón y su formación si estos hechos hubiesen tenido de protagonista a un diputado del otro espectro político?

Estos días hemos visto cómo queda patente que hablar en femenino para todo no hace a la gente mejor persona, ni más “feminista”. Hemos visto cómo empiezan a saltar como chinches los “feministas de cartón”, y cómo la realidad siempre supera al mensaje político.

Atendiendo a la presunción de inocencia no emitiré juicios sobre su responsabilidad, pero sí sobre su moralidad y la de sus compinches políticos; gente que incluso ha reconocido que por el “alto valor político” del personaje, no se quiso escuchar ni atender denuncias sobre una presunta conducta vejatoria hacia algunas mujeres.

Demasiadas pancartas y manifestaciones vacías

Hace años, en los pasillos del Congreso de los Diputados ya se comentaban las actitudes machistas en el grupo de PODEMOS (en aquel momento todavía no se había pulverizado en otras organizaciones, como Más Madrid), cuando todos eran amigos y comían felices. Las propias diputadas se quejaban entre compañeras sobre que no se les escuchaba, que eran los “hombres del partido” los que decidían…

En su momento también todos fuimos testigos de una de las imágenes más machistas que recuerdo en el Hemiciclo, cuando uno de los líderes morados cambió de pareja y decidió enviar a su ex al “gallinero”, casi detrás de una columna, mientras su nueva consorte pasada a las primeras filas del grupo. Recuerdo que aquel día pensé que, si eso lo hubiese hecho un señor de cualquier otro partido, lo más seguro es que se le habría obligado a dejar la política.

Y en estos últimos días ya no sé qué es más repugnante: si los hechos que se denuncian, o las reacciones colaterales.

Ahora todo se resuelve reconociendo que se tenían noticias de algunos “problemas personales”, del tratamiento de presuntas adicciones, y nada más. Una justificación cobarde para enmascarar un hecho que salta a la vista: no han querido escuchar. No han dado importancia a las denuncias que apuntaban a su camarada en redes sociales y en charlas privadas. El interés del partido por encima de todo, el nuevo lema de la hipocresía de los que se hacen llamar feministas.

En los últimos meses ha quedado al descubierto la verdadera cara de ese falso feminismo radical, con leyes que sacan a violadores de la cárcel y políticos que, presuntamente, maltratan a las mujeres. Han utilizado una careta para aprovecharse e intentar secuestrar la legítima lucha por la igualdad.

Nos dicen que los protocolos han fallado, cuando la realidad es que esos protocolos son papel mojado. No se aplican por el interés del partido. Si un compañero de filas es “valioso”, hay que hacer la vista gorda.

Pancartas vacías, protocolos de papel mojado. Demasiada hipocresía. Cuando la causa solo sirve para ocultar el verdadero rostro de esos que aspiraban a tomar el cielo por asalto.

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